¿También Macri suspenderá pagos? Hace ya algunas semanas que los medios internacionales de referencia califican la situación de Venezuela de “catástrofe” sin paliativos y sin perspectiva alguna de mejora. Ahora el pesimismo, cada vez más negro, se ha trasladado a Argentina. En el giro de pocos meses, desde abril, cuando el fortalecimiento del dólar empezó a causar serios problemas a varios de los países llamados “emergentes”, la situación financiera y económica del país que preside el millonario y derechista Mauricio Macri no ha dejado de empeorar. Hasta que se ha salido de control.
El indicador más claro del desastre es la caída del peso, que ha perdido un 50 por ciento de su valor desde el comienzo de 2018. Para frenar esa tendencia, hace diez días Macri pidió en televisión que el FMI adelantara el pago del crédito que el organismo ha concedido al país. Ese mensaje debería haber calmado a los mercados. Pero éstos lo interpretaron como una señal de que las finanzas estaban mucho peor de lo esperado. Y el peso aceleró su caída. El banco central argentino reaccionó –también porque la inflación está disparada, al 32 por ciento- subiendo el tipo de interés al 60 por ciento. La medida no tuvo efectos destacables.
“Todo ello amenaza con colocar al país en un círculo vicioso de disminución de la confianza, moneda enferma, aumento de la inflación y crecimiento a la baja”, escribe el Neue Zürcher Zeintug, un periódico suizo muy influyente en toda Europa. “Dicha dinámica, que ya se puede observar, dificulta al país el pago de sus deudas en moneda extranjera”.
En los ambientes internacionales crece la preocupación de que Argentina vuelva a suspender pagos, como ocurrió en 2002. Tras aquello el país no recibió un préstamo en dólares durante 14 años. Ese veto se levantó hace sólo dos años, tras de que Macri llegara al poder, aupado también por su buena imagen de político capitalista ortodoxo y en sintonía con las élites dirigentes de Occidente.
En ese periodo Argentina se ha endeudado por valor de 83 mil millones de dólares. La caída del peso ha encarecido extraordinariamente el precio del servicio de esa deuda. Hasta el punto de que la posibilidad de una nueva suspensión de pagos vuelve a agitar los mercados, retrayendo totalmente a los inversores, que la economía argentina necesita desesperadamente para crecer.
Los préstamos del FMI garantizan que esa suspensión de pagos no va a producirse en un horizonte inmediato. Pero a cambio de aceptar unas condiciones que pueden llevar al país a una grave recesión –el PIB ya está cayendo un 1 por ciento– y empeorar dramáticamente la situación de amplias capas de la población, que ya soporta altísimas tasas de pobreza.
Joaquín Morales Solá, columnista estrella del diario conservador La Nación, que siempre ha simpatizado con Macri, ha escrito lo siguiente:
“El severo ajuste por venir se hará más por los ingresos que por los gastos. Subirán los impuestos a las empresas, tanto industriales como agropecuarias, en un país que ya tiene una presión impositiva enorme, casi incomparable en el mundo. Pero la alternativa que tiene Macri es peor: el gasto social consume más del 70 por ciento del presupuesto nacional. ¿Está en condiciones, acaso, de bajar ese gasto después de la ordalía de violencia que hubo en diciembre pasado por un leve retoque a los aumentos a los jubilados? ¿Podría hacerlo en un país con un tercio de su población bajo la línea de la pobreza, en la etapa inicial de una recesión e duración incierta y con un satelital nivel de inflación?”.
Por su parte, el Financial Times asegura que un nuevo ingrediente va a hacer muy pronto aparición en la escena argentina: el de la crisis política. Y no tanto porque la oposición, peronista y de los sindicatos, va a redoblar su movilización contra el gobierno y contra el FMI –considerado como la representación del mal por buena parte de los argentinos– sino porque la coalición que sostiene a Macri ya está mostrando signos de seria agitación interna y podría terminar en quiebra.
LOS ECONOMISTAS SE HAN EQUIVOCADO CON TRUMP
El Presidente norteamericano está asediado en la escena política interna. Varias investigaciones judiciales penden sobre su cabeza y son muchos los que vaticinan que si la Cámara de Representantes cae en manos de los demócratas en las elecciones de noviembre ésta propondrá su “impeachment”.
Habrá que verlo. Pero más allá de esas incógnitas, lo cierto es que la economía norteamericana va viento en popa, en buena medida gracias a las decisiones de Trump. Los pronósticos pesimistas que hicieron muchos economistas no se han cumplido: “La noche misma de la elecciones, el premio Nóbel Paul Krugman dijo que los mercados nunca volverían a subir”, escribe Arnaud Leparmentier en Le Monde. “Pero la bolsa no ha dejado de triunfar”.
El columnista francés subraya además que las guerras comerciales desatadas por Trump han quedado en poca cosa y que los mercados nunca creyeron que se producirían de verdad. Aparte de que continúa el conflicto del acero, este verano se ha firmado un armisticio con los europeos, los problemas con los mexicanos han quedado bastante reducidos y las tensiones con los chinos son, más o menos, las de siempre.
Y Leparmentier concluye con estos datos: el índice de confianza de los consumidores está a su nivel más alto desde el año 2000. El desempleo, del 3,9 por ciento, está en su tasa más baja desde esa fecha. Los beneficios de las empresas han subido un 16 por ciento y en el segundo trimestre la tasa de crecimiento revisada ha alcanzado el 4,2 por ciento.
* Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.