Hoy que amanecí reflexionando sobre el futuro de nuestro país. En esta temporada de elecciones, me he dado cuenta de que cada uno defiende a su candidato sin conocerlo verdaderamente. Sobre todo a los dos nuevos. Se defiende porque cada quien trae una camiseta. Sin importar analizar sus cualidades o defectos. En muchos casos la pasión va unida a la conveniencia. En otros a la desesperación, en algunos más al rencor. En muchos a la esperanza. Pero esa esperanza puede o no estar fundada.

Sin embargo, es en el futuro de nuestro país, en el bienestar del resto de nuestros hermanos mexicanos, en esto es en lo que pocos pensamos. Ni los que buscan el bien común lo hacen, ni los que buscan el bien de todos lo hacen. Se trata simplemente de argumentar a favor de la camiseta que traemos puesta, queremos ganar, no importa que pierda México. Es tal la orfandad del mexicano, que el ser simpatizante del PRI, del PAN, de Morena… sin una verdadera reflexión, los hace luchar por esos partidos, cuando realmente para esos partidos políticos y sus dirigentes, no representan nada.

Esa orfandad, esa soledad que urge a buscar formar parte de algo más grande, en este caso el futuro de nuestro país, o una organización política es la que mueve a muchos a traicionar sus propios ideales, a vivir la elección con pasión, cuando a fin de cuentas, a ese partido que tanto defiende no le importa en o más mínimo su defensor.

Es tal la manipulación a que nos vemos sometidos, que cuando se hacen análisis demográficos respecto a la distribución de las simpatías partidistas, se perciben agrupaciones en dónde toda la cuadra, toda la colonia, tiene simpatía por el mismo candidato. Es decir hay incluso una presión social a la cual muchos se someten, someten sus ideales y su verdadera esencia con tal de encajar en el grupo social.

Disculpo al ignorante, al mal informado, al manipulado, que de eso hay mucho en el país, por su falta de capacidad para buscar información, analizar y tomar una decisión basada en hechos reales. Lo disculpo porque vivimos inmersos en un mundo de desinformación, mensajes falsos, medias verdades, y mentiras completas.

Al que no disculpo es al informado, al que conoce como funciona la política, el que tiene acceso a información para definir quien es el mejor o el peor candidato, y que aún así, traiciona a su patria, traiciona a su familia, traiciona a sus ideales, se traiciona a sí mismo, con tal de percibir un sueldo, de quedar bien con quien le paga, o con congraciarse con quien espera que le pague un sueldo una vez que triunfe el falso ídolo.

Si alguna duda tenía de que los mexicanos tenemos los gobiernos que merecemos, basta ver las grandes concentraciones y acarreos de los candidatos oficiales en los estados. El dispendio y el gasto excesivo están a la vista de todos. Sin embargo, lo más terrible es el tráfico humano, el tráfico de conciencias. La manipulación surte efecto porque hay quien se deja manipular. El tiempo es lo más valioso que tenemos, porque se nos acaba, y sin embargo, cuántos seres humanos son movilizados para satisfacer el ego de un candidato. No es lo mismo acudir por propia voluntad que acudir a un evento político obligado, movilizado como ganado. Y sin embargo, para muchos mexicanos es lo normal. Ayer por un partido, hoy por otro. Reduciendo su dignidad y su humanidad a simple objeto para llenar una calle o una plaza. Los demás, lo vemos y lo consideramos normal, o incluso, algunos, aquéllos que simpatizan con el mismo color, hasta lo aplauden. Esos que ayer lo señalaban como algo incorrecto, hoy se emocionan. Ni modo, es la manera de hacer política en este país.

Escucho a personajes cercanos a los tres candidatos, y uno de ellos es el peor riesgo que puede correr el país. Tiene antecedentes de traicionero, de corrupto, de haber pisado a todos aquéllos quienes lo ayudaron a avanzar en su partido político, y sin embargo, veo a muchas buenas conciencias, a muchas personas que supuestamente han luchado a lo largo de su vida por la ética y por el bien común, emocionados porque ya lo hicieron su candidato y tiene alguna remota posibilidad de ganar. ¿Dónde quedó la ética y la moral de la que presumían me pregunto? Después me contesto que simplemente en su imaginación.

Yo tengo mi propio criterio sobre quien votar, pero ha sido producto de la reflexión, para llegar a algo brutalmente penoso. En lugar de pensar en votar por el mejor, comienzo a pensar en votar por aquél que impida que quien pienso es lo peor para el país pueda llegar a ganar. Así de mal estamos, pasamos de un ideal de votar por el mejor, a pensar en votar por el menos peor, y hoy buscamos el voto útil, unos fruto de la reflexión para prevenir un mal mayor para el país, al dejar el mando en manos inexpertas y sin escrúpulos. Mientras otros sucumben víctimas de la propaganda del miedo y se oponen ya sea a un verdadero cambio, que es el que representa otro de los candidatos, o a una continuidad mediocre, pero cuando menos en manos de alguien preparado y sin los antecedentes de ambición y traición del otro candidato.

México no es un país modelo, salvo para dar clases de lo que no debe de hacerse para avanzar en una república. Sin embargo, los mexicanos nos empeñamos en nuestra soledad y orfandad en convertirlo en algo aún peor. En mi municipio y mi estado, nos hemos equivocado muchas veces, más de las que hemos acertado en escoger a los gobernantes. Parece que es una epidemia nacional. Parece que somos masoquistas y siempre buscamos lo peor.

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