*De Bismark: “Ante cualquier desavenencia no caigamos en el error de dudar o bien de su inteligencia, o de su buena voluntad”. Camelot

EL CONGRUENTE YUNES LINARES

En mis ratos de ocio, cuando por las noches llegando al cuarto del hotel comenzaba a escribir mis peripecias por Madrid, Toledo y París, que fueron los tres sitios donde anduve y andé, dijera aquel ínclito personaje, encendía mi ordenador, como le dicen en España a la computadora y me ponía un poco al día con México y Veracruz. Vi un acto muy republicano, sucede que cumplió años de fallecido el exgobernador de Veracruz y ex secretario de Gobernación de Carlos Salinas, Fernando Gutiérrez Barrios, frente a su busto de rostro, con su paliacate al cuello, clásica postura y su copete muy padrotón, FGB miraba ahora al mar, como una vez quiso ver Adolfo Ruiz Cortines siendo presidente de México. Sucede que en Veracruz-Boca del Rio, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, frente a la esposa del político y de sus hijos y familia, evocó un suceso con Gutiérrez Barrios. Dijo que una vez tuvieron desavenencias, como todo en la política, pero que por mediación de un mutuo amigo, Manlio Fabio Beltrones, el capo di tuti capos, le llamó y lo invitaba a comer con quien era poderoso secretario de Gobernación, a su casa, con la familia, con doña Divina. Qué allí, pese a tener diferencias en lo político, salieron sino como amigos, como dos gentes de respeto que se darían la mano y los saludos y los abrazos cada vez que se vieran. Gutiérrez Barrios era un hombre de mano derecha firme y mano izquierda tersa, cuando te daba las dos manos, eras su cuate. Así salió Miguel Ángel y ahora lo evocó cuando fue, casi como él, un gobernador efímero, de poquitos dos años. Buen evento homenaje.

LA OTRA ANÉCDOTA

Y allá en una mañana lluviosa madrileña, me acordé cuando mi cuate, el ‘Willy’ Guillermo González Díaz, uno de los alabarderos de Gutiérrez Barrios, me comentó cuando Miguel de la Madrid lo hizo candidato a la gubernatura de Veracruz. Estando en Capufe, donde era director general, un día el copetón le dijo: ‘licenciado Guillermo, ¿tiene usted su auto a la mano?’, el Willy le dijo, yes. ‘Lléveme, vamos a Los Pinos, me llamó el presidente’. Ahí iban ellos dos solos, se fueron en un Tsuru medio jodidón a ver al poderoso presidente de México. Flanquearon la puerta del Estado Mayor Presidencial y Guillermo esperó en las afueras, bajó y un secretario le invitó un café, creo que era el mafioso Emilio Gamboa Patrón. Media hora después salió el director de Capufe. Trajo el auto y cuando se subió al asiento de copiloto, Guillermo le preguntó. “¿Adónde vamos, señor?”. “¡A Veracruz, a servirle a mis paisanos veracruzanos!”. Había entrado como Clark Kent y salido como Supermán. Escuchó las Palabras Mayores que Luis Spota narra magistral en su serie de trilogía de política. Guillermo alumbró su camino, la lámpara de Diógenes le iluminó a él también, fue alcalde y diputado y quién sabe cuántas chambas más en ese tiempo de poder de Gutiérrez Barrios, y Dante, por la Gracia del dedazo, se hizo gobernador de cuatro años, el gobernador del cuatrienio. Those were the days, my friend (Así fueron los días, mi amigo)

LA ÚLTIMA ANÉCDOTA

La ultima anécdota que supe de ese tiempo es que, cuando Gutiérrez Barrios sonaba de que Salinas se lo llevaba a Gobernación -a servirle al patrón, que me mandó a llamar, anteayer-, los políticos de aquí se movían, latía su corazoncito como Texcoco, uno que era secretario de Finanzas estaba en la lista, Raúl Ojeda Mestre, otro que se mencionaba era Manolo Fernández Ávila Camacho, diputado o alcalde de Xalapa. Bueno, pues Dante se movió como Messi en el Barcelona y se quedó con el premio mayor. Cuentan que un mediodía, el hombre que después sería leyenda, le llamó al despacho jalapeño, bajo el retrato señero de Benito Juárez le dijo las Palabras Mayores jarochas: “Licenciado Dante, me voy con el señor presidente, a servirle al país, he consensuado con las fuerzas políticas (mentira, el único consenso era de ellos solos), y se han pronunciado porque usted sea el gobernador interino”. A Dante le salieron cuatro pelos más de su pelona coca. ‘Le agradezco, señor, no lo haré quedar mal’, etcétera, etcétera, y se salió de ahí todo orondo y cachondo. Entró a su despacho y al primero que llamó fue a Gerardo Poo Ulibarri, a quien luego invitaría a ser el férreo, duro y marro titular de la lana. En la otra línea, quien también sería alcalde de Veracruz, escuchó a Dante. Solo le dijo: “Viejo, ya chingamos, voy de gobernador”. Y colgó.

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