*La lucha por la existencia diaria, a veces es un acto de homenaje y honor. Camelot

EL VIOLINISTA ORIZABEÑO DE PARIS

Leo en El Universal, una nota de Perla Sánchez. En París encontraron a un músico urbano. Me asombró que es de Orizaba. Se llama Juan Pablo Elizalde Algalan, menor de tres hijos de una mamá ama de casa y un padre que le da fuerzas desde el cielo. Toca cerca de la Catedral de Notre Dame, ese recinto católico visitado por miles. Allí quien va a Paris entra a esa Catedral, que tiene un nicho al lado de nuestra Virgen de Guadalupe. No le va mal al músico, en ocasiones gana de propinas unos 300 euros, y su sueño es convertirse en músico de alguna sinfónica de Europa. Narra que desde chico le gustó el violín. Sus padres encontraron a unos directores de Ucrania, que lo comenzaron a llevar a esas lides musicales, junto con el director de la academia Beethoven y director de la orquesta de Orizaba. Le dieron una beca para estudiar en Kiev y la rechazó. “No quería ser un violinista pobre, todos los músicos lo son, en mi adolescencia me gustaba el dinero, vendía cacahuates en los parques y besos a mis tías. Rechacé la beca porque no teníamos dinero para irme. No se los dije a mis padres. Abandoné mi sueño a los 19 años”. A la muerte de su padre, comenzó a estudiar una licenciatura en Administración. Algún día retomó esa beca, lo difícil era conseguir 3 mil dólares para el avión y estancia por un año. Tocó puertas y consiguió la ayuda. A sus 23 años, lleva dos años en Europa y cursa una licenciatura de violín en uno de los conservatorios más importantes del mundo y aun tres años por recorrer Ucrania, para terminar su carrera. En los veranos, se pone a tocar en los sitios de París, para lograr su dinero y seguir a lo que ama, tocar el violín y volverse sinfónico de una orquesta. Un orgullo orizabeño, que mucho honra a esta ciudad y a su familia. Ojalá y el gobierno de Yunes Linares, vía su área de Turismo y Cultura, le dé su apoyo. Se lo merece.

LOS PELIGROSOS VUELOS

Decían las abuelitas: cuídate de un mal aire, mijito. El accidente del avión siniestrado, donde nadie perdió la vida y se convirtió en un milagro de la aviación, pues seguro la mano de Dios movió ese avión hacia los lados y le impidió hacer crash contra algo. Un muro o lo que fuera. He leído tantos libros de accidentes de avión, y visto tantos documentales en Natgeo, que siempre da miedo volar. El miedo a volar lo reflejó García Márquez en excelente escrito. Y había muchos intelectuales, entre ellos Gabo y Vargas Llosa y Carlos Fuentes, a los que el avión y los aires daban un terrible miedo que, preferían, si se podía, irse por carretera. Como lo hacíamos muchos. A mí me tocó vivirlo hasta que un día le perdí el miedo. Sucede que hace años volamos en una avioneta con un solo piloto, de Veracruz rumbo a Mc Allen, tres de nosotros, y me dije, si aquí no me caí, no me caigo jamás. Todos saben que el despegar y aterrizar son los dos ciclos del avión donde se corre riesgo. Lo saben hasta los boleros de los parques, ya cuando te nivelan a altura de crucero, ya ahí andas de la mano de Dios, cuidando los malos vientos. Abajo es donde el avión está endeble, frágil, expuesto. Lo dijo un filósofo de mi pueblo, que no es Kamalucas (QEPD): “Volar nunca es peligroso. Lo peligroso es estrellarse”. Había alguien que tenía tanto miedo a volar, que escribió: “Sobre volar en avión, pienso lo mismo que en las dietas. Son cosas maravillosas para que las hagan otros”. Toco el tema porque hoy, la Dirección de Aeronáutica Civil decretó y dio el fallo de que las condiciones climatológicas ese día no eran lo suficientemente malas para cerrar el aeropuerto, o no permitir el despegue. A cuento viene esto porque un pasajero ya demandó a Aeroméxico en Estados Unidos, por esa misma causa. Los aviones han salido en tiempos peores, en nevadas y lluvia intermitente, claro uno quisiera si estás arriba no salir, pero la aviación así es. La torre solo indica al piloto las condiciones de los vientos, y el clima y les desea buen vuelo. Si no hay condiciones, cierran el aeropuerto, o retrasan la salida. En Veracruz, una mañana me tocó un retraso de una hora, porque una bruma no dejaba ver la visibilidad de la pista, que necesita el piloto. Si no hay condiciones, no sale. Hubo una vez una buena película de unos controladores aéreos (Fuera de control, con John Cusak y Billy Bob Thorton) buenísima, vivían en el estrés constante, cuando entregan el turno al relevo chocan nalga con nalga para no perder la vista de los aviones que traen para aterrizar, en sus tabletas, que parecen fichas de dominó, ahí los van bajando, uno por uno. Es en manos de ellos donde los que vuelan llegan sanos y salvos. Un error de ellos y hasta la vista, baby. La aviación es muy segura, los aviones traen toda la tecnología para evitar un accidente. Algunos Airbus cuentan con niveladores para eso mismo. Cuando inauguraron uno, el comandante instructor le dijo al piloto, al momento de elevarse, que apagara un motor, el piloto le daba miedo. ¡Apáguelo!, le decía, lo apagó y la misma tecnología de la computadora lo niveló, para poder regresar al mismo aeropuerto. Volar es seguro. Un controlador de torre lo baja, lo guía, lo lleva de la mano y cuando está en tierra, otro lo toma para carretear y llevarlo a su sitio, donde baja el pasaje. Los aviones salen con tormentas, granizadas, lluvias, en los de Nueva York, donde les cae nieve un día sí y otro también, hay gente dedicada a lavar las alas llenas de nieve, pues el peso no les permitiría despegar. Las cajas negras dirán la verdad. No ganarán la demanda, la AFFA dictamina siempre bien, que no dé el fallo el inútil Gerardo Ruiz Esparza, que ese de aviones solo debe saber cuando se sube a los jets privados, mismos que el Ruso va a vender todos. Véndelos, Ruso. Que se trepen a un Viva Aerobús comercial, pa’ que vean lo que se siente.

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