Por Ramón Durón Ruíz (+)

«Aquel que no cree en DIOS, es un ateo; pero quien no cree en sí mismo, en el mar de la vida, es un barco sin brújula, ni timón”
Creer en ti mismo, es el principio básico para elevar tu autoestima, para crear tu realidad; te lleva a salir del círculo vicioso que genera tu zona de confort, a correr riesgos; te anima a creerte capaz de realizar tus sueños, a ir más allá de tus límites.
Creer en ti mismo, no es cuestión de edad o sexo, sino de una actitud que te lleva a enamorarte de la vida, a detonar el cumulo de poderes que desconocías tener, a relacionarte en armonía con el universo, confiando en la toma de tus decisiones; es entonces que nada te detiene para triunfar y ser feliz.
¿Por qué cuando un ser querido cumple años le llevas un regalo? Y al ser más importante de la vida…¡TU! No le regalas el creer en ti mismo, en automático se abrirán puertas que estaban cerradas, darás lo mejor que hay en ti, vendrá una auto aceptación que cambiará positivamente tu vida.
Cuando recibas el nuevo amanecer, recuerda que lo que te inspira –que es entrar en contacto con el espíritu– es creer en ti mismo, porque “Si lo puedes creer… lo puedes crear” si tú no crees en ti mismo ¿Quién lo va a creer?, entonces vas rumbo al fracaso y tú no estás vivo para fracasar, tienes una tarea: dejar pintado tu semblante en la faena y trascender con amor incondicional.
Cuando crees en ti, te vuelves invencible, surge una voz que te susurra amablemente al oído, haz el desaliento a un lado, que tú eres más grande que el dolor y la tragedia, para ti no hay imposible, entonces como por arte de magia, lo que antes era imposible, se vuelve posible y puedes lograr lo que te propongas.
Cuando crees en ti mismo, no requieres que alaguen tu vanidad, ni inflen tu ego, estas seguro de lo que eres y de lo que tienes, conoces tu potencialidad y lo multiplicas con tu fe, entonces puedes hacer lo que te propongas, porque estás lleno de optimismo, que es el camino a la autorrealización y el equilibrio interior.
Creer en sí mismo, traspasa barreras que el miedo te había impuesto, hace que los milagros sucedan, desocupas tu alma soltando los problemas, para ser recipiendario de las miles de bendiciones que HOY hay para ti.
Si HOY te das permiso de creer en ti mismo, no te frustras ante los tropiezos, al contrario los utilizas como un aprendizaje para tu evolución espiritual, sientas los cimientos para superar tus debilidades y fortificar tus fortalezas.
Creer en ti mismo, te genera una actitud mental-física-espiritual positiva, que elevará tu estado de ánimo, para que seas capaz de trasformar lo simple en extraordinario; tus alas se liberarán de aquello que le impedían volar; accesarás a los intrincados caminos a tu interior, que te llevarán a conocer los secretos de la existencia, logrando la plenitud de tu ser.
Cada nuevo amanecer, la vida te presenta dos opciones existenciales: convertirte en víctima de los problemas o enfrentar los miedos y vencerlos; cuando crees en el ser más espectacular y hermoso del universo: ¡TU MISMO! Eres superior a la derrota, te elevas por encima de la adversidad, brota el optimismo, entonces obtienes el máximo provecho de la vida.
HOY reconoce que la vida es una mezcla de éxitos y fracasos; has que los éxitos te animen y los tropiezos te fortalezcan; conviértete en un peregrino que cree en sí mismo, y renace al amor incondicional con actitudes y pensamientos positivos; fluye con el río de la vida, como fluyen los ríos aguas abajo, “su gran sabiduría, radica en que no discute con ningún obstáculo, simplemente los entiende, los rodea… y ¡sigue su camino!”
En la fiesta de la vida, aquel que cree en sí mismo, se lleva lo que busca, HOY despierta conciencias tocando vidas con alegría, acompaña a la gente en su proceso de crecimiento, enamóralos de sí mismos, recuerda que eres un monumento a la victoria, eres un ser de luz inmensamente feliz y más grande que la derrota.
Las cosas serias, si se dicen en tono coloquial y con buen sentido del humor, son esplendidas, lo que me recuerda “Aquella niña que llega a su casa molesta y le dice a su mamá:
— ¡Ama´, en la escuela me dicen que estoy bien gorda.
— ¡Pobrecilla!, –responde su mamá.
— ¡Gracias ama´!, tu si me quieres y me comprendes.
— Que comprenderte ni que la ‘ingada… ¡POBRE SILLA!”