La gran expectativa que generó el ejercicio del debate entre los candidatos a la presidencia de la República, para los millones de mexicanos que lo sintonizaron, no radicaba en convencer a los que ya tenemos decidido a quien otorgarle nuestro sufragio este próximo domingo primero de julio del año en curso; sino en llegar a todos aquellos que se auto definen a sí mismos como indecisos y determinen, con su voto útil, el rumbo que tomará inevitablemente la elección.

Absolutamente todos conocemos al que sigue siendo el puntero en las encuestas y que, por cierto, conviene recordar lleva ya doce años en campaña; el cual no es otro que Andrés Manuel.

El día de ayer se mostró, al principio, con una actitud serena, hablando de –según él- su exitosa gestión como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Enseñó unas láminas con unas gráficas que apenas daba tiempo de analizar, y en las que aseguraba se redujo la inseguridad durante este periodo. Olvidando, muy probablemente, la histórica marcha que tuvo lugar en junio de 2004 en el antiguo Distrito Federal, en la cual miles de mexicanos se lanzaron a las calles, para protestar por la creciente inseguridad de aquel entonces; misma a la cual desacreditó y definió, en sus palabras textuales, como “una caminata integrada por un grupo de pirruris”.

Conforme fueron avanzando los minutos, quedaba claro que, fiel a su costumbre, respondería con evasivas, mientras se le notaba incómodo y torcía el gesto. Recibió los primeros cuestionamientos; empezando con el candidato independiente y ex gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, alias “El Bronco”. Más de una y más de otra vez, se rehusó a contestar de manera directa sobre la segunda vuelta; la famosa amnistía a criminales; y sobre la devolución de los fondos otorgados por el INE para la campaña. Nada. Más de lo mismo.

Empezaban a sonar de fondo algunos de sus grandes éxitos: “Soy demócrata y Juarista”, “En la democracia se gana o se pierde” o, mi favorito, “La mafia del poder”.

Y es que, a los que ya estamos algo mayores, nos queda la impresión de que, ver y escuchar al señor López, es como presenciar esa excelente película protagonizada por Bill Murray llamada el ‘El día de la marmota’; en la cual el personaje principal queda atrapado en un bucle interminable, donde todo lo que vivía en un día se repetía una y otra vez. En este caso, ¡los mexicanos llevamos tres elecciones presidenciales escuchando al mismo, repitiendo lo mismo!