*De Leila Guerreiro: “La tarea de un periodista consiste en ir, ver, volver y contar”. Camelot

A MADRID, CHULONA MIA (DIA UNO)

Octubre de 2018. Tiempo de indecisiones. Llegará la Serie Mundial, el clásico de Otoño. Llegarán los tiempos donde se decide si tendremos nuevo aeropuerto o tendremos remodeladas terminales. Estos líos con como la cosecha de mujeres, que nunca se acaban. Emprendo un viaje a Madrid. Temprano tomo la mugre autopista de Capufe y voy al aeropuerto Jara de Veracruz. Llueve, llovizna a ratos y a ratos pega como diluvio. Hay norte en Veracruz, las palmeras rumbo al aeropuerto se mecen, el viento las ondula, las hamaquea y suele doblarlas pero no las quiebra. Hay que hacer tiempo, el avión Embraer de Aeroméxico llegará con media hora de retraso, el aeropuerto de Ciudad de México ya es insostenible, atrasos por vuelos constantes, las horas pico de las pistas se vuelven intransitables, por eso lo del nuevo, buscar una opción, pero el amoroso no se decide si por melón o por sandia. A la una despegamos, el avioncito se eleva, en menos de una hora estaremos viendo la capital, antes el Golfo de México con el mar revoloteado por el mismo viento. Se persigna uno y a darle, ver el Pico de Orizaba a los minutos y en menos que lo contamos ya estamos avistando el Valle de México. Toca tierra el avión, saca los flaps y lo frena con viento en contra y motor en reversa, como suelen hacerlo. Carretea, primera demora, el gusano no encaja, un pasajero dice que la semana pasada les tocó estar parados una hora. Ahora no fue así, se perdieron veinte minutos. Al carretear por donde se encentra el hangar de la Policía Federal, recordé que el viejito Jiménez Espriu, próximo secretario de Comunicaciones del amoroso AMLO, dijo, como si gritara el aleluya, que al no haber avión presidencial, el hangar donde se guardaba el avión de Peña Nieto lo utilizarán para darle servicio a la Terminal 2, que buena falta hacen espacios y huecos, en ese lugar gigante bien caben cuatro aviones grandes desalojando pasajeros. También misma suerte tendrá el de la Federal. Como dijo un pueblerino, no habiendo caballos para que quieren los potreros.

AQUELLOS ITALIANOS

Hago mi tiempo en México. Ahora no encontré ningún picudo, solo en un restaurante de la Terminal 2 a Gerardo Lagunes Gallina, exalcalde, quien en Oaxaca trabaja para programas sociales del gobierno federal y a quien saludamos mientras matábamos el hambre, una pasta ligera para no sufrir las diez horas del vuelo, en un lugar llamado Gio, o Gino, italiano, pues. Allí no nos ocurrió como en la Pequeña Italia (Little Italy) de Nueva York, ese sitio que los chinos del barrio de Chinatown se han comido y les han dejado ya escasas cuatro cuadras, porque donde el mercadeo llega, y los chinos son bravos para eso, comienzan a comprar lo que antes eran restaurantes, allí donde Vito Corleone llegaría, sus antepasados y donde, cuando caminabas y preguntabas el sitio donde comía Frank Sinatra, todos te decían que allí, en uno de los suyos, y hasta te llevaban a una esquina de una mesa que tenía posters de los grandes mafiosos, los Genovese y Tataglias, la muy bella Pequeña Italia, donde las canciones italianas como Volare saben mejor con el olor de los espaguetis, esas pastas italianas hechas solo como ellos saben.

EN EL AIRE

Despegamos, el monstruoso avión de Aeroméxico, se eleva, rompe las nubes. Quince minutos de demora por lo mismo, saturación de pistas. A esperar. Despega y hay un poco de turbulencia. A los diez mil pies anuncia que ya pueden respirar tranquilos, y levantarse los que quieran levantarse, para tenerle respeto a los aviones y decir un poco como dijo Picasso: No le temo a la muerte, le temo a los aviones. Volaremos a una velocidad de 900 kilómetros y a una altura de 11 mil 200 metros, con viento en contra pero leve. Diez horas a la llegada, pronosticó el piloto, después de darnos la bienvenida y que los auxiliares sobrecargos nos den el protocolo que dicta la aviación, de ponerse el cinturón en tal forma, de si pierden presión, las mascarillas saldrán, etcétera, etcétera. Impresionante las luces de la ciudad. Solo Las Vegas, en Nevada, y México desde las alturas, dan esa luminosidad que hasta a los pilotos asombra. Enrutaremos por Mérida, Cancún, Miami, bordeando Nueva York y Halifax y entrar al Atlántico para penetrar quizá por la parte de Portugal o por alguna otra. Dependiendo la ruta que le den al piloto. La aviación tiene sus rutas y tiene sus carreteras del aire. Nadie puede tomar por donde quiera, salvo emergencias, y seguir la ruta que van dando desde tierra todos los controladores aéreos, los de las ciudades y los de las pistas del mundo. En esas ando, por llegar a Madrid y comenzar a ver ese nuevo Madrid donde en España a Rajoy le dieron las gracias, por no decir que un verdadero golpe de estado legislativo, de partidos porque, cuando andaba a las babas, le aplicaron el bateo libre como los juegos del Play Off para ir a la Serie Mundial y, cuando se dio cuenta, andaba desempleado. Llego. Llueve en Madrid, como en Orizaba, cumple España 40 años de su Constitución, cuando se alejaron de Franco, y los Reyes dan los Premios Princesa de Asturias, entre ellos al gran Martin Scorsese y a la gran escritora mexicana, Alma Guillermo Prieto, historias para mañana.

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