Mal día para la industria espacial de Rusia. Tras el accidente sufrido la mañana de este jueves por la nave espacial Soyuz MS-10 –el único aparato que se utiliza para transportar astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI) después de que Estados Unidos, a raíz de la tragedia del Challenger hace 22 años, canceló su programa de transbordadores Space Shuttle–, el gobierno ruso ordenó suspender todos los vuelos tripulados hasta que se establezca la causa que obligó a abortar la misión.
“Accidente en el propulsor. Dos minutos y 45 segundos. Ha sido un vuelo rápido”, dijo con sangre fría el comandante de la Soyuz MS-10, el ruso Aleksei Ovchinin, en el video de la retransmisión del lanzamiento, acompañado del otro tripulante, el estadunidense Nick Hague, enviado por la NASA, la agencia espacial de Estados Unidos.
De acuerdo con la información oficial, proporcionada por Roskosmos, la agencia espacial rusa, poco después de despegar la Soyuz MS-10 del cosmódromo de Baikonur, que Rusia alquila a Kazajstán, se detectó una falla en la fase dos del propulsor en el cohete portador Soyuz-FG, lo cual activó de manera automática el régimen de descenso balístico de la cápsula en que se encontraban los astronautas.
El abrupto descenso desde una altura de 90 kilómetros se produjo en un ángulo más inclinado de lo habitual, lo que se tradujo para los astronautas en fuertes sacudidas en medio de una fuerza de gravedad casi siete veces superior a la normal.
“Ninguno de ellos está herido. Están bien, tomando en cuenta la fuerza gravitatoria que tuvieron que soportar”, informó un vocero de los servicios de rescate, que media hora más tarde del precipitado aterrizaje encontraron la cápsula en las estepas de Kazajstán.
Ovchinin y Hague fueron trasladados a Baikonur, donde pasarán la revisión médica de rigor y podrán reunirse con sus familias, para viajar en avión este viernes a Moscú.
La medida de suspender las misiones tripuladas afecta también, de modo preventivo, los siguientes tres lanzamientos de cohetes Soyuz-FG no tripulados, el 19 de octubre desde Plesetsk, el 30 de octubre desde Baikonur y el 7 de noviembre desde Kuru.
Esta modalidad de Soyuz, que dejó ya de fabricarse y se piensa reemplazar por una más moderna en 2020, se ha utilizado en 65 lanzamientos, todos sin problemas hasta su primer accidente, este jueves.
Ahora, durante un lapso estimado de dos a tres meses, será necesario comprobar el estado de todos los componentes de las unidades que aún se conservan y ello supondrá retrasar a principios de 2019 el retorno de la tripulación que trabaja en la EEI desde comienzos de junio anterior y que tenía previsto regresar el próximo 13 de diciembre.
Formada por la estadunidense Serena Auñón-Chacellor, el ruso Serguei Prokopiev y el alemán Alexandr Gerst, la tripulación del EEI continuará realizando sus experimentos científicos y cuenta con provisiones suficientes hasta fines de enero siguiente, en espera de que se reanuden antes los envíos de cohetes Soyuz, indicó una fuente de Roskosmos a una agencia noticiosa local.
Desde que empezaron a usarse los Soyuz, en sus 130 lanzamientos sólo ha habido dos tragedias con pérdidas humanas y tres accidentes más sin víctimas. Por ello, se consideran una nave eficaz y segura, y por cada lanzamiento la NASA paga a su contraparte rusa una suma cercana a los 80 millones de dólares.
El accidente se produjo en un contexto de fuertes críticas a Roskosmos, que está inmerso desde comienzos de año en un ambiente de nerviosismo y creciente desconfianza por parte de la sociedad debido a los escándalos de corrupción que llegaron a ventilarse en la prensa rusa.
En opinión de los expertos –además– puede tener un impacto negativo en la reputación de la agencia especial rusa que beneficie a sus competidores estadunidenses.
Anton Pervishin, por mencionar a uno de ellos, considera que el accidente puede ser utilizado como pretexto para solicitar más financiamiento para los proyectos de nave tripulada que se están desarrollando en Estados Unidos: el Starliner (Boeing) y el Crew Dragon (SpaceX).
El primer vuelo no tripulado del Crew Dragon está programado para enero de 2019 y el tripulado, en junio; mientras el Starliner planea iniciar operaciones en agosto del mismo año.
Asimismo, podría afectar otra rama de cooperación entre Roskosmos y la NASA. Hasta ahora los cohetes portadores estadunidenses Atlas 5 utilizan el propulsor ruso RD-180, pero la United Launch Alliance que emplea esos cohetes tiene planes de sustituir el RD-180 con el propulsor Blue Origin, financiado por el magnate de Amazon, Jeff Bezos.