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Crecieron de forma desproporcionada y su impacto en todas las sociedades del mundo ha sido impresionante. Mucho a favor, mucho en contra, mucho de forma positiva y mucho de forma negativa, en una constante de altibajos que de pronto parece inevitable la sentencia negativa y enseguida surge la opción positiva y hasta conveniente.

El gran poder de las redes sociales es incuestionable, principalmente porque dieron voz a la sociedad y le permitieron comunicarse entre sí de forma inmediata; también informarse y enterarse con esa misma inmediatez, derribando a los grandes corporativos de la información a nivel mundial que de alguna forma tuvieron monopolizadas las noticias y su influencia en generar opinión les permitió ejercer demasiado poder político y económico. (Tanto como para poner presidentes).

Prestigiados medios impresos tuvieron que cerrar sus puertas y miles de trabajadores de la industria gráfica tuvieron que buscar otra forma de tener ingresos. De la misma manera la industria de la televisión fue sacudida por el abandono de su tele audiencia y por el surgimiento de una nueva forma de competencia con menos capital y más tecnología.

Adicional a esta nueva forma de la comunicación también se agregó una nueva forma de negocios a través del comercio electrónico con una gran diversificación de formas de pago lo que también modificó los hábitos de compra.

Las grandes plazas y centros comerciales se convirtieron en lugares de paseo y distracción en los que eventualmente se puede socializar, si acaso los caminantes logran despegar su vista del celular y saludar otras personas.

La transformación digital de las instituciones, las empresas y la sociedad vino a ser un monstruo glotón y mal educado que de la misma forma en que te proyecta te puede hundir. No se puede controlar porque nunca tuvimos el cuidado de dimensionarlo y sólo nos dejamos llevar por el entusiasmo de esa maravillosa forma de sorprendernos de todo lo que se podía hacer con un celular en las manos.

Hoy día en las redes circula mucha más información por segundo que la que pudieran haber sumado toda la generación de nuestros abuelos a lo largo de su vida.

Pero mucha de esa información no es todo lo veraz que debiera y si acaso fuera parcialmente cierta, su porcentaje pudiera ser raquítico. Obviamente los usuarios no se detienen dos segundos en analizarlo cuando ya lo enviaron a sus redes en un fenómeno de multiplicación acelerada que a muchos no impacta negativamente, pero a muchos si.

Y es ahí en donde se centra la frágil credibilidad que se alcanza con esta forma de comunicación a través de las redes sociales, que poco a poco está entrando en una zona de crisis por sus efectos nocivos, a los que se agrega el desplazamiento laboral de millones de personas a causa de la inteligencia artificial que ha incorporado la interacción humanos-robots que de manera positiva han fortalecido de forma significativa el servicio al cliente, pero también han sido utilizados para el efecto de contención de los comentarios negativos o positivos de las redes sociales, en las que ahora muchas discusiones se llevan a cabo entre esos robots, trasladando a muchos espectadores a escenarios irreales.

En este 2018 se celebrarán en varios estados procesos electorales en los que se elegirá a gobernadores, diputados federales y locales, además de que en todo el país se elegirá al próximo presidente, lo que nos hace suponer que estamos en medio de un proceso de campañas en las que la comunicación es el eje rector de la estrategia política en busca de convencer a los electores.

Las promesas y los compromisos irán acompañados del ataque a los contrincantes; todos harán lo mismo de modo que las verdades y mentiras (basura electoral) fluirán de forma vertiginosa pero creativa, buscando atrapar la atención de la sociedad, ya sea por lo interesante o por lo morboso o por lo divertido, con la absoluta seguridad de que los efectos pudieran no resultar lo esperado, porque ese también es el fenómeno de las redes sociales.

Tal vez consigan divertir o entretener, pero nada garantiza que eso los lleve a convencer realmente al electorado y que su participación en las urnas pudiera ser nula por la saturación de la información.

Mientras tanto los ciudadanos críticos tendrán que leer despacio y con detenimiento como para descubrir lo poco que pudiera ser verdad entre demasiadas mentiras. Ese es mi pienso.