Buen día apreciado lector:
Hoy quiero contarles una historia que no es mía, sino de un amigo empresario y escritor.
Es una historia enormemente interesante y en la que podemos encontrar un gran contenido que podría ser una luz al final del túnel para encontrar un poco de solución a tantos graves problemas en el estado y en el país.
Esta historia cuenta que hace 15 años, el Grupo de Guarderías Infantiles Orizaba, que presidia doña Matilde Francos de Diez (QEPD), y que a su muerte hace 4 años retomó su hija, Matilde, y con ella sus hijos: Marimar, Ximena, Belen y Juan Carlos, se avocan a entregar cada diciembre un paquete de apoyo, que no es menor, de 400 a 500 despensas y juguetes para los niños.
Explica que hace 15 años vivían como en el tiempo de la Conquista, como hacía 500 años cuando llegaron los conquistadores, aunque ahí no trepaban, ladearon esa comunidad de Rafael Delgado.
No tenían más que esperanzas. No se podía subir, ellos bajaban en mulas por un camino de a pie de una hora y se llevaban sus despensas.
Quiso el destino que el Patronato le pidiera al gobernador Fidel Herrera Beltrán, en su sexenio, les comenzara un camino que su gobierno hizo de terracería, ya comenzaban a subir los camiones y ellos a bajar con su leña y carbón, que es lo que comercian.
Luego, en el sexenio del presidente Felipe Calderón, con Sedesol se les hizo el camino de concreto, «está mejor que los mugres de Capufe», poquito mas tarde, la empresa CFE, con el sindicato electricista con Víctor García Trujeque, les llevaron la luz y se hizo la luz, el tendido de los postes es impresionante, las casas comenzaron a tener señal de televisión, los VTV aparecían, ya eran otros; los niños tenían televisión.
Anoche les pegó una helada dura, pero tienen sus techos bien cubiertos y una escuela de primera de mampostería, de concreto toda. Tienen escuela primaria y secundaria y Telebachillerato, el Grupo les comenzó a habilitar gallineros, cada uno vale 11 mil pesos con el alimento para las gallinas de todo el año, ahora más que las despensas que se les dan, piden gallineros, porque ahí tienen los huevos y el alimento.
Se les hizo su cancha de usos múltiples y es un pueblo que vive agradecido. Alguna vez se fueron a conocer el Acuario a Veracruz, gracias a la benevolencia del alcalde Ramón Poo, que disparó las entradas y a los Castelán, que pusieron un camión.
No hay niños ni mujeres descalzas, como los encontramos hace 15 años, un progreso mediano les ha llegado. Aún son pobres. Pero luchan, no se rinden. Visten como siempre han vestido, ellas con camisa y manta y balleta, su rebozo y los huaraches o zapatos de hule, el hombre pantalón de mezclilla y camisa manga larga y sus huaraches. Indígenas puros, no cambian su vestimenta. No hay niños descalzos ya.
Ubicados a unos 1600 metros de altitud, 400 metros más arriba de Orizaba, habitan unas 800 personas, todos indígenas, menos los maestros que, aunque son bilingües, náhuatl y español, son citadinos. El camión suele cobrarles de 9 a 15 pesos, bajando hasta Orizaba, y dos pesos por atajo de leña, que llevan a vender.
Cada diciembre les vemos, cada diciembre renuevan sus esperanzas de trabajo. Cada diciembre, esa comunidad indígena no se rinde. Los niños se aplican, el mismo grupo les ha regalado instrumentos musicales y tienen su conjunto musical, algunos ya saben leer música. Es una comunidad envidiable, a la que da gusto ir cada año y convivir con ellos unas horas, siempre nos dan de comer para traer, y esta vez nos comimos con ellos unas memelas ricas.
Una buena mañana guadalupana de 12 de diciembre, porque por algo la Virgen de Guadalupe se le apareció a un indígena, por algo.
Esta historia es del empresario, escritor, viajero y buen hombre Gilberto Hazz Diez, recién la acaba de publicar, pero por si usted no la había leído, aquí se la traje para que lo tenga en cuenta.
Pero ese detalle de que les habilitaron gallineros con el alimento para las gallinas de todo el año, es una idea extraordinaria y efectivamente, ahora que los políticos andan en campaña, en vez de despensas denles gallineros caray.
Eso ya se hacía desde mi época de chamaco en las casas de Acayucan, y seguramente se hacen en muchos lugares. De eso vive nuestra población del campo.
Tenga el lector un fin de semana de paz y armonía.
gustavocadenamathey@nullhotmail.com