DESPUES de mucho tiempo, quizá los últimos cuatro meses, aproximadamente, después de las elecciones constitucionales del primero de julio, México, se volvió el centro de la atención internacional por el rumbo que tomaba con el cambio de gobierno, que ahora dice López Obrador, que en realidad, se trata de un cambio de régimen. Como quiera que sea, ha sido una etapa de dimes y diretes, de especulaciones diversas en torno al futuro del país, con una nueva administración federal, pero con grandes expectativas de cambio de rumbo en el destino de una nación que quiere, sobre todas las cosas, despegar hacia su propio desarrollo nacional.

En las acciones del Presidente electo, está el objetivo de terminar con la corrupción como el principal motivo de su gobierno, ya que mediante este fenómeno social, se ha impedido que México, pueda superar sus propias condiciones, donde, como se sabe, existen más de sesenta millones de pobres y que a pesar de las tres transformaciones que ha tenido el país, según López Obrador, no se ha logrado ni siquiera dignificar la vida de cada uno de los habitantes de esta importante nación.

La cuarta transformación de la que habla López Obrador, incluye, desde luego, el rescate de la población más vulnerable, la más pobre, la más jodida de todos los tiempos, superando sus propias metas y buscando un mejor porvenir para los mexicanos en general, comenzando por una austeridad republicana, que logre tener más recursos para cumplir con estas demandas del pueblo y para modificar el sistema de reparto de la riqueza en México, que ahora se encuentra, principalmente, en tan solo dieciséis familias.

Dice López Obrador, que con la cancelación de la obra destinada a crear el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, se ha dado un duro golpe al círculo de empresarios que querían seguir beneficiándose con estos negocios que ahora se les ha venido abajo, pues ya no se creará esta magna obra y con ello, también, los proyectos económicos de la zona, incluso, porque no decirlo, hasta la planificación de centros comerciales de gran envergadura económica, que ya se estaban proyectando al lado del Aeropuerto que se construiría en Texcoco.

Todo suena bien, y es, hasta cierto punto, viable, pero hay muchos otros detalles en los que el Presidente electo, ha fallado. Por ejemplo, la forma de justificar una decisión ya tomada con anterioridad y que para no correr el riesgo de que no diera los resultados que esperaba, la consulta se hizo entre sectores determinados, es decir, donde sabía de antemano que no le fallarían, porque harían lo que él les había prometido desde tiempos de la campaña presidencial.

Así las cosas, tal vez, los objetivos sean correctos, pues todo mundo quiere a un México, alejado de la corrupción y de la influencia de los grandes capitales que decidían el futuro del país, pero la forma fue incorrecta, porque hasta de ilegal la han calificado y cuando un asunto adolece de legalidad, es una imposición y cuando hay imposición, hay autoritarismo y esto lleva, desde luego, a configurar un gobierno totalitario que nadie quiere, porque entonces no habría un estado de derecho que garantizara libertad para un pueblo, tal y como está sucediendo en algunas naciones latinoamericanas, cuyos gobernantes están siendo repudiados por haberse salido del marco legal o de derecho.

López Obrador, se ha salido con la suya y en este rumbo, construirá, en el futuro, con reformas constitucionales, un sistema propio para justificar y legalizar todas sus acciones, de tal manera, que no habrá decisión suya que pueda ser criticada o atacada, porque sencillamente, la pondrá a consideración de su pueblo, el cual, como ya hemos visto, está dispuesto a obedecer las instrucciones y los deseos del gran Tlatoani.

Todo mundo está, ahora, a la expectativa, con la finalidad de esperar, solamente, que llegue, por fin, el primer de diciembre y comience a gobernar López Obrador, pues todo mundo quiere saber que vendrá en el inmediato futuro, porque de plano, los mexicanos en general, ya están ciscados con tanta corrupción, promesas incumplidas, engaños en todos los sentidos y un permanente retraso en el desarrollo nacional.

Desde luego, y ante la cancelación de la construcción del nuevo Aeropuerto de la ciudad de México, vendrán otras ocasiones en que el mismo Presidente electo, para entonces, ya Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, dispondrá de este mecanismo para la aprobación de otros proyectos, como el Tren Maya, que desde luego, no será rechazado, sino aprobado por las mayorías en una consulta establecida a modo.

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ES POSIBLE, YA SE HABLA de ello, que el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, sea, en el futuro, una realidad, porque una vez resuelta la necesidad que tiene el actual Aeropuerto Internacional Benito Juárez, se tenga que construir esta obra que ahora se queda en un avance considerable del sesenta por ciento, cuando menos.

Y es que, viéndolo bien, la obra es necesaria, pero como se trata de un asunto político, es por eso que se cancela. Pero de que hace falta, ni quien lo niegue y eso lo sabe el mismo López Obrador, por lo que en el futuro podría concretarse licitándose la construcción para que la lleven a cabo empresas del sector privado, algunas de ellas, porque no, afines al gobierno que se iniciará el primero de diciembre próximo.

Se llevará, de todos modos, un buen tiempo, y quizá rebase en este sentido, al mismo sexenio de López Obrador, aunque si hace falta, podría prolongarse por más tiempo, solamente haciendo las reformas constitucionales necesarias y con el apoyo popular, de tal manera, que todavía le pueda corresponder inaugurarlo al propio ahora Presidente electo del país-

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Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.

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