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Fue en el año 1984, cuando don Mario Gallardo y su esposa decidieron aventurarse en el mundo de las artes circenses, pero de manera independiente; eligieron ser payasitos urbanos.

Trabajando en los cruces de las grandes avenidas de la Ciudad de México, inició su travesía; esta actividad les ha permitido viajar a diversas ciudades de la república presentando su show callejero.

Hace poco más de un año llegaron a Veracruz, buscando una oportunidad para continuar haciendo sus malabares, pues su esposa requiere de una operación sumamente costosa, por lo que no paran de trabajar para reunir los recursos que le permitan realizar la intervención.

“Mi esposa tiene una placa en la cabeza y ahorita estoy juntando para llevármela a operar a Mexicali, me cobran 4 millones pero estoy tratando de juntarlos lo más que puedo, a veces saco para comer a veces no, pago mi renta, luz, es puros gastos”, explicó.

Él también requiere de atención médica, pues en Saltillo, hace ya varios años, un camión lo arrastró lastimando su rodilla y varios dedos de los pies; hoy no puede apoyar bien su pierna al caminar y sufre de dolores constantes.

“Me arrastró un camión, vendía chocolates, estaba haciendo mucho frío y me puse a vender chocolates porque allá no dejan ponerse en el semáforo, los arrestan, en una de esas paso un camión y venia tomado creo, al bajarme me arrastró como una cuadra y me acabó mi rodilla”.

Pero ningún dolor les ha quitado las ganas de seguir adelante, en Veracruz, don Mario optó por dar un giro a su imagen, ahora es un “plateado”, nombre que le dan a las persona que se pinta el cuerpo de ese color y hace malabares en la calle, con esta nueva imagen ya es reconocido por los jarochos, pues en diversos cruces de avenidas lo han visto trabajar.

“Cuando llegué aquí un plateado me dijo, porqué no te pintas y pues me pinte de plateado pero me dio mucha comezón, entonces yo hice mi propia pintura blanca y me pinté, es mucho más cómodo”.

Don Mario y su esposa cuentan con lo necesario para vivir, no tienen lujos como televisiones, computadoras o artículos de diversión, rentan un lugar modesto para pasar sus días, pero las carencias económicas no son tan importantes como el amor entre ellos.

Lamentablemente no todos los han recibido bien en Veracruz, jóvenes que se dedican a pedir dinero en los cruces o a limpiar parabrisas los atacaron hace poco, los apedrearon para evitar que trabajaran en “su esquina”, al grado de lastimarlos.

“Con unas piedrotas gigantes, que me cabían en la mano, yo la cubrí a ella y me la llevé al doctor inmediatamente y me la curaron y estuvo como una semana acostada de los golpes”.

Don Mario y su esposa tienen una hija a la que desde hace al menos 15 años no ven, pues cuando era adolecente dejó su hogar manifestándole a sus padres sentir vergüenza por ser payasitos callejeros.

“Como somos payasitos nos dejó de hablar, nos habla a veces por internet pero nos dice groserías y mejor sabes que ahí quede, se avergüenza de mi trabajo y del de mi esposa, no la vemos desde que tenía 15 años”.

Esta pareja trabaja de lunes a sábado en los diversos cruces de la conurbación, los domingos, cuando pueden los descansan para ir a la iglesia, pero si la semana estuvo pesada, dedican ese día para trabajar también.

Así don Mario y su esposa, recorren los cruceros a bordo de sus viejas bicicletas y cada día desde las 4 de la mañana comienzan a alistarse para iniciar una nueva aventura cada día.