En pleno proceso electoral, con interés social y movilización popular a la alza, como corresponde al tiempo transcurrido de campaña, casi la mitad, se van perfilando actitudes, estilos, modos, posturas y comportamientos de los candidatos, especialmente los presidenciales, de las fuerzas políticas que los respaldan y de los ciudadanos en general. Hay un dato nuevo y curioso, las encuestas, esas fotografías del momento que prácticamente se habían desechado por sus rotundos fracasos a nivel nacional y en casi todas las Entidades federativas; ahora, en una apuesta riesgosa, han recuperado protagonismo y se han elevado a niveles de guía y explicación casi únicas del posicionamiento electoral de las candidaturas. Si nos atenemos a las encuestas, la elección ya estaría definida, mostrando una ubicación dispar de los aspirantes y generando actitudes muy marcadas entre ellos, tanto de triunfalismo del puntero como de impulso del segundo y un leve desencanto del tercero. La realidad es algo distinta, falta un considerable tiempo como para dar por descontado el resultado. Habrá cambios en la correlación de fuerzas y es perfectamente previsible un final más cerrado de lo que se puede suponer ahora.

Puede ser subjetivo pero, al menos en XALAPA, no observo un reflejo de las encuestas; a estas alturas de la campaña esperaba mucha mayor actividad de Morena, el partido que ocupa casi todos los espacios de poder político de esta capital y postula candidatos a Gobernador y Senador originarios de la misma. En tanto que ese partido se presenta como la regeneración política y anuncia postulados morales, es sujeto de mayor escrutinio ciudadano y de una exigencia más alta. Registro algunos de los rasgos básicos que les he venido observando a todos los niveles: no existe como partido con vida orgánica, no cuenta con espacios de deliberación y ejercicio de derechos, su esencia es el activismo; sin debate y elaboración política, sin posicionamiento en general, solo puede acudir a las consignas, ocurrencias y repetición mecánica de los mensajes de su líder; sin derechos sustanciales de voto interno tienen que apoyar candidaturas y alianzas que estarían en contradicción con sus postulados y que cuentan con un perfil ajeno a lo que dicen ser. Es un movimiento amorfo y coyuntural, con riesgo de ser volátil y cuya existencia real depende al cien por ciento del resultado de la votación presidencial.

Esta etapa de AMLO, con sus ventajas, tiene que ver fundamentalmente con el momento social de México, sus amplias y pragmáticas alianzas y haber logrado algunos desprendimientos de los otros partidos. En las alianzas que le están generando recursos económicos y presencia en mítines está la de Elba Esther Gordillo, que todavía tiene la capacidad de convocar, vía sus parientes y otros operadores, a algunas estructuras magisteriales, y la de las comunidades evangélicas agrupadas en él PES. Si se confían en las plazas llenas, narrándolas como hechos heroicos, obviando la parte de acarreos que implican, van a darse de topes cuando esas imágenes no necesariamente se expresen en las urnas.

El culto a la personalidad, la historia Latinoamérica de los caudillos, es profundamente antidemocrático y lleva, tarde o temprano, a riesgos, excesos y engaños. Pretender que la fuerza y el carisma de un líder es suficiente para resolver los grandes problemas nacionales es, por decir lo menos, un error gigante y un espejismo que, como ya hemos visto, nos lleva directamente al fracaso. En esa apuesta la energía social, su capacidad crítica y creativa, se inhibe y condiciona para poder cultivar y fortalecer al líder. El esquema es sabido por visto y vertical, arriba el líder máximo, en medio una estructura de control y convocatoria y, abajo, la masa popular, movilizada con algunas imágenes y dos o tres consignas. Es obvio y desagradable el uso y abuso de la demagogia para mantener el animo y apoyo de sus bases, no solo faltándoles al respeto si no, también, con evidentes prácticas de manipulación. Los Jefes, casi siempre los mismos, se conducen con aires de redentores y perdona vidas. Su discurso es elemental, sin ideas y compuesto de dos o tres consignas. Se confían en la desinformación y el descontento de la gente, convirtiéndolos en clientela por sistema. Es evidente que están muy por debajo de las expectativas y esperanzas de su gente.

Han creado un ambiente de intolerancia, donde eres malo o traidor si no piensas como ellos, cuestionando la legitimidad de los otros y negando la pluralidad realmente existente. Basados en la descalificación muestran muy bajas credenciales democráticas y se deslizan a un terreno peligroso. La demagogia cruzada con dogmas es absolutamente explosiva.

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Recadito: sigo en espera de que alguien me informe dónde se pueden localizar los informes del Dip. Fed. Cuitlahuac, quien lleva dos licencias al cargo.