Es curioso que AMLO parece tenerle demasiado respeto, si es que no miedo, a Carlos Romero Deschamps. Nomás no hay manera de que el candidato presidencial se atreva a tocar con el pétalo de una critica, ya no digamos una posible investigación por corrupción, al líder del sindicato petrolero. Ahora que salió la Petromansión en Acapulco, López Obrador se cuidó muy bien de no enfocar baterías contra el polémico dirigente sindical. Simplemente dijo que en su eventual gobierno no habrá líderes charros, cosa que seguramente provocó una ligera sonrisa a Napoleón Gómez Urrutia hasta Canadá (y, también, a Elba Ether). Lo comentan en «Templo Mayor» de Reforma.