Por Ramón Durón Ruiz (+)
«Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de 7 años decidió ayudarlo a trabajar. El científico, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en distraer su atención, encontró una revista, en donde había un mapa con el mundo.
Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: — Como te gustan los rompecabezas, te doy el mundo todo roto para que lo repares.
Calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, el niño le dijo: — ¡Papá!, ya lo terminé.
El padre creyó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en su debido lugar. ¿Cómo el niño había sido capaz?
El padre preguntó con asombro a su hijo: —Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?
— ¡Papá!, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando me diste el mapa, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que le di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta y vi que había arreglado al mundo.”
Para recomponer al mundo es fundamental educar a los jóvenes con principios y valores, invitarlos a que pospongan la inmediatez de los placeres, por el poder a largo plazo de los valores, que enriquecerán sus expectativas, logrando su realización personal, haciéndole más fácil la toma de decisiones.
Los jóvenes que viven con valores saben que su destino está más allá de las cosas materiales, no malgastan su tiempo, su autoestima es elevada, se quieren así mismos, abren los brazos al cambio, sienten que su vida vale la pena, recepcionan cada día un mundo de abundancia y de bendiciones que el universo tiene para ellos, se encuentran con su destino.
Que vital es enseñar a nuestros jóvenes que hay que darle tiempo al tiempo, –porque la vida no es una carrera de velocidad–, enseñarles a cultivar un mundo de valores, que los lleve a tomar conciencia de la importancia del breve espacio de la vida.
Los valores tienen la virtud de encontrar al ser humano consigo mismo, haciéndonos héroes de nuestra propia historia; enriquecen nuestro núcleo vital, llevándonos al encuentro con la felicidad, la trascendencia y el éxito.
Los hombres que sobreviven, –porque no saben vivir la vida– se refugian en los momentáneos y efímeros placeres materiales; los hombres que construyen la historia, tienen un mundo lleno de valores, que en tiempos de tormenta les da una perspectiva clara, porque saben a dónde van.
Cuando un ser humano vive con valores, se redescubre así mismo; fortalece su inmutable sentido de vida; se aleja de la temporalidad, de las cosas superfluas, vanas e intrascendentes; sabe dónde están sus límites; agudiza su sentido de pertenencia enriqueciendo su cualidad más distintiva, esa rica tenacidad que lo conduce a ser feliz.
Las sociedades se extravían o se conservan por el mundo de valores en el que gira su educación, así es como los hombres forjan su carácter y obtienen excelentes resultados, cuando no renuncian a sus principios, cuando se valoran así mismos y sus cimientos, están llenos de una ética y moral que les generan una vida en equilibrio.
Vivimos en un mundo pleno de violencia y desaliento en donde el avance científico y tecnológico, rebasan nuestra actitud de sorpresa, el secreto está en no distanciarnos de los valores heredados por la tradición oral, que tienen la magia de iluminar la inteligencia, nos lleva a la toma de decisiones adecuadas y a replantearnos la existencia; la base de los valores en el ser humano es el amor incondicional, –que hace que más allá de sobrevivir, aprendas a vivir, a gozar, a disfrutar y a sentir un rico enamoramiento con el milagro del nuevo día.
Tus valores son tu destino, cuando nutres tu alma con la suave lógica de la ética, los principios y lo valores de la vida, no extraviarás el camino, confías en ti mismo, entiendes que no estás vivo por casualidad, que llegaste a ésta vida para amar, ser amado y trascender
El viejo Filósofo de Güémez aprendiendo del humor del mexicano, afirma: “Hay políticos que se acuerdan de los valores y los principios… ¡CUANDO ESTAN EN LOS FINALES!