En las últimas semanas, Andrés Manuel López Obrador ha venido recorriendo nuestro país en una “gira de agradecimiento”, con motivo de su inobjetable triunfo en el proceso electoral que le permitirá gobernar nuestra república a partir del 1 de diciembre de este año y hasta el último día de noviembre del 2024.

Como parte del proceso electoral, el presidente electo -al igual que el resto de los candidatos al mismo cargo-, hizo una serie de compromisos, a cuyo cumplimiento estaremos atentos todos los mexicanos a partir del inicio del último mes del año que está por concluir.

Durante el recorrido nacional que se encuentra realizando, ha reiterado algunos de sus compromisos de campaña, otros los ha matizado; incluso uno de ellos –el de la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México-, ha supeditado su cumplimento a una consulta popular de características atípicas.

A las promesas de campaña, durante su «gira de agradecimiento», el presidente electo, ha agregado nuevos compromisos regionales, nacionales y, en la última semana, el más polémico, de carácter internacional: expedir visas de trabajo y ofrecer plazas laborales a migrantes centroamericanos que quieran venir a trabajar a México.

Muchos mexicanos, yo entre ellos, no dudamos de la buena fe del presidente electo. Tampoco cuestionamos la autoridad política que le dio el 53.17% de los ciudadanos que sufragaron en su favor en el proceso electoral del 1 de julio.

Sin embargo, no puedo dejar expresar mi temor porque el ánimo solidario que seguramente movió al próximo Presidente de México, sea interpretado como una invitación a nuestros hermanos de centro y Sudamérica de migrar a nuestro país a encontrar el empleo del que carecen en sus países de origen.

La generosidad mal entendida en esta materia puede dar lugar al incremento del 3.3% de la tasa de desempleo de nuestro país, no obstante que, durante el sexenio que está por concluir, se han creado la cifra histórica de alrededor de 4 millones de fuentes de trabajo. Lo anterior, sin menoscabo de la frustración de quienes migren a nuestro país buscando el “sueño mexicano”.

El argumento de López Obrador es que los 400 mil empleos que generará la construcción del tren maya servirán para absorber esa mano de obra extranjera. Es válido, sin embargo, una comedida sugerencia a la próxima administración federal sería que esos nuevos espacios laborales se destinaran a nuestros connacionales que están siendo repatriados de Estados Unidos.

Según datos de la Unidad de Política Migratoria (UPM), cada año suman, justamente, cuatrocientos mil mexicanos, la misma cantidad de empleos que se calcula se generarán con la construcción de la magna obra ferroviaria del sureste de la república.

La solidaridad del presidente electo con comunidades extranjeras en desgracia es congruente con la tradición diplomática de México. Dos botones bastan de muestra para este propósito: la bienvenida que dimos a cerca de 25 mil refugiados españoles entre los años 1939 y 1942 con motivo de la guerra civil de su país y, las facilidades que en 1973 se dio a poco más de 750 chilenos para recibirlos en nuestro país, a raíz del golpe de estado que en Chile propinó Augusto Pinochet al gobierno del presidente Salvador Allende.

No obstante, el problema migratorio es mucho más complejo en la actualidad. Si bien sus causas siguen siendo diversas, la más grave es la económica como consecuencia de la falta de empleos. Esa es la fundamental razón por la que, según informes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), cada año migran, por lo menos, un millón de mexicanos, documentados y no documentados, hacia los Estados Unidos.

No debemos confundir la política exterior con la política social. La política social debe seguirse orientando a los 53.4 millones de mexicanos que viven en pobreza y a los 9.4 millones que subsisten en pobreza extrema.

Un gobierno responsable como el que confío será el del presidente electo debe, en principio, generar empleos para sus connacionales que carezcan de ellos. Es evidente que en este momento nuestro país no tiene en materia laboral lugar para todos; si no lo tiene para los nuestros que se van, menos aún los tendrá para los que lleguen.

La crisis que en este momento estamos atravesando con la caravana de migrantes centroamericanos, debemos asumirla como una llamada oportuna de atención para evitar el riesgo de alumbrar la calle dejando nuestra casa a obscuras.

Lo fácil es expedir visas. Lo difícil es expedir oportunidades.

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