Por Ramón Durón Ruíz (+)

Con impecable sabiduría Gandhi afirmó: “Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras a vivir siempre.” Los abuelos, –que son la síntesis de la riqueza y sabiduría de nuestros pueblos– nos invitan a jamás dejar de aprender, porque cuando dejamos de aprender, algo de nosotros principia a morir.
Aprender, es darle a tu vida un propósito claro, es llenarla de realizaciones; es entender que si cruzas por ésta carnalidad solamente una vez, es trascendental que no tengas espacio-tiempo para el odio o el miedo.
Aprender, es intentar volar, es arriésgate, es trabajar con amor y alegría; es salir a la fiesta de la vida como lo que eres: un ganador; aprender, es “atar tus sueños a una estrella y tener metas claras”
Aprender, es desprogramar tu mente de privaciones y reprográmate para la felicidad y la grandeza; es encontrar la tarea de tu vida; es disfrutar el universo con tu magia personal, haciendo especial cada instante; aprender, es trabajar para que tu paso por esta vida tenga un buen continente y un mejor contenido y sea profundamente trascendente.
Aprender, es salir al encuentro del nuevo amanecer pleno de entusiasmo, alegría, con una sonrisa y la suficiente fe para luchar por un mundo mejor; aprender, es aceptar el ciclo de la vida, para dejar de construir problemas imaginarios para no triunfar; es saber que a pesar del dolor y los problemas… la vida continúa.
Aprender, es reconocer que llegar al invierno de la vida, es la maravillosa etapa de dar con generosidad; es acrecentar la gratitud de sembrar amor a cada paso; aprender, es viajar ligero de equipaje, soltando viejos agravios y resentimientos.
Aprender, es bendecir la vida con actitudes de amor, sin saberlo llegarán a ti tus almas gemelas; es dejar de preguntarte ¿Podré? porque al dudar atraerás personas que te producirán heridas; aprender, es aprovechar al máximo el milagro del nuevo día.
Aprender, es saber que nada es para siempre, que “No hay nada nuevo bajo el sol”; es disfrutar cada instante; es reencontrarte con el ser humano con sus grandezas y miserias.
Aprender, es reconocer tus fortalezas y debilidades; es sentirte muy bien contigo mismo; es reconciliarte con el pasado, aprendiendo de tus errores… también de tus aciertos.
Aprender, es sembrar con amor incondicional, porque sabes que “Lo que siembras cosechas, eso funciona en el campo y en todos los aspectos de tu vida”; aprender, es no sentir miedo o dudas por el mañana, sino vivir santa y serenamente el día más espectacular de tu existencia: el HOY; aprender, es disfrutar con pasión lo que eres y lo que tienes.
Aprender, es celebrar la magia de la vida, enamorando y conquistando al ser más espectacular del universo: ¡TÚ!; aprender, es recibir con alegría lo que a ti llega, gozar tus bienes y dones, haciendo las cosas bien, a la primera y haciendo el bien a todo el mundo… ¡todo el tiempo!
Aprender, es crear el mundo espectacular con el que sueñas, sabiendo que “Tu mundo de adentro, proyecta tu vida de afuera”; aprender, es saber que la vida es una fiesta para bailar, cantar, declamar… y disfrutar.
Aprender, es no permitir que el miedo tome el control de tu alma; es saber que la vida es el arte de buscar, porque bíblico es “el que busca encuentra” y buscar tus sueños “despierta al poder de tu Divinidad Interior”
Aprender, es no criticar, ni envidiar nada, ni a nadie, que “son un homenaje a la mediocridad”; aprender, es alégrate con el amor, la felicidad y el éxito ajeno; es ser como el sol “que por donde pasa da luz, vida y calor”
El tiempo me ha enseñado que el humor da luz, amor y calor humano, a propósito “una mujer lleva a un bebé al pediatra, un joven recién llegado, que con su 1.87 mts. de estatura, sus brazos y piernas de roble, su cara de artista, era asediado por las jovencitas del pueblo. La enfermera la pasa al consultorio, el joven galeno examina al bebé descubriendo que está bajo del peso.
–– ¡Disculpe! –pregunta el doctor– al niño lo alimenta con biberón o leche materna.
–– Con leche materna doctor responde la señora.
–– Vamos a ver señora –dice el joven facultativo– descúbrase sus pechos.
La mujer obedece y el médico palpa cuidadosamente sus pechos, los toca, los aprieta; oprime suavemente ambos pechos, realiza un examen largo y detallado. Luego le dice a la señora que se cubra a la vez que le comenta: –– Señora, con razón el niño está bajo de peso, ¡usted no tiene leche!
–– Ya lo sé doctor –dice la señora dando un suspiro– Soy su abuelita, pero… ¡ESTOY MUY CONTENTA DE HABER VENIDO!”
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