CENTENARIOS MEXICANOS (IV).

El crítico literario tiene la función de acercar a sus lectores a los libros, a los diversos autores, hacer el mundo de las letras digerible, agradable, comprensible, ameno. Todas estas cualidades las encontramos en el libro titulado: “Los momentos críticos”, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1987 y obra del destacado poeta mexicano Alí Chumacero (1918-2010.)
Chumacero desarrolló una larga e importante carrera como crítico literario, desde muy joven fundó revistas, dirigió suplementos culturales, y tuvo una vida muy activa como poeta, editor y estudioso de la literatura. La obra está compuesta por una gran cantidad de artículos donde se abordan temas sobre la poesía, la prosa, Chumacero nos acerca a diversos poetas entre ellos Manuel José Othón, Luis G. Urbina, Amado Nervo, Ramón López Velarde, Renado Leduc, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, y si bien su pasión central es la poesía, Chumacero dedica todo un capitulo para abordar partes de las novelas de Emilio Rabasa, Gutiérrez Nájera, José Vasconcelos, Mariano Azuela, Alfonso Reyes, y por supuesto que le otorga un espacio a escritores hispanoamericanos entre los que se encuentran José Martí, Borges, Pablo Neruda.
El libro es un verdadero viaje por las diversas literaturas, sin embargo, a pesar de su rica variedad, el sello del alma poética del autor se encuentra muy marcado en la obra, en el capítulo inicial nos encontraremos con todo un análisis, reflexiones y critica, sobre la poesía, los poetas, los movimientos literarios, un interesante estudio de la poesía mexicanista y las fuentes de la poesía mexicana, explica la importancia de la metáfora en la poesía y en muchos momentos realiza una férrea defensa de la poesía por ser para Chumacero el alma de los pueblos.
La primera discusión que aborda Chumacero en el libro es el eterno conflicto entre razón e intuición, e incluso nos recuerda el momento en que Platón expulsó en su República a los poetas por ser pernicioso su pensamiento y forma de enseñar: “Los despediríamos después de haber derramado perfume sobre su cabeza y de haberla adornado con la cintilla de los sacrificios; y nos daríamos por contentos con tener un poeta y recitador más austero y menos agradable, si bien más útil, que imitara el tono del discurso que conviene al hombre de bien.”
El conflicto original consiste en que los poetas más que utilizar la razón, utilizan la intuición, intentan describir lo interior, lo subjetivo, las emociones, no producen un pensamiento que al momento sea una respuesta práctica, lógica o razonable. Chumacero afirma que desde que la razón prevaleció en la cultura griega, el poeta es el antípoda del hombre de bien, el enemigo de la cordura y el hombre que todo lo desvirtúa. Con el paso de los años la poesía no tan sólo se mantiene, sino que es una actividad trascendental en la vida del hombre, el ejemplo se encuentra en Paul Valéry al definir a la poesía como un acto donde:
“Oscuramente tratan de expresar los gritos, las lágrimas, las caricias, los besos, los suspiros, etcétera, y que parecen querer expresar los objetos en lo que tienen apariencia de vida o de supuesto contorno.” Y Baudelaire señala que con la poesía se busca: “Interpretar la apariencia sensible, mirar por debajo de las superficies, reconocer el fundamento de las cosas, parecen ser atributos del espíritu y condiciones adecuadas para unirse con el todo. Se borran las fronteras entre el sentimiento de lo subjetivo y el de lo objetivo.”
Una vez comprendida y valorada la importancia de la poesía en la vida del hombre, Chumacero manifiesta que el principal daño que ha sufrido la poesía es el causado por los falsos poetas, porque si bien coincide que el poeta nace y no se hace, también cree que previo a escribir poesía se debe tener una formación literaria seria que incluye lecturas, estudios, investigaciones, y sobre todo, el poeta no debe buscar el aplauso fácil, lisonjero, y mucho menos plagar su obra de arte con cuestiones personales, sobre este punto Chumacero comparte el interesante análisis realizado por el psicoanalista C. G. Young en su libro: “Psicología y poesía, Filosofía de la ciencia literaria”, que literalmente señala:
“La esencia de la obra de arte no consiste en hallarse preñada de particularidades personales –cuanto más lo esté, menos obra de arte será –sino en elevarse muy por encima de lo personal y en hablar por y para el espíritu y el corazón de la humanidad.”
Para Chumacero quien no acude con respeto y seriedad al mundo lirico, está muy cerca de caer en la sensiblería, por supuesto que el propio espíritu de la poesía pone a cada quien en su lugar, pero quien deseé incursionar en este universo debe dedicarle mucho tiempo y esfuerzo:
“La revelación de la percepción artística es, como el talento, una larga paciencia. No la envían los cielos, no desciende por la gracia de Dios, no está predispuesta ni prevista: sucede correlativamente al ejercicio literario que ejerza el sujeto. Las predisposiciones que han dado lugar a la conocida frase “El poeta nace, no se hace”, es decir la advertencia de que el poeta obedece a otro tipo de organización mental, no son sino a posteriori, después de consumado el hecho, después de que el poeta ha logrado existencia propia.
Porque es cierto que el escritor y el artista en general son la expresión de esa estructura distinta, pero también provienen entre otras cosas de una serie de fuerzas sociales que condicionan su descubrimiento para la conciencia. Con lo cual queremos decir que el artista no es hijo de la revelación sino producto de su impulso, de su dedicación desde niño al saludable vicio del arte.”
Todo lo narrado es sólo una pequeña parte de lo que se puede leer en: “Los momentos críticos” de Alí Chumacero, una magnífica obra que nos enseña la importancia de la crítica literaria, porque con ella se da continuidad a una tradición y comprensión del pensamiento, por eso en el prólogo de la obra Miguel Ángel Flores apunta: “Mientras más críticos haya, mejor.”
Correo electrónico: miguel_naranjo@nullhotmail.com