Con la Sesión de Consejo General celebrada este sábado primero de septiembre, dio inicio el Primer Año de Ejercicio de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión. De esta forma, se materializó institucionalmente lo que los mexicanos decidimos en las elecciones federales el pasado mes de julio.
Sin duda son tiempos de cambios, pero al mismo tiempo, tiempos que confirman la esencia de lo que significa nuestra república. Contrario a los afanes protagónicos de escribir una historia personal para la nación, lo cierto es que más allá de la composición política que se decidió en las urnas, México sigue siendo un espacio para la libertad, la pluralidad y el entendimiento.
La república no ha cambiado. Seguimos siendo el conjunto de voluntades en torno a un pacto federal que se rige por la Constitución; tenemos un régimen democrático que nos garantiza que la autoridad y el gobierno provienen de la voluntad ciudadana. Y es el estado de Derecho el que establece una división de poderes para asegurar la preservación del Estado. Ninguna persona o institución puede ejercer un poder absoluto.
Por ello, a pesar del ánimo renovado por establecer nuevas reglas de convivencia que permitan cerrar la brecha social y económica de los mexicanos, no somos un Congreso Constituyente que de vida a una nueva etapa de la república. Nuestro espacio en la historia estará determinado por la solución a los problemas estructurales del país y no a la simple expresión de las ideas.
Ha sido la convivencia pacífica y el respeto a la voluntad popular lo que ha dado origen a los gobiernos de la República después de la revolución mexicana. Hoy no es la excepción; en tal sentido, las diferentes fuerzas políticas que han encabezado el gobierno federal tienen el mismo origen, y por tanto, la misma legitimidad.
Este sábado, durante la sesión del Consejo General con motivo del Sexto Informe de Gobierno del Presidente de la República, escuchamos visiones distintas de lo que hoy es nuestro país y de los retos que debemos enfrentar en el futuro.
A nombre de nuestro Grupo Parlamentario, la senadora Claudia Ruiz Massieu dijo que en el PRI coincidimos en que México debe vivir una auténtica democracia, donde el Congreso sea un contrapeso del Poder Ejecutivo. El posicionamiento de la izquierda en el sentido de que el Congreso es el origen transformador del Estado debe prevalecer como muestra de su madurez política.
“El Congreso es la primera y la última trinchera de la República”, dijo durante su intervención en la sesión de Congreso General. Los priistas hemos entendido el papel que hoy nos toca de cara a los ciudadanos: la defensa del interés supremo de la nación ante cualquier otra tentación de autoridad o autoritarismo.
El mensaje de la también presidenta nacional del Partido fue conciso: se debe gobernar para cumplirle al país en el largo plazo, no para satisfacer las encuestas en el corto. Esa es la democracia por la que votaron los mexicanos; debemos asegurarnos que este propósito se cumpla. Su mensaje marca el rumbo de nuestra actuación parlamentaria.
Los retos son los mismos para todos: un federalismo que impulse el desarrollo equilibrado de todas las regiones del país, un gasto público con enfoque social que genere igualdad entre las personas, la recuperación de la seguridad y el estado de Derecho, así como una auténtica independencia de los gobiernos y los partidos que representan para impulsar un régimen verdaderamente democrático.
El sábado, en el inicio de una nueva etapa política del país, confirmamos que la república sigue siendo de todos. Transformarla –antes que refundarla- en beneficio de nuestra sociedad es una tarea que no puede asumirse como destino manifiesto de una sola persona, un solo partido y una sola corriente ideológica. Es un compromiso que nos corresponde a todas las fuerzas políticas que integramos el Congreso.
Tenemos una responsabilidad histórica: una república sin adjetivos.