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Notimex

Tarde triste, de llanto y palabras entrecortadas, de abrazos doloridos, de padres y familiares que revivieron momentos felices de 19 niños y siete adultos que hoy no están más y que aseguran no se los arrebató el sismo de septiembre pasado, sino la corrupción de la dueña del Colegio Rébsamen, Mónica García, hoy prófuga de la justicia, y de Claudia Sheinbaum, actual candidata de Morena a la jefatura de gobierno.

Alejandro Jurado, de Ángeles contra la Impunidad, abundó que “no es ético ni moral hacer como que no pasa nada. La delegación Tlalpan y Sheinbaum en específico tienen que dar la cara. Tal parece que nos tiene miedo”.

Esta misma semana, subrayó, nos citaron en el Infodf, no fueron. “Según que por cargas de trabajo. ¿Cuáles cargas? Una de sus obligaciones es transparentar”.

Advirtió que “no dejaremos de luchar, incomode a quien incomode. No dejaremos que esta tragedia vuelva a pasar. Hay muchos colegios en esta zona que trabajan de manera irregular, con uso de suelo habitacional, rebasando los pisos permitidos”.

Una risa burlona escolta a quienes toman la palabra, la de la entonces delegada de Tlalpan en una imagen tomada por diario El Universal la única ocasión después del sismo que se reunió con los familiares de los menores en el colegio, que quedó congelada para la historia y fue transmitida en pantallas.

“Tenemos derecho a la información. Son siete meses que Sheinbaun no ha dado la cara, cuando dijo inicialmente que toda la documentación estaba en regla. Si es así, ¿por qué no la entrega?”.

Miriam Rodríguez, madre de José Eduardo Huerta Rodríguez, señala que “no es lo mismo decir aquí murió que aquí los mataron”. Muestra la escuela; los menores en el simulacro de esa mañana, justo aprendiendo a desalojar la escuela por donde Protección Civil de la delegación lo marcó, y también justo donde se dieron horas más tarde el mayor número de muertes.

Los papás hablan, explican, muestran documentos, hablan de las últimas palabras que intercambiaron con sus hijos, de las fiestas de cumpleaños que preparaban, de la confianza con que los dejaron en el colegio, desconociendo los “cochupos” entre la dueña del Colegio y las autoridades, que “pasaron por alto” las irregularidades con que despachaba.

Se dijo mucho, pero cada uno de quienes tomaron el micrófono exigieron justicia, tan simple, tan difícil de conseguir para los 19 niños, dos maestras y cinco trabajadores de mantenimiento de esta escuela.

La cita fue en el Colegio Rébsamen a las 16:30 horas, cuando de gota en gota fueron llegando las familias, los amigos, los vecinos y medios de comunicación. Muchos llegaron de blanco, como se había propuesto.

En la pared de madera que dividía a los padres del Colegio Rébsamen (cuyos pilotes de madera que detenían algunos techos se han reventado en varias partes del lugar) se fueron colocando los nombres de los menores, y luego ángeles a su lado: Aned, Gus, Daniela Itzel, Alexis, Eduardo, Daniela, Paquito, Pao, Eileen, Moni, Diego, José Eduardo, Valentina, Oskar Andrè, Santi, Alexandra, Karlita, Joshua y Fernanda.

Se prendieron veladores y se pusieron fotografías de algunos niños y carteles en demanda de justicia y con las fotografìas de Mónica García y Claudia Sheinbaum como principales responsables de esta tragedia.

Se hablaba “bajito”, como cuando las familias se reúnen en un sepelio. La palabra “justicia” era la más demandada y la más ausente. Una triste y sucia bandera de México que sobresalía de entre los escombros de la escuela acompañó a las víctimas de este dolor.

Todo terminó de manera sencilla, con globos blancos en el cielo como queriendo decir, “estamos, aunque no nos veamos” y como la demanda de justicia para quienes en verdad la quieren hacer.