La tragedia cómica que el mismo título daba a la película “Virgen a los 40”, no se equipara en nada a algo como “Desempleado a los 40”. Para mi fortuna, no he pasado aún por ese trance pero he vivido de cerca el problema que representa para amigos y familiares el encontrarse de pronto sin chamba, que no es privativo de aquéllos que superaron el “cuarto piso”… también se da en jóvenes.

Hace años, tenía la encomienda de contratar capturista de datos en el periódico en que trabajaba… mis pruebas eran sencillas: desconectaba la clavija a la toma de corriente de la computadora y así empezaba el examen… viendo qué tan rápido entendía el aspirante en entender el porqué no encendía la computadora… luego, ver si era capaz de darle al botón de encendido de la compu; y finalmente, abrir el documento de word y tomar la hoja para la captura de datos… la forma en que se desenvolvían lo tomaba yo como aptitudes de desempeño. Hubo una señora que un día llegó a hacer la prueba y no supo dónde conectar al tomacorriente la computadora, no pudo prenderla y muchos menos entendía lo que era el programa de word… le agradecí y de antemano le dije que no podía darle el empleo. No esperaba su respuesta: “¡Cómo quieren que uno trabaje si no le dan a uno oportunidad!”

Fue tan fuerte su reclamo y su indignación, que le propuse algo, la verdad no sé si para quitarme el problema moral que me provocó o sepa: “Le enseño la captura de datos, pero no habrá pago… la espero mañana a las tres de la tarde”. Al día siguiente, me sorprendió: Allí estaba dispuesta a aprender. No sé cuánto tiempo estuvo yendo sin falta a aprender y después a capturar notas, hasta que un día, el capturista de datos renunció, pero yo tenía a la suplente lista.

Aunque no lo crea, tuve amigos de más de 60 años que trabajaron conmigo y si bien eran duchos para algunas cosas, para otras, ¡eran nefastos! como igual lo eran algunos menores de 30 años y otros de mi edad… ¿qué quiero decir con esto? que al menos en el campo laboral en que me desenvuelvo, la edad no es obstáculo… por ejemplo, hace muchos años, cuando las computadoras llegaron a las redacciones de los periódicos, don Carlos Guillén Tapia, un viejo lobo del periodismo en Acayucan, veía cómo instalaban mi equipo al lado de su Remington. En cuanto me vio escribiendo mis notas, le dijo a Ricardo “El Chaparro” Gutiérrez Carlín: “¡Quiero una!”

Don Carlos, anciano encorvado, que escribía “de pollito” aún en la máquina de escribir, provocaba nuestro escepticismo bajo la idea de “¿cómo va a aprender si ya está viejo?” La respuesta me la dio el mismo señor, con su dedo chueco y con su clásica temblorina en la mano, al decir: “Chava me va a enseñar”…

Sí, don Carlos empezó a escribir sus artículos y lo que implicaba la redacción del desaparecido “Diario del Sur” en una computadora.

Pero, fuera del periodismo, en otros ámbitos laborales, qué tanta oportunidad puede tener alguien que tiene más de 40 años de edad en conseguir empleo.

Insisto… me ha tocado vivir de cerca lo que implica para una persona que rebasa los 40, conseguir un empleo y aún más, bien remunerado. Por eso, llamó mi atención esa propuesta que lleva la candidata Mariana Dunyaska de generar incentivos fiscales a esas empresas que contraten a personas mayores de 40… y también a jóvenes.

Y es que en estos días, de avances y desarrollos tecnológicos que van permeando a las empresas desde las más modernas a las más modestas, quien rebasa los 40, 50 o 60, es visto como inadaptable, obtuso y por ello, difícil de socializar con una entidad de “millenials”.

La idea, propuesta, intención, de Mariana Dunyaska interesa, sobre todo cuando

81.6% de las personas mayores de 60 años carecen de prestaciones laborales, de acuerdo con cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (2016)…

Ojalá que esta pugna que abandera Mariana Dunyaska la recogieran otros candidatos a modo de que refuercen la intención de una, pero que es el deseo de muchos que ya rebasaron “el cuarto piso”.

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