Buen día apreciado lector:
Las sombras de la noche aún no oscurecían totalmente el lugar porque la luz de los faroles se lo impedían.
Los escandalosos «pichos», zanates o tordos, que en diversas regiones tienen diferentes nombres, ya estaban a tope en los árboles del parque para dormir, como lo hacen a diario, apenas ven acercarse la noche.
Lleno de vegetación con casitas pintorescas y un apacible río, este pueblo hasta podría semejarse con el fantástico Macondo, que tan bien describió Gabriel García Márquez hace cincuenta y un años en «Cien años de Soledad», aunque aquí se sienten «el ombligo del mundo» desde que nacen.
El muchacho algo melenudo de apariencia, enjuto, casi totalmente desconocido, caminaba por una banqueta de la calle principal de esta típica población que tiene un clima moderado, pero en el verano un calor de los mil demonios.
Iba acompañado de un grupo de jóvenes cuando de pronto ambos personajes se toparon:
Incrédulo, el culto lugareño alcanzó a reconocerlo por lo que impresionado lo cuestionó:
-¿¿Ora por acaáa??
-¡Sí!, vengo a hacer la campaña, a caminar por ahí
-¿Pero cómo?, así, solito, sin ayudantes sin caravana ni alguien que te cuide las espaldas, que te ayude…
-Nooobre no hay problema, es mi estilo caminar, para qué hacer ruidos…
-¿Bueno y ya cenaste?
-Andamos en eso, por aquí veremos…
-¡No, no, como crees!, vente vamos, vénganse a la casa, aquí cerquita vamos a cenar con la familia, estamos de fiesta y hay como cuarenta gentes…
«Ok», respondió el visitante, interesado más que nada en el número señalado.
Caminaron tantito y para sorpresa de los improvisados invitados y de los más que sorprendidos anfitriones, llegaron a la casa de una familia de tradición, de abolengo, queridísima no sólo en el pueblo sino en la capital del estado, y alguno más en la mismísima capital de la República.
Es la casa de una generosa matrona respetable, apreciadísima, formadora de muchas generaciones de jóvenes del buen decir; un ícono allá y sobre todo en la capital del estado.
Cuando le abrieron la puerta todos se sorprendieron gratamente. Lo cobijaron, lo atendieron con simplicidad pero con generosidad y el calor que sólo ellos saben dar y más porque no era muy conocido.
Pocos pensaban que ese invitado sería lo que es, después del día primero de julio y con una campaña tan sui géneris, tan silenciosa que estallaría atronadoramente por todo el territorio veracruzano para alegría de millones que aquella noche del primer día de julio, esperanzados gritarían al unísono: ¡¡¡Uff, qué respiro!!!
Hablaron casi nada de la vida política, de los acontecimientos por venir, y además, de mucha cultura, de una intensa promoción de la cultura para beneficio de todos los veracruzanos.
Tenga el lector paz y armonía en su hogar y en su ambiente.
gustavocadenamathey@nullhotmail.com