A estas alturas de las elecciones, donde de acuerdo a las encuestas, a nivel nacional ya tenemos un ganador, en la figura de Andrés Manuel López Obrador; a nivel local, el triunfador es Miguel Ángel Yunes Márquez, lo único claro que tengo es el sentido de mi voto y no tengo que escuchar propuestas o esperar debates… ¿por qué? a lo mejor porque inclino mi preferencia electoral como quizás lo haga la mayoría del votante: movido por un sentimiento y éste, muy ajeno al “me cae bien”, “está guapa/o” (remember EPN), “creo en él/ella”… sino en los básicos de las teorías políticas que la mayoría de los candidatos usan de manera consciente o no, sin saberlo o con conocimiento de causa: miedo, odio y esperanza.

Donald Trump es quizás el ejemplo más reciente de ello, cuando generó en sus simpatizantes un enemigo común al cual temer y odiar a la vez, para convertirse él, en la esperanza de un estado americano sin migrantes (fueran legales o ilegales, el re-sentimiento permeó a ambos).

En su momento, bien valdría la pena recordar el “López Obrador es un peligro para México” como a su vez, “la mafia del poder” que incitaba al rechazo a las instituciones en una sociedad que al menos, en lo que tengo uso de razón, siempre las ha odiado, sólo que hoy, quizás por la diseminación que se hace en las redes sociales y muchas veces, el anonimato que ellas permiten, es que hay más valientes que fustigan tanto a las autoridades como a los críticos de sus líderes o mesías cuando hay quien pone el dedo en la llaga.

El efecto del uso de estos tres elementos es tan bueno, que por eso, cuando un candidato nos habla de sus proyectos, planes de trabajo o ideas a largo o mediano plazo, no logran hacer química con el ciudadano, a diferencia de si el candidato lleva en su discurso “cárcel a los corruptos del sistema”, pues el deseo de justicia, revancha, castigo, se abraza con más facilidad. A Miguel Ángel Yunes Linares le funcionó. El asunto hoy es que los candidatos del Gobierno del Cambio traen un discurso de continuidad que no tiene ninguno de los elementos básicos que hagan hervir la sangre en la gente… hasta el momento. Pusimos en columnas anteriores, el ejemplo de Julen Rementería, quien si bien, sus intenciones de caminos, carreteras y libramientos, entre otros, conllevan desarrollo, hacer ver al político como un candidato “Nerd”, “Ñoño”… por su parte, Yazmín Copete Zapot ha entrado en un rollo del cuidado del medio ambiente, que si bien, es una propuesta buena, ¡nomás no prende!

No es el único caso… ya que estamos con los candidatos al Senado, pues Juan Callejitas no canta mal las rancheras… en su arranque de campaña propuso a sus “adversarios, no enemigos políticos”, a preservar la civilidad y el respeto mutuo durante la campaña, pues “los veracruzanos quieren escuchar propuestas y soluciones a las problemáticas sociales, no denostaciones ni ataques entre candidatos”.

Es seguro que sí, que sí haya alguno que otro veracruzano que diga: “ay, sí; no se digan cosas… mejor cuenten sus propuestas”, pero estoy más seguro que lo que se espera es ver quién escupe primero, como cuando uno iba en la primaria.

Mientras, Rocío Nahle nos confirma la regla en su banner de Facebook: Esperanza y justicia (venganza, revancha… odio). Dos de los elementos esenciales a la hora de despertar la pasión electoral.

Habrá que ver ahora que inicien las campañas a Gobernador, cuál será el discurso de cada candidato, aunque en lo particular, me tendrá sin cuidado, pues ya tengo definido por quién no he de votar…

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