Para la astronauta Chiaki Mukai ir al espacio en el Japón pobre de la posguerra de su niñez era una hazaña inimaginable. Con 65 años y dos misiones de la NASA a sus espaldas, su sueño ahora es convertirse en azafata de vuelos comerciales a la Luna, “que pronto se convertirá en un destino turístico”.
La Luna es un destino “muy prometedor y muy realista” de cara al asentamiento de los primeros humanos en territorio extraterrestre, donde la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) espera que las primeras personas se establezcan hacia 2030, explica Mukai en una reciente entrevista en Tokio con Efe y otros medios internacionales.
La imagen de grandes urbes futuristas y súper pobladas en el espacio no es la que esboza Mukai (Tatebayashi, mayo de 1952) para un futuro próximo, sino reducidos complejos hoteleros, construidos principalmente bajo la superficie del satélite natural de la Tierra para protegerse de la radiación, y a los que acudirían un número limitado de viajeros.
En los vuelos de tres días al satélite se ve ella- la primera mujer nipona que tocó el firmamento- ayudando en lo posible gracias a su formación médica. Mukai es doctora en Fisiología especializada en cirugía cardiovascular, campos en que trabajó en sus expediciones espaciales en 1994 y 1998.
Su interés por los viajes interestelares nada tuvo que ver con la influencia de novelistas como Julio Verne. En el asolado Japón tras el final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) “ser astronauta era para los japoneses el sueño de un sueño, era algo reservado para grandes países como Estados Unidos y Rusia”, recuerda.
Interesada por la Medicina desde joven por los problemas de movilidad en las piernas que padecía su hermano pequeño, Mukai se licenció en 1977 y ejerció en diversos hospitales hasta que un día el Gobierno japonés publicó un anuncio en busca de exploradores.
“Buscaban gente para ir al espacio, mujeres o varones, y no eran necesarios conocimientos de pilotaje. Era para investigación, así que me presenté voluntaria”, rememora más de tres décadas después.
Tras una dilatada experiencia que le valió en 1995 el Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional junto al español Pedro Duque (Madrid, marzo de 1963) y el estadounidense John Glenn (1921-2016), a finales de 2017 fue nombrada directora del Centro de investigación de colonias espaciales (RCSC) nipón.
En este centro de la Universidad de Ciencias de Tokio (TUS) se están diseñando colonias espaciales mientras se intentan solucionar retos como el abastecimiento energético y el cultivo de alimentos.
Tamaño proyecto podría llevar a preguntarse por qué la humanidad está obsesionada por conquistar el espacio. Para Mukai está en su naturaleza.
“Las personas tenemos una tendencia natural a expandir nuestras actividades fuera de nuestras áreas -a otras ciudades, países-, cada vez más y más y, en esta situación, la Tierra se nos queda pequeña, ¿no crees?”, reflexiona con una sonrisa mientras explica que es como verter tinta en un cubo de agua y esperar que no se desplace.
Además de los intereses antropológicos que conlleva la conquista del universo, la veterana astronauta señala un componente económico: “el espacio es lugar muy bueno para invertir y las empresas se han dado cuenta de ello”. Amazon ya estudia proyectos para hacer envíos a la Luna y Google ha hecho grandes inversiones en satélites.
La industria espacial movió aproximadamente 330 mil millones de dólares (unos 268 mil millones de euros) en 2016 en todo el mundo, lo que supone un crecimiento del 20 por ciento en cinco años y da una muestra de su potencial.
Rememorando su estancia total de dos semanas en el espacio, Mukai habla de la belleza de nuestro planeta pero sobre todo de su toma de conciencia sobre la gravedad y “lo única que es la Tierra gracias a ella. Buscamos otros planetas con la misma particularidad y que albergue la misma diversidad de especies sin hallarlo”.
En hueco especial en su corazón tiene además el español Pedro Duque, al que ve “como a un hermano” y con el que le gustaría contar para dar clases en el RCSC en el futuro.
Como astronauta pionera en Japón y parte del menor porcentaje de mujeres que han llegado al espacio, la pregunta era obligada. ¿Hay discriminación en un sector predominantemente masculino?
“Lo único que me pregunto cuando me planteo hacer algo es: ¿estoy suficientemente bien educada? Si es así, sigo adelante. Es posible que forme parte de una minoría (dentro de la industria espacial), pero disfruto haciendo lo que hago, así que nunca he pensado en los beneficios o desventajas de ser mujer”.