«Norberto Rivera entregó el Arzobispado de la CDMX. Se reserva lo que más le gusta. De entrada, la casa en la calle Camelia. Es donde ha vivido como cardenal desde hce más de 20 años, cuando sucedió a Ernesto Corripio en 1995. Rivera Carrera le había tomado mucho cariño al cargo y al roce social, el trato con los poderosos, con los barones del capital, con quienes toman todas las decisiones fundamentales del país. Por algo el Papa Francisco se refirió a él y a otros similares con una frase condenatoria»: «la iglesia no necesita Príncipes». Lo comenta José Ureña en «24 Horas».