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Infobae

El naturalista inglés Charles Darwin continúa siendo al día de hoy reconocido como uno de los científicos más influyentes tras plantear la idea de la evolución biológica a través de la selección natural, justificándola en su obra de 1859 “El origen de las especies” mediante numerosos ejemplos extraídos de su observación de la naturaleza.

Su conclusión fue aceptada como un hecho por la comunidad científica y por buena parte del público en vida de Darwin, pero su teoría de la evolución mediante selección natural no fue considerada como la explicación primaria del proceso evolutivo hasta los años 30.

Tras sufrir ciertas modificaciones, los descubrimientos científicos de Darwin aún siguen siendo el acta fundacional de la biología como ciencia, puesto que constituyen una explicación lógica que unifica las observaciones sobre la diversidad de la vida. Pero un nuevo libro de reciente publicación cuestiona una vez más el verdadero aporte del británico a la ciencia y pone en duda su sustento científico.

Es el prestigioso escritor y columnista británico A.N. Wilson, autor de “Charles Darwin: el hacedor de mitos victorianos” el último en criticar al naturalista por “haber matado o al menos intentado matar, la creencia en un mundo divinamente ordenado y nuestra confianza en el carácter distintivo de la especie humana”.

Wilson asegura que los logros culturales del hombre son los que lo hacen “tanto mejor que los animales” y destaca en su libro que la principal contribución de Darwin, a una teoría que otros que lo antecedieron ya habían desarrollado en detalle, ha sido desacreditada en repetidas oportunidades por miembros destacados y respetados de la comunidad científica, entre los que se encuentran anti Darwinistas como Michael Denton del Discovery Institute y el filósofo australiano David Stove.

Wilson destaca que Darwin sólo estaba motivado por convertirse en el “máximo exponente de la ciencia victoriana” y que para lograr dicho cometido se tomó la libertad de tomar prestadas ideas de sus colegas sin darles crédito alguno para luego “obligar a sus amigos a defenderlo en público tras retirarse a vivir una cómoda vida rural”.

El autor incluso se atreve a definir al referente científico como un ser “sin humor, aburrido, demasiado tonto como para aprender otro idioma pero lo suficientemente astuto como para tomar ideas de otros, en definitiva un truhán y manipulador que se apropió de los derechos sobre descubrimientos científicos que no fueron suyos”.

Pero los cuestionamientos de Wilson no pertenecen sólo al ámbito personal. El autor destaca también que su teoría presenta graves inconsistencias, sobre todo en lo vinculado a la ausencia de los fósiles de transición necesarios para probar que efectivamente una especie transmuta en otra.

Los defensores de Darwin afirman que la evolución no significa que los animales cambiaron de forma en dos sencillos pasos y que dichas transformaciones ocurren a la largo de muchas generaciones y a través de una serie de mutaciones.

Además, quienes lo apoyan al día de hoy aseguran que los paleontólogos han ido descubriendo miles de los mencionados fósiles de transición que Darwin predijo serían encontrados eventualmente.