Por Ramón Durón Ruiz (+)
Hay una frase que me gusta: “Me encantan las personas que dejan huellas… y no cicatrices”
Las personas que dejan huella, son sabios que atan sus sueños a la esperanza, a servir con amor incondicional, a dar; confían, gozan abundantemente de la vida; disfrutan lo que viene y lo que va, lo que fue, lo que es y lo que será.
Las personas que dejan huella, son seres humanos espectaculares que han educado su mente y su alma para trascender; son seres plenos de genio e ingenio que siempre se dan tiempo para gozar del buen sentido del humor; son agradecidos; ceden cuando es necesario, dan lo mejor de si mismos, dominan su carácter; saben que “La mejor obra de ARTE que alguien puede dARTE es amARTE, valorARTE y respetARTE…”
Las personas que dejan huella, hacen su tarea bajo el energético poder del amor, están comprometidos con el cambio, con la mejora continua; saben que el tiempo es el mejor aliado del hombre, que “Las cosas visibles tienen su tiempo pero las invisibles… son eternas”
Las personas que dejan huella, son sinceros y generosamente tolerantes, estan reconciliados con la vida, difieren, analizan, pero acuerdan; hacen lo que les corresponde, comparten sus haberes y saberes; celebran diariamente el milagro del nuevo amanecer; valoran la familia, cultivan a los amigos, respetan al de enfrente.
Las personas que dejan huella, disfrutan su trabajo, enriquecen su conciencia, porque no caminan contra sí mismos; fluyen con la vida, eliminan el ego; se dan tiempo para el silencio interior, renuncian a la necesidad de la aprobación; saben escuchar con el corazón, que los libera de la pesada carga del rencor y del resentimiento.
Las personas que dejan huella, no tienen imposibles; siempre van más allá de sus límites, trabajan en su trascendencia; hacen que su vida valga la pena, emplean bien su jornada gozando tanto del viaje, como del paisaje, se superan a sí mismo; si caen, vuelven a empezar, tienen el coraje para seguir adelante en la búsqueda de sus sueños, porque son más grandes que la derrota.
Las personas que dejan huella, no se les enmohece el alma, porque la lubrican con el amor, diariamente enriquecen su conciencia al trabajar en un mundo holístico, en el que integran todo su ser, mente, cuerpo y alma, por ello están en la cima espiritual.
Las personas que dajan huella, se enamoran de sí mismos; les funciona su tarea, porque colorean la vida con pasión, siembran el camino de paz, disfrutan plenamente el milagro del HOY, porque saben que es un regalo en el que se concentra la eternidad, “Se saben seres espirituales, viviendo una experiencia corporal”
Las personas que dejan huella, cuando un problema los hace caer, no buscan culpables, simplemente se levantan, se sacuden el polvo, se dan tiempo para mirar hacia el cielo, porque es la morada del Padre… y siguen adelante.
Las personas que dejan huella, tienen como centro a DIOS, por eso gozan de una regocijante paz interior, saben la temporalidad del breve espacio de la vida; se dan tiempo para abrir su corazón y elegir lo necesario; no desperdician su espacio para andar de malas; entienden que no están vivos para sufrir, sino para ser felices, para amar y ser amados; saben que no pueden construir una vida nueva, con emociones negativas y… con actitudes viejas.
Las personas que dejan huella, gozan de un encanto personal que saben expandir, porque son auténticos, gozan de su unicidad, tienen conciencia de que estan hechos para la grandeza; su núcleo interior tiene una luz, un profundo sentido que inspira; son inmensamente ricos del alma, experimentan su vida, aprovechan el tiempo para construir su historia, tienen la virtud de hacernos sentir bien con su presencia… siempre son una buena nueva.
Las personas que dejan huella, sueñan con un mundo mejor y trabajan para construirlo; creen en la magia del amor y el poder de los sueños; tienen tres reglas básicas: 1.- No van a donde no los invitan; 2.- No se meten en lo que no les importa, y 3.- No hablan si no saben, entienden que el amor y “La paz comienza con una sonrisa”
A propósito de una sonrisa, el humor del mexicano dice: “Hay políticos que abarcan las cuatro reglas de la aritmética: Multiplican deudas, restan alegrías, dividen opiniones… y suman problemas”
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