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EN LA FERIA DEL LIBRO (FIL)

He estado un par de ocasiones en la afamada Feria del Libro de Guadalajara, creada en 1987. La número uno de habla hispana y la segunda feria de libros más grande del mundo, después de la Feria del Libro de Fráncfort, en Alemania. No la supera nadie, y tiene tanta fama que allí llegan los mejores escritores de libros y columnistas de diarios, los afamados españoles de El País y El Mundo de España. Debía asistir algún día, para nosotros los que nos ha dado por escribir por regularidad para algunos diarios y portales y blogs, era necesario ir alguna vez. Es como ir a la Meca de los libros. Vez tantos que no sabes por dónde empezar a comprar. Allí llegan los afamados, los galardonados y algunos Premio Nobel. Mexicanos, muchos, muchísimos. Es un hervidero de gente. Hay tantos libros como estrellas tiene la noche, diría un clásico. Me ha dado, desde que tengo uso de razón, de comprar libros, tengo desde algunos que me costaron en mi juventud, 40 pesos, que quizá hoy serían los 400 que llegan a valer. He pujado y suplicado por ellos. Cierta vez, en Santander, la Cantabria española, me metí a una librería y jalaba uno tras otro, lo que mis euros me permitían, oscilan entre los 40 euros por libro, dependiendo editorial y autor. Mis españoles favoritos son Juan José Millas y el gran Manuel Vicent y Raúl del Pozo o el uruguayo Eduardo Galeano, quien más escribía y sabia de fútbol, hoy lo hace Julián Ruiz, con su columna El cortador de césped, y las mujeres Rosa Montero y Elvira Lindo, y la argentina Leila Guerreiro y algunas otras. De México, admiro a los grandes y los leo cuando puedo. En Santander, cuando partía de regreso la empleada del mostrador de Iberia me sacó como unos 100 euros extras por el peso de la maleta, los libros pesan y es difícil traerlos en los vuelos, ahora las compañías de aviación no dan para dos maletas y hay que pagar la otra extra, siempre y cuando no te pases de los 25 kilos que autorizan. Gachos. Peleaba con ella que la cultura debe ser subsidiada, me veía con cara del Peje a Meade y Anaya y tuve que desembolsar, so pena que se quedaban. Luego, poco tiempo después comencé a comprarlos por línea Internet a la tienda del Corte Inglés de Madrid, y llegaban a la semana o diez días y el costo del flete no era tanto. Ya despuecito, los compro todos en México. Me meto a las grandes librerías por dónde ando. El Aleph de Madrid y una vez en El Péndulo, de Argentina, considerada por el diario The Guardián como una de las 10 librerías más hermosas del mundo. Ese día argentino, platicando con un viejo librero, cuando buscaba uno de Borges de las conversaciones con Bioy Casares, me recomendó uno de Groucho Marx, excelente, aún lo conservo ahí entre mis 3 mil libros que serán donados a la Biblioteca Municipal de Orizaba en cuanto estire la pata, que espero aguante algo. Alguna vez en París, solo por presumir, compré el mundialmente conocido Cien años de soledad de García Márquez y Rayuela de Julio Cortázar, solo para ver cómo se veían en ese idioma. Regreso a la FIL, porque esa vez de ese cierto año que no recuerdo, cuando caminaba entre los editores y los autores que allí daban firmas para el libro, vi a un hombre con turbante, vestido todo en azul panista, tipo como los de Lawrence de Arabia, un escritor quizá de Afganistán o de los Emiratos o paisano de Chahín, árabe, pues. No recuerdo su libro ni su nombre, compré uno, me lo firmó y nos tomamos una foto que guardé por años y hoy exhibo aquí, en este espacio mío, donde tengo algunos lectores, no muchos, quizá tres, no, cinco, como dijo Peña Nieto.