“Las personas sin proyecto de vida son como un barco
en alta mar sin vela ni timón”
Cada inicio de año las personas tenemos la oportunidad pero, sobre todo el enorme privilegio de reescribir una vez más nuestra historia. Antes de concluir cada año, o en el preludio del año nuevo, es común que los individuos u organizaciones realicen ejercicios de introspección para identificar lo que realizaron bien, lo qué dejaron inconcluso, a la mitad del camino, o simplemente todo aquello que no se realizó de la mejor manera.
Este ejercicio es esencial para determinar las áreas de oportunidad en el plano personal, identificando las debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades, todo ello con la finalidad de establecer metas más ambiciosas y obtener mejores resultados en el futuro inmediato.
La importancia del proyecto de vida
El proyecto de vida debe contemplar al menos tres aspectos: primero, la persona visualiza a dónde quiere llegar; segundo, establece las acciones que debe realizar para llegar al lugar que visualizó; y por último, define los productos de las realizaciones concluidas a través del tiempo.
El proyecto de vida facilita establecer con claridad a dónde quiere llegar la persona en un futuro determinado, facilita la toma de decisiones, y alinea las acciones cotidianas con el objetivo establecido mejorando sus resultados en menos tiempo; impide que las buenas ideas queden sólo en buenas intenciones, ya que obliga a ser metódico y ser más ordenado. Además, considera los diferentes aspectos de la vida con un enfoque integral, permitiendo administrar la existencia de manera coherente y unificada, produciendo el círculo virtuoso de la mejora continua en uno mismo, lo que genera el hábito de controlar y mejorar la vida propia.
Por está razón, una persona sin un proyecto de vida está a merced de las condiciones sociales y económicas que lo rodean, y las decisiones que habrá de tomar en el presente, no serán necesariamente las más acertadas para construir el futuro deseado quedando a la deriva en medio de un entorno agresivo y convulsionado.
Por lo antes comentado, tener definido un proyecto de vida es útil por muchas razones. Lo más importante es que le da sentido a la existencia de la persona, ya que le produce anhelos, deseos, motivos, metas, y razones para seguir viviendo, además de trascender las dificultades que se le presentan cotidianamente en su contexto.
La falta de perspectiva en la vida
No obstante, es alarmante cuando revisamos cifras y observamos que la gran mayoría de los mexicanos no sabe hacia dónde se dirige, cuál será su futuro económico, profesional o familiar, mucho menos si ha concebido un proyecto de vida. Hace cuatro años, la consultoría Brújula Interior reveló que el 80% de los mexicanos carece de tales objetivos e ignora dónde estarán al llegar a los 30, 40 ó 50 años de edad, qué trabajo van a desempeñar o, si poseer un auto, un departamento y una familia son suficientes para ser exitosos.
Otro factor que es importante observar, es que durante el 2015 en México, 2 de cada 9 jóvenes (22%) no estudian, trabajan, ni están en capacitación (Nini), esto representa poco más de 6.5 millones de personas (de 15 a 29 años de edad), dato significativamente por encima de la media de los países miembros de la OCDE, que es del 15%.
El escaso interés de la sociedad por pensar en el futuro, lo he percibido personalmente en las diversas actividades que he realizado en mi vida profesional, en congresos, foros y talleres a lo largo y ancho del país, donde son contadas las personas que tienen un proyecto de vida definido.
La falta de perspectiva, aunada a los vaivenes de la vida cotidiana, como el deterioro de las condiciones laborales, la incertidumbre en el empleo, la inseguridad y falta de oportunidades educativas, afecta e influye negativamente en la autoestima de muchas personas, provocándoles desconfianza en el porvenir, desánimo, apatía, indolencia, frustración, angustia, ansiedad, incertidumbre e indefinición hasta llegar a una condición de abandono e inactividad, y los que logran sobre ponerse a esto, llegan a ubicarse en empleos temporales y en la informalidad laboral.
Renovar los propósitos permanentemente
Cualquier momento es la ocasión perfecta para levantar la vista y exigirnos más, los fracasos del pasado son aprendizajes que debemos tener en cuenta en el presente, los proyectos o acciones que dejamos inconclusos son excusa perfecta para olvidarlos o retomarlos, y los aciertos que tuvimos son el cimiento para continuar construyendo hacia adelante.
Independientemente de lo difícil, complicado o turbio que sea el presente y aún cuando de la misma manera se vea el futuro, dentro de los propósitos deben estar incluidos el continuar generando oportunidades, construir y crear mejores condiciones, porque si permanecemos pasivos tarde o temprano alguien más ocupará nuestro lugar y seremos desplazados o superados por aquellos que sí tuvieron el coraje de seguir avanzando.
Recuerda que planes sin acción son sueños y acciones sin plan se convierten en caos. Así que te invito a que hagas tu plan de vida y pongas mano a la obra.
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