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Crónica del Poder

LA GENEROSIDAD DE LOS POBRES

Los escribas y la viuda. En este día, 11 de noviembre de 2018, celebramos el Domingo 32 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (12, 38-44), el cual presenta dos escenas contrastantes. En la primera, Jesús dice a la gente que se cuiden de los escribas o maestros de la Ley porque su religiosidad es interesada, la utilizan para buscar su propia gloria y explotan a los más débiles. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y en los banquetes. Hacen ostentación de largos rezos y se aprovechan de su prestigio religioso para explotar a las viudas, que eran las personas más débiles e indefensas de Israel. En la segunda parte del relato, Jesús aparece sentado frente a las alcancías del Templo observando a la gente echar sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia, mientras que una viuda pobre echó en la alcancía dos monedas de muy poco valor. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir». Esta viuda no busca honores ni prestigio alguno, sino que actúa de manera callada y humilde. Está adornada de un gran corazón y de una plena confianza en Dios. Da con generosidad todo lo que tiene, porque sabe que es para el culto del Señor y para las necesidades del Templo. Cuando Dios es el centro de nuestras vidas, las demás cosas, incluso el dinero y los bienes materiales, adquieren su verdadero valor. Cuando no damos a Dios el primer lugar, el dinero o la riqueza pueden convertirse en nuestros dueños o ídolos que nos condicionan la libertad.

La generosidad de los pobres. La primera lectura de hoy, es del primer libro de los Reyes (17, 10-16) y presenta al Profeta Elías en el ambiente de carestía provocado por la sequía de tres años, decretada por Dios a través del mismo Profeta. Éste es enviado por Dios a Sarepta de Sidón en un país pagano. Allí Elías, cansado y hambriento, vio a una viuda pobre y le pidió algo de beber y comer. Esta mujer, a pesar de que sólo le quedaba un poco de harina y de aceite, comparte su comida con él. Tanto el Profeta como la viuda muestran una gran confianza en Dios. La primera dando de lo poco que tenía y Elías realizando un milagro. Entonces Dios premia la generosidad de la viuda haciendo que la harina y el aceite no se le agotaran hasta el final de la sequía. El fragmento del Salmo Responsorial (145), complementa bellamente esta lectura: «El Señor es siempre fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo». Las dos viudas de hoy nos enseñan el valor de compartir con generosidad lo poco o mucho que tengamos, ya sea dinero, bienes materiales, tiempo, conocimientos, amistad, fe, o esperanza. Todos somos capaces de compartir algo, no importando lo pobres que seamos, ya que siempre habrá personas más necesitadas. De hecho, los pobres suelen tener más sentido y práctica en el compartir que los ricos, ya que los pobres siempre necesitan y saben por experiencia la importancia de la solidaridad. En cambio, los ricos fácilmente se ciegan a la necesidad de los otros tendiendo a ser individualistas, autosuficientes y hasta soberbios.

La pobreza del corazón. Jesús exhorta a sus discípulos a ser felices, a vivir la pobreza del corazón, a preferirle a Él respecto a todo y a todos y les propone “renunciar a todos sus bienes” (Luc. 14, 33) por Él y por el Evangelio. Poco antes de su pasión les mostró como ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir. El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos, el cual pertenece a los pobres y a los pequeños, a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres, se identifica con ellos y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (Cf. CEC 544 y 2544).

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

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