Se ha desatado una lucha feroz, una verdadera guerra, de los sectores ultraconservadores de la Iglesia en contra del papa Francisco (82). Es una ofensiva orquestada por el cardenal estadounidense Raymond Burke (70), arzobispo de San Luis, Missouri, y los sectores más reaccionarios de la Curia Romana, que se sienten amenazados por los cambios que ocurren en la Iglesia. Su objetivo es que el papa renuncie.

La punta de lanza de esta guerra ha sido monseñor Carlo María viganò (78), quien entre el 2011 y el 2016 fue embajador del Vaticano en Estados Unidos. El pasado 25 de agosto dio a conocer una carta en medios digitales ultraconservadores, donde acusa al papa de no haber hecho caso a sus denuncias, en el 2013, contra el cardenal estadounidense Theodore McCarrick (88), quien fuera arzobispo de Washington, por delitos de pederastia y abuso de jóvenes seminaristas.

En julio del 2018, el papa solicitó y aceptó la renuncia de McCarrick como integrante del Colegio Cardenalicio y lo suspendió “del ejercicio de cualquier ministerio público junto con la obligación de permanecer en una casa que se le indicará, para una vida de oración y penitencia, hasta que las acusaciones contra él sean aclaradas por el proceso canónico regular”.

El cardenal portugués Antonio de los Santos (71), arzobispo de Fátima, evidencia la trama cuando afirma que la carta es parte de una campaña, del ala ultraconservadora de la Iglesia, que quiere deshacerse del papa. Asegura que, desde hace tiempo, la carta de viganò estaba preparada y acordada su publicación. El grupo promotor de la misma esperaba el tiempo propicio para darla a conocer y con eso hacerle el mayor daño posible al papa.

Ese grupo, dice el cardenal, decide que el momento adecuado llega cuando el gobierno de Pensilvania, Estados Unidos, revela la investigación que implica a 300 sacerdotes, de seis diócesis de ese estado, en el abuso de 1,000 menores en los últimos 70 años, y antes del viaje del papa a Irlanda para presidir el Encuentro de las Familias. En ese país, a lo largo de los últimos 50 años, sacerdotes abusaron de más de 14,000 menores, según investigación del gobierno.

Al interior de la Iglesia, también entre los vaticanólogos, se sabe que viganò es una persona de carácter inestable, propenso a intrigas y mentiras. Antes estuvo implicado en el caso del Vatileaks. Lo que diga no tiene credibilidad. Él es parte, y no la principal, de un movimiento orquestado contra el papa. Todo señala que, de este primer golpe, se esperan más, viene de Estados Unidos y está operado por sectores ultraconservadores de la iglesia vinculados al Tea Party.

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