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Kate Spade y Anthony Bourdain son nombres que pueden o no sonarle conocidos, pero que sin duda ha visto en al menos una ocasión durante los últimos días, ambas celebridades decidieron suicidarse, motivo por el que ocuparon infinidad de titulares. Fueron noticia porque ambas figuras parecían tenerlo todo, reconocimiento, dinero, éxito. Kate Spade era una destacada diseñadora, la marca de su nombre tenía un gran posicionamiento global. Anthony Bourdain tenía el trabajo que muchos describirían como ideal viajar por el mundo, degustando sus delicias y llenándose de múltiples experiencias.
¿Qué lleva a personas como ellos a una decisión de suicidio? No lo sabemos a ciencia cierta, pero sí hay un común denominador del que nadie está exento y del que poco se habla: la depresión, trastornos mentales o emocionales, mismos con los que se debe lidiar como en su momento se trató la peste, a oscuras y en secreto, sin que nadie se entere, por ello resulta tan complicado pedir ayuda, incluso quien la padece se niega a aceptarla y si acaso lo externa a alguien suele ser confundida con la tristeza y de inmediato alguien más le dice –tranquilo, todo es actitud, se te va a pasar.
La sociedad, los libros de superación e infinidad de programas de supuesto Coaching se empeñan en hacernos ver que todo es actitud, que basta una sonrisa y un pensamiento positivo para erradicar todos los males. La verdad es que la actitud ayuda, es indispensable para hacer frente a los retos, pero cuando se está enfrentando un trastorno emocional o mental esta pasa desapercibida. La depresión no es tristeza, es uno de los múltiples sentimientos que pueden aparecer en quien la padece, pero no es el único. Una persona con depresión también siente ira, desilusión, ansiedad, pánico y muchas otras emociones que le llevan a la autodestrucción por la incapacidad de manejarlos.
Tenemos que hablar de ello porque no sólo son las celebridades quienes cometen estos actos, tenemos que conocer a profundidad el tema dejando de lado el morbo y preocupándonos por sus causas y las posibles soluciones. Son también los niños y los jóvenes un grupo vulnerable a los hechos, no por modas o falta de atención, pero sí por falta de un diagnóstico oportuno y de una cultura que se ha empeñado en catalogar a las enfermedades mentales como la peste del siglo XXI. Los seres humanos deberíamos de ser capaces de hablar de estos problemas como hablamos de un dolor de cabeza o cualquier malestar físico. Del mismo modo que solicitamos recomendaciones de dentistas, plomeros, estilistas o cualquier proveedor de servicios, deberíamos poder solicitar un terapeuta o especialista en salud mental-emocional.
Especialistas como Guy Winch nos enseñan el impacto de las emociones en nuestra vida. Si atendemos de inmediato una emergencia como una fractura, ¿por qué minimizamos las heridas emocionales? Estas determinan nuestro comportamiento a lo largo de los años, nos hacen personas inseguras, temerosas y con baja autoestima cuando no son tomadas en cuenta, mientras que los que saben reconocerlas, aceptarlas y expresarlas tienen mayores probabilidades de triunfo.
La inteligencia emocional debería ser de las materias que se cursan a lo largo de la preparación básica al igual que se nos enseñan matemáticas, aprendemos a contar, sumar, multiplicar a temprana edad, sin embargo, ¿cómo manejamos el rechazo?¿quién te enseña a lidiar con el fracaso?¿qué pasa cuando no es suficiente que te digan “todo va a estar bien?, lo que ocurre es que las emociones que sentimos son tan reales que pueden acelerar o detener procesos en nuestro cuerpo, muchos padecimientos físicos tienen su origen ahí, en eso que hemos ignorado por años o minimizado y las consecuencias de ello en más de una ocasión son mortales.
Tenemos que comenzar a visualizar interiormente aquello que nos llena y da sentido a la vida. Para algunos la clave de la felicidad está en alcanzar el éxito, pero estos últimos conceptos son tan ambiguos y sobre valorados que estamos olvidando lo más importante, escuchar nuestros propios deseos, trabajar por metas y sueños personales, no por lo que otros nos han dicho que es nuestro más grande anhelo. Debemos aceptar cada una de nuestras emociones y entenderlas para poder disfrutarlas o tratarlas según corresponda.