El lenguaje y la actitud de un candidato en campaña por la presidencia de la República siguen unas reglas y admiten tonos que le son propios, pero que no se pueden trasladar, sin más, a quien es el presidente electo y menos a quien en sólo días habrá de asumir la presidencia.

Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo, parece no entender que ya terminó la campaña y que por lo mismo está obligado a asumir otro lenguaje y actitud. Otra posibilidad es que sí lo tiene claro, pero no está dispuesto a cambiar lo que ha venido haciendo en los muchos años que tiene de candidato.

El presidente electo tiene la obligación de defender y acreditar a las instituciones del Estado y no descalificarlas. Quien en sólo unos meses va a asumir la presidencia de la República no puede afirmar que una resolución bien documentada del INE, aprobada por 10 de sus 11 consejeros, es una “vil venganza” en su contra.

Si no está de acuerdo con ella y le parece injusta existen los mecanismos que señala la ley para manifestar su inconformidad. Mecanismos, por otro lado, que debería solicitar su partido y no él. Ahora es presidente electo y no presidente de Morena, el partido que fundó.

El INE ha sustentado con pruebas documentales lo que piensa son acciones ilegales de Morena en el uso de los fondos del fideicomiso que constituyó, para ayudar a los damnificados del sismo de septiembre del 2017. Y en razón de las evidencias, le ha impuesto una multa por 197 millones de pesos.

El presidente electo y mejor la presidenta de Morena debieron presentar pruebas al TEPJF, la instancia correspondiente, para mostrar, si es el caso, que el INE está en un error y ha cometido una injusticia. Y en su caso, si el INE tiene la razón, eso lo decide el TEPJF, acatar la resolución.

Ése es el camino y no el insulto fácil que desacredita a la institución electoral que organizó la elección en la que de manera amplia, y sin ningún cuestionamiento del proceso, ganó la presidencia de la República.

Y López Obrador no contento con el juicio de “vil venganza” ahora también acusa, es algo que siempre le ha redituado entre sus simpatizantes, que existe un “complot” entre la SHCP y el INE, para desacreditar a Morena.

Cuando sin más se recurre al insulto y a la acusación fácil se da a entender que no se tienen argumentos. Los argumentos son sustituidos, entonces, por adjetivos y el asumirse como víctima de las instituciones.

Urge que el candidato electo por su bien, el de las instituciones del Estado con las que va a gobernar, y de toda la sociedad, se asuma como próximo presidente y ya no como candidato. Y en razón de eso recurra al lenguaje y las actitudes que le corresponden.

Twitter: @RubenAguilar

El Economista