Ayer domingo, el Partido Revolucionario Institucional celebró el 89 aniversario de su fundación. Y lo hizo en medio de un proceso electoral que tiene condiciones inéditas, no sólo en su nivel de competencia sino también en las reglas a las que se deben someter los partidos políticos, principalmente en lo que se refiere a la equidad de género y la fiscalización de gastos.
Hablar del PRI no es una empresa sencilla. La historia es larga, los aciertos muchos, pero también se cuentan errores que han contribuido al rechazo social en algunos sectores de la población.
Es innegable que el PRI es el partido político que más ha contribuido a la historia de México: desde la creación institucional del gobierno tras la revolución mexicana, el crecimiento sostenido del desarrollo estabilizador –que incluye a los principales organismos sociales del país-, hasta las reformas estructurales, cuyos resultados aún estamos por conocer.
Con razón, muchos plantean el hecho de que cualquier otro partido en el gobierno también hubiera creado nuestras instituciones a lo largo de estas décadas, como ha sucedido en otros países. Sin embargo, la realidad es que quien las formó fue el Partido Revolucionario Institucional.
Innegable también es el hecho de que a pesar de sus conflictos y contradicciones, el PRI ha dado a México posibilidad de establecer un sistema político democrático; tal vez esa sea su mejor herencia. Nuestro país no pasó por el terrible conflicto de regímenes militares como en América Latina o las eternas dictaduras que aún persisten; a cambio de ello, fue construyendo de manera pacífica –junto con otras fuerzas políticas- el sistema político que hoy tenemos.
Como el resto de los partidos políticos en México, pasa por una etapa compleja ante una sociedad cada vez más demandante y mejor informada. Hoy la principal aspiración del PRI no es lograr la unanimidad de criterios –lo que nos asemejaría a un Estado autoritario- sino seguir siendo la expresión política con la que se identifiquen la mayoría de los mexicanos.
Y esta aspiración la sustenta con una nueva responsabilidad social, donde debe actuar de manera enérgica en contra de la corrupción y la deshonestidad. En ello no debe haber simulación ni complacencia.
La elección presidencial de 2018 representa un reto muy particular a los partidos políticos y a los ciudadanos: hacer que las promesas y las aspiraciones se conviertan en una efectiva acción de gobierno. El problema de nuestro sistema de partidos es que a pesar de que los ciudadanos tienen una visión muy clara de sus demandas y el gobierno que necesitan, no encuentran quien los represente.
¿A qué aspiran los ciudadanos? A un México con instituciones públicas fuertes, capaces de regular la convivencia de los ciudadanos, las empresas y el gobierno. Un gobierno que garantice el Estado de Derecho y el correcto ejercicio del poder público, evitando el abuso de los poderes público y privado en contra de los mexicanos más vulnerables.
En el norte o en el sur, los mexicanos desean gobiernos éticos, abiertos, transparentes y capaces de resolver los problemas de la inseguridad, la impunidad, la corrupción, la desigualdad y la pobreza. Un México donde se viva en paz.
Por eso es que el PRI ha apostado en esta elección presidencial por José Antonio Meade, un candidato que tiene la experiencia profesional y el conocimiento para realizar un proyecto de nación que responda al anhelo de los mexicanos. No debemos permitir que mientras el mundo acelera su camino al desarrollo, en México divaguemos en la disputa estéril de los grupos que luchan por el poder.
Para mí, es una distinción ser el responsable de la campaña de Pepe Meade en el estado de Veracruz. Es una tarea que desempeñaré con pasión y responsabilidad, porque estoy convencido que se trata del mejor hombre para cumplir con esta aspiración de los mexicanos, lo que implica además, que Veracruz recupere el orden y el crecimiento.
Ayer el PRI cumplió años. Y a pesar de los achaques propios de su edad, goza de cabal salud. Vamos a ganar la Presidencia con un hombre limpio que representa lo mejor de los mexicanos.
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