En el vuelo de Aeroméxico a Londres, escasamente 10 horas y casi lleno, era el 787, no el Dreamliner, que es de ensueño. Descubre uno enseguida a los mexicanos que al grito de guerra van al Mundial de fútbol. Se les ve a leguas la cara de felicidad. Uno de ellos es de Poza Rica, me dijo que juntó todo el año pasta. Qué compró el boleto por internet y que casi de mochilero se va, vuela a Londres y de ahí en una semana más a Paris, luego a Rusia, a ver el milagro de enfrentar a Alemania, porque milagro será que no nos metan 7 goles, como un día le hicieron a la verde amarela de Brasil, y en un Mundial. A la hora, después de cruzar los 10 mil pies y que la aeromoza nos dé todas las indicaciones de qué hacer con los chalecos salvavidas, que si caemos al mar, caso que casi nunca sucede, jalemos una palanquita o soplemos para que se infle ese chaleco salvavidas. Volaremos por la noche, en esas noches que los amaneceres se ven de un lado de la ventanilla y del otro lado el anochecer. Como cuando la luna se pone regrandota, como una pelotota y alumbra el callejón, cantaría Pedro Infante. En el mismo vuelo alguien, que debía ser pariente de Justino Compeán, porque llevaba en la camiseta de la selección su nombre y apellido. Las largas filas se forman, tocamos el Heatrhow, aquí no mucha cerrazón aduanal, porque ellos cuidan a los afroeuropeos, que es la migración que les llega. Además somos un bandón, ni modo que nos quedemos todos los que venimos, con qué nos mantienen si nos encierran. Pasar aduana y a tomar los taxis caros, carísimos, esta ciudad tiene seis aeropuertos, el más grande y que mueve millones de pasajeros, el Heathrow. Se llega en unos 35 o 45 minutos, dependiendo el tráfico, y sus taxis son los legendarios, mejores que cualquiera del mundo, se incluyen los neoyorkinos, aquí caben cinco pasajeros cómodamente sentados y el equipaje. Muy caro el trayecto. 95 libras esterlinas, te ponen a llorar, hay Metro para venir, pero el equipaje nos impidió.

LOS TAXIS

La diferencia de horario es de es de seis horas, mientras aquí oscurece, allá es de día. Seis horas adelante. Llegamos como pudimos, hay buen clima, calor en el día y fresco por la noche, una chamarra ligera o algo de taparse. Londres tiene fama de que tiene el menor tráfico vehicular de atascos que cualquier ciudad del mundo, porque los automóviles particulares que quieran entrar al centro tienen que pagar una cuota, y a eso le huyen, pero tienen a cambio excelentes servicios públicos: metros, los famosos buses de doble piso y sus taxis. En Madrid andaba ocurriendo igual, la autoridad municipal les fijó a los taxistas que desde Barajas al centro la cuota fuera de 30 euros, ni un peso más. Londres tiene, la sola ciudad, lo que quiere hacer el gobernador Yunes Linares en muchas ciudades de Veracruz, tiene Londres un millón de cámaras de video vigilancia, solo en la ciudad, de las 6 millones en todo el país. Y aun así les atentan. Comimos en restaurante de turcos, un italiano que parlaba el español como Minga nos atiende, a unos metros del London Eye, esa rueda de la fortuna gigantesca que, para construirla, se invitaron 9 arquitectos de lo mejor del mundo, y hoy, como la Torre Eiffel en París, se está convirtiendo en un símbolo, en un icono de Londres, treparé mañana para verla desde las alturas. Cenamos ligerito y caminamos, vimos desde el otro lado del rio Támesis, el Parlamento y su famoso Big Ben, el reloj que si marca las horas, porque voy a enloquecer, está semicubierto, pues anda en reparación, pero logra verse por las noches y escucharse. Ahí a unos pasos, retraté el paso peatonal del puente, donde un desgraciado terrorista echó el auto y mató a gente inocente. Fijaron unas tres barras de concreto, fijas, para que el auto que quiera penetrar se estrelle ahí. Un junio de 2017, lo deben recordar, todos lo vimos por la tele, en ese Puente de Londres después de atropellar a gente, tres atacantes se bajaron a apuñalarlos en el mercado, ese puente es de los más visitados pues allí se toman las fotos con el fondo del Big Ben. 11 muertos, incluyendo tres perpetradores. La eterna lucha de los londinenenses contra el terrorismo. Aquí ando, viendo su historia, me meteré a Buckingham y a la Abadía de Westminster y donde pueda y me dejen. Subiré ese Ojo de la rueda y contaré todo lo que vea, todo lo que aquí se viva, en esta isla y gran nación que ha tenido reyes y reinas y emperadores, y tuvo Winston, al legendario Churchill, que los sacó avante con sangre, sudor y lágrimas de la Segunda Guerra Mundial contra Hitler, una isla que tiene la friolera de 900 años que nadie los invade. Ni siquiera los zancudos, porque fumigan bien.

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