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Excélsior

Presentarse ante un juzgado para demostrar que uno está vivo al parecer no es una prueba suficiente.

Esto lo comprobó Constantin Reliu, un rumano que por motivos de trabajo se fue a vivir a Turquía a comienzos de los años noventa. Hace apenas un mes el hombre regresó a su país natal para encontrarse con la sorpresa de que su esposa lo había declarado muerto al no tener noticias suyas.

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En 2013 la mujer de Reliu presentó una solicitud al tribunal de la ciudad de Barlad, para recibir el certificado de defunción, el cual fue aprobado por las autoridades en 2016.

De acuerdo con la ley rumana, el hombre de 63 años, aún puede solicitar la anulación del certificado de defunción, pero tiene que hacerlo en el mismo tribunal donde se emitió la decisión de 2016. No obstante, por el momento el hombre no tiene recursos para seguir la batalla en los tribunales.

Oficialmente, estoy muerto, aunque estoy vivo. No tengo ingresos, y no puedo hacer nada, porque me consideran muerto», explicó el hombre a la agencia AP.

Aunque se tiene la versión de Reliu, AP no pudo localizar a la esposa para escuchar su lado de la historia.

Las autoridades me midieron la distancia entre los ojos para ver si correspondía a viejas fotografías, me hicieron preguntas y revisaron mis huellas dactilares. Pudieron comprobar que si soy yo, pero aún así no quieren revocar el certificado.