¿Cómo? Su compositor pintó a todo un país a través de sus acordes, al escucharla cierras los ojos e imaginariamente puedes sentir la textura de México, sus bajorrelieves, sus montañas, valles, serranías y hermosos paisajes; a la costa, al trópico húmedo y la selva; al escuchar sus violines se te viene a la mente la región huasteca (Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Puebla), la marimba te remite a Chiapas y Oaxaca (La Guelaguetza) y, por momentos, piensas que estás escuchando cantar con su característico falsete a Miguel Aceves Mejía interpretando ‘El jinete’ o ‘Cielo Rojo’ con un gran mariachi de fondo. Es un ensamble perfecto de arpas, violines, violas, violoncellos, el güiro, las maracas, el clarinete, la flauta y los timbales, ¿Siqui sirí?, ¿La bruja?, ¿el Cascabel?, ¿La bamba?, ¿Balajú?, ¿el Gavilancito?, ¿el son huasteco?, ¿las ‘chilenas’ de Guerrero?, ¿el baile de la iguana?, ¿el multicolor del país?, ¿el folclore?, ¿Chente?, ¿Lola Beltrán?, ¿Lucha Villa?, ¿el crótalo (castañuelas) de Sonia Amelio?, ¿el verde de Veracruz?, ¿la cantera multicolor del centro de la República?, ¿a mi amigo recordado Miguel Vélez Arceo?, ¿a Tlen Huicani de Alberto de la Rosa?, ¿la pintura de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Kahlo, Rafael Coronel y Rufino Tamayo? Todo, a mi parecer todo eso y más está presente en el ‘Huapango’, “ese nuestro himno alternativo” de José Pablo Moncayo García que refleja y resume lo mejor de este gran país -¡cómo me duele a veces chingao!-. Esa pieza musical de excelencia que conforme pasa el tiempo más se engrandece y adquiere el estatus de una obra maestra. Decía mi maestro de cuarto año de primaria, el ‘gigante’ y sabio Antonio Bargés Barba: “… dicen que los hombres no lloran, pero yo sí lloro”, yo también cada vez que escucho ‘Huapango’. Naú Cessa Figueroa, que es economista de los buenos y además mi compadre, me hizo el favor de compartirme hace unos días a través de WhatsApp esta magna obra interpretada por la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar y dirigida por Gustavo Dudamel, en algún teatro del Reino Unido donde emocionó al flemático y conocedor público británico. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.