*De García Márquez: “Ahora se muere gente que nunca antes se moría”. Camelot.

LOS PANTEONES

En mis periplos por el mundo he recorrido varios panteones. Cada que puedo me meto a ellos. En Buenos Aires fui a la tumba de Eva Perón, la madre de los descamisados, la de ‘no lloren por mí, argentinos’. Hay panteones ilustres. En el panteón Colón de la Habana visité una tumba donde, cuenta la leyenda, una señora embarazada llamada Amelia murió al dar a luz, la criatura también murió en el trance. Habitualmente se enterraba a las madres con el niño sobre sus piernas, pero al ser exhumados los cadáveres años después apareció el bebé entre los brazos de Amelia. Ésta muestra de amor filial de ultratumba se interpretó como un milagro y desde entonces se le hacen peticiones, últimamente incluso se le piden coches, o comida o una visa para los EE. UU. Claro, la visa la tendrán que pedir al Santo Niño de Atocha, porque Trump les ha cerrado las puertas que abrió Obama. En este panteón se encuentra la tumba de José Martí, aunque la de Amelia es la más visitada.

LAS DE ARLINGTON

He estado en la tumba de los hermanos Kennedy, John y Bobby, en el Cementerio de Arlington. Ya se sumó Jackie, mujer a la que me niego a llamarla Jackie Onassis. Su matrimonio con el feo griego millonario, Aristóteles, solo fue una componenda económica. La viuda de América perdió su glamour. Bien dicen que cuando el amor llega así de esa manera, uno no tiene la culpa. A Montmartre no llegué, cuando anduve en París. No hubo tiempo. En España alguna vez fui a la tumba de Franco y a la de Primo de Rivera, el falangista que le acompaña en ese mausoleo frio y gigantesco. Por las noches, en ese Valle de los Caídos, se les oye murmurar. Cuenta la leyenda que salen a platicar por las noches y a contabilizar los muertos de la Guerra Civil. También en El Escorial, donde anduve en enero con un frío del carajo, allí tienen a los reyes y reinas donde ya no cabe uno más. Copio a Jaime Peñafiel: “La pasada semana dedicábamos nuestra atención al Panteón de Reyes del monasterio de El Escorial, donde acaban de recibir cristiana sepultura los restos mortales de la reina Victoria Eugenia, inmediata antecesora de doña Sofía. Con este enterramiento, el Panteón ha quedado al completo. «Están llenos todos los cajones», en palabras de doña Sofía. El día que fallezcan el rey o la reina (¡larga vida a SSMM!), va a estar complicado. «¡Allá ellos! ¡Ese ya no será mi problema! Que hagan conmigo lo que quieran», confesó la reina a Pilar Urbano. Cierto es que para quienes mueran, esto ya no es un problema, pero sí para la Casa Real. Habrá que habilitar otro lugar en el propio monasterio, construyendo un nuevo Panteón de Reyes. A propósito de panteones, a la duquesa de Alba tampoco le gusta el panteón de los Alba en Loeches. Lo mira como «un monstruo que se traga a los seres más queridos de mi vida». Allí están enterrados su madre, su padre y sus dos primeros maridos. A la compañera Virginia Drake le ha confesado que prefiere la incineren en Sevilla y «dejen mis cenizas debajo del Cristo de los Gitanos», con una lápida que diga: «Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió».

LAS LAPIDAS

Hay lápidas que hablan por sí solas. La inscripción mas afamada, aunque dicen que no existe y es solo una leyenda urbana, es la de Groucho Marx. En su lápida se lee: “disculpen que no me levante”. Otra de un hijo codo y marro, creo que era de Monterrey: “Recuerdo de todos tus hijos, menos de Ricardo que no dio nada”. La de Pancrazio Juvenales es muy buena: “Aquí yace Pancrazio, buen padre, buen esposo, mal electricista casero”. De un marido canijo a su suegra: “Señor, recíbela con la misma alegría que yo te la envío”. En algunos lugares santos, como la Abadía de Westminster, en Londres, están sepultados los reyes y algunas reinas de Inglaterra. Vi con mis ojos la de Enrique VIII. También hay gente sobresaliente, como Charles Dickens. En la Torre de Londres fue decapitada con espadazo, Ana Bolena. En el mismo sitio donde el calenturiento de Enrique VIII la acusó de traición y adulterio, en ese lugar se respira olor a muerte. No hay más que una plazoleta de piedra, porque el sitio de la ejecución lo fijaban con un templete para que la raza disfrutara en vivo las ejecuciones. Tumba célebre la de Marilyn Monroe, en Los Ángeles (allí no he ido), California. Una señora comercianta (Fox dixit) subastó el espacio arriba de la rubia, sacó las cenizas del marido a que ahuecara el ala, y puso a la venta ese nicho para oler a la Marylin, o estar trepado arriba de ella, sueño de todo mortal. La oferta se inició con 500 mil dólares en el portal de Ebay, donde rematan todo.

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