No soy partidario de palabras fuertes, menos que denoten ofensa, para referirme a nadie, en ningún momento; mucho menos en medio de campañas electorales, cuando los ánimos se elevan y polarizan, momentáneamente, en sectores amplios de la sociedad. Pero uno pone y la realidad dispone. Casi como siempre ha sido, solo intercambiando papeles dado el caso, se adoptan posturas que van más allá de las simpatías y la militancia normal, para pasar a la intransigencia, el seguidismo, la demagogia y algunas variantes de fanatismo. Parece juego, no lo es; los fenómenos sociales se van haciendo, también los negativos y peligrosos, inician con cierta candidez y terminan con la rudeza que impone la causa y el poder. En los tiempos del internet y las redes sociales se han facilitado las comunicaciones y las más variadas expresiones de todo tipo; abundan las notas falsas, las manifestaciones de idolatría, las campañas sucias, las descalificaciones, la obvia polarización, las especulaciones y todo tipo de despropósito.

Los saldos de este proceso electivo se verán muy pronto, en sus manifestaciones pequeñas y hasta simbólicas como en cierta profundidad; de inicio, ya es posible observar en los hechos algunos resultados negativos y preocupantes: un obvio déficit democrático y civilizatorio expresado en el desconocimiento de «el otro», en la falsa idea de que somos uno mismo, de no aceptar plenamente la pluralidad, de lo que es el antecedente de la imposición; también hay mucho de negativo en el abandono del periodismo para pasar a ser propagandistas por parte de reporteros, columnistas y caricaturistas, con eso se pierde una zona vital de una sociedad democrática; es alarmante y patético ver a otroras críticos de la vida pública y el poder rendidos a la seducción de un “líder». Cuando hablo de estulticia podría quedar en simple demagogia para referirme a ciertos personajes, sin embargo se necesita una palabra elocuente para definir la conducta de muchos candidatos y analistas, que abusan de la tontería, la mentira, la ocurrencia y se burlan de la buena fe de la gente.

Tal vez siempre ha sido así, aunque creo hay un deslizamiento más notable en este momento hacia el espectáculo de la mentira, por tanto el crecimiento del cinismo y la manipulación. Se inventan encuestas, se alinean los factores de poder y se dan explicaciones que no explican nada pero que intentan influir en las opiniones y votos de la gente. Ha sido, reitero, un poco bochornoso ver a caricaturistas famosos empleados como aprendices de matraqueros; en tanto imitadores, resultan vulgares. Más impactante el papel de propagandistas de medios antes críticos y referentes libertarios como la revista Proceso. Igual pasa a nivel local, con analistas que han renunciado a los hechos, a la verdad, a la inteligencia y, en algunos casos, a la vergüenza. No todos están en lo que consideran una causa o por ideas, hay también quienes van por puestos para ellos, sus parientes o sus grupos. Estos últimos son los más nocivos en sentido de la transparencia y la verdad, se ocultan con la careta de informadores y se dedican, fundamentalmente, a labores proselitistas. Entramos a un juego de engaños y procesos negativos de manipulación.

La estulticia, espero no caer en exageraciones porque esa no es la intención, se extiende por todos lados y abraza a muchos candidatos a los más distintos cargos de elección popular. Visto el nivel tan pobre de ellos, que no pasan de ocurrencias, demagogia y chistes, pienso que no merecen el sufragio ciudadano, que defraudan la confianza y, con seguridad, por su origen torcido y endebles bases, van a traicionar la esperanza de la gente. No es difícil imaginar, en algunos casos ya los vimos, cómo serían gobernando o representándonos si obtienen la mayoría electoral. Serían un desastre. Deberíamos hacer un análisis de sus planteamientos, examinarlos en sus méritos, fundamentos y viabilidad antes de otorgarles nuestro voto. Nuestra vida social es tan importante, vital, que no deberíamos dejar su conducción en gente no apta. Lamentablemente viene dominando la estulticia y la charlatenaria en esta coyuntura electoral.

Recadito: por lo visto hasta ahora, reitero mi voto por Miguel: juventud, carácter y capacidad.

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