CINE Y LITERATURA, 90 AÑOS DEL PREMIO ÓSCAR. (III)

“Mi bella dama” es una película musical estrenada en 1964 y galardonada con el Premio Óscar como mejor película. La producción fue dirigida por George Cukor, y el guion realizado por Alan Jay Lerner está basado en la obra de teatro escrita por George Bernard Shaw titulada: “Pigmalión”. El personaje histórico llamado Pigmalión, en la mitología griega se enamoró de una escultura bellísima que él mismo había realizado y a la cual le puso el nombre de Galatea, la diosa Afrodita le cumplió el sueño y convirtió a Galatea en una mujer de carne y hueso para que Pigmalión la cuidara y amara.
Pigmalión y Galatea es uno de los mitos más transmitidos en la historia del arte, Bernard Shaw en 1914 publicó una de sus obras teatrales más conocidas y cincuenta años después cuando la obra se presentó en la modalidad de película musical, tanto la obra escrita como la película se convirtieron en un referente de la cultura universal, por todo lo mencionado y teniendo de manera general el conocimiento del mito, conozcamos al moderno Pigmalión de Bernard Shaw.
La obra está compuesta en cinco actos, los personajes centrales son: “Madre (Señora Eynsford Hill), Hija (Señorita Eynsford Hill), Florista (Elisa Doolitle), Mistress Peace, Mistress Higgins, Una Doncella, Caballero (Coronel Pickering), El de las notas (Enrique Higgins), Alfredo Doolitle.” A continuación, en el presente artículo se abre el telón:
Todo sucede allá por el año 1912 en Londres, Inglaterra, eran las doce de la noche y la gente se encontraba en el Pórtico de la Iglesia de San Pablo esperando un taxi que las pudiera llevar a su casa debido el fuerte aguacero que caía, una joven florista accidentalmente choca con uno de los transeúntes y cae, pero, luego, luego se levanta y empieza a intentar vender sus flores a las elegantes señoras que esperan los taxis. La florista tiene unos dieciséis años, es guapita, de rasgos muy humildes: “Sin embargo, se ve que con un poco de cuidado sería una muchacha muy aceptable.”
En el mismo lugar se encuentran Enrique Higgins, quien es un reconocido lingüista encargado de escribir el alfabeto fonético universal, Higgins le compra a la chica unas flores y en ese contexto conoce al Capitán Pickering, personaje que acaba de llegar de la india y era el autor de “El sánscrito hablado”. Pickering le dijo a su colega Higgins que había viajado exclusivamente a Londres para conocerlo y ver su gran trabajo de fonética universal, a lo que Enrique respondió que él estaba pensando viajar a la india con el mismo propósito, los lingüistas entablaron gran amistad y Pickering se fue a residir a la casa de Enrique Higgins.

Al poco tiempo de lo sucedido en la Iglesia de San Pablo, la florista llamada Elisa Doolitle se presentó en la casa de Higgins, el motivo de su visita era para que Enrique le enseñara a hablar. Elisa tenía la aspiración de trabajar en una tienda elegante de flores y por tener un lenguaje vulgar no lo había podido hacer, Elisa además de pobre, era muy desagradable por su forma arrabalera de hablar. Con Elisa enfrente, Higgins le apostó a Pickering que en seis meses si él se lo proponía haría de Elisa una dama de sociedad, es más sin problemas podría pasar por Duquesa.
La apuesta se formalizó, Elisa aceptó ser educada en modales y habla por parte de Enrique Higgins, la chica desde un inicio demostró a pesar de su humildad, ser de espíritu digno, una joven independiente, honrada, agregando que poseía gran virtud para aprender la lenguas, buenos modales, resultó ser muy limpia, ordenada, en dos meses tuvo su primer reunión en sociedad y si bien cometió algunos errores en su forma de hablar, al momento que llegó a la reunión todos los que no conocían sus orígenes quedaron sorprendidos de su belleza y elegancia:
“La doncella aparece de nuevo y anuncia a la señorita Elisa Doolitle. Elisa, deliciosamente trajeada, produce al entrar tal impresión de hermosura y distinción, que todos se levantan como cohibidos. Es un contraste enorme con la florista estrafalaria de antes. Guiada por la mirada de Higgins, se acerca a la señora de la casa, con gracia estudiada. Elisa. (Con corrección pedantesca y hermosa cadencia de voz.) ¿Cómo está usted, señora? Su hijo me dijo que usted me haría el honor de recibirme; así es que me he permitido… Mistress Higgins. (Cordial) Tengo una verdadera satisfacción por conocerla.”
Toda prueba que se lo ponía a Elisa era satisfactoriamente superada, el último gran evento se dio en una Ópera, terminado el evento los colegas lingüistas llegaron a su casa cansados y frente a su muñeca creada Enrique le expresó a Pickering:
“Sí, sí; estaba muy segura de sí misma. La verdad, si no es por la negra honrilla, no llevo la broma hasta el final. Pero, en fin, me había empeñado en ello, y por eso la llevé adelante. Al principio, mientras estuvimos en la parte fonética, la cosa me interesó; pero luego me fue pesando lo indecible. Lo dicho: de no haber sido por el empeño, lo hubiese abandonado todo a los dos meses de empezar. Le aseguro a usted, Pickering, que no me vuelven a coger en otra. Una vez y no más. No haré más duquesas postizas.”
El experimento había terminado con gran éxito, fue aquí cuando Elisa estalló y después de una fuerte discusión con su maestro y creador Higgins, decidió irse de la casa, le dijo que hubiera preferido la dejara como una humilde florista, independiente, digna, honrada, a lo que aparenta ser hoy, una dama de sociedad que no tendrá de que vivir ni como sostenerse:
“Elisa. – Antes de que se vaya caballero… Higgins. – (dejando, de la sorpresa, caer las zapatillas.) ¡Caballero! Elisa. – Deseo saber si mi ropa me pertenece o es del coronel Pickering. Higgins. – (Volviéndose a entrar del todo, cada vez más sorprendido.) ¡Para qué demonios puede hacerle falta al coronel tu ropa? Elisa. –Tal vez para la próxima muchacha que recojan ustedes para sus experimentos. Tengo que saber lo que puedo llevarme y lo que no. No quiero que luego me llamen ladrona. Higgins. – (Muy enfadado.) Llévate, con mil demonios, toda la casa, si quieres. Excepto las joyas, que son alquiladas. ¿Estas satisfecha ahora?”
A Elisa no le preocupada tanto su futuro, sino el trato tan frio e indiferente que recibía de Higgins, él le pedirá que regrese, sin embargo, nunca manifiesta amarla, es un hombre de cuarenta años que no tiene pensado casarse ni le interesa la vida conyugal. Elisa cree en los sentimientos y en la pasión, la historia completa es fascinante y si bien cuando se cierra el telón en la obra de teatro, el final queda abierto, en el epílogo Bernard Shaw nos presenta a un nuevo Pigmalión que lo considero insensible y materialista, es decir, más acorde a nuestros tiempos, que aquel Pigmalión de los siglos pasados romántico y enamorado…
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