*De Maradona: “Pase lo que pase y dirija quien dirija, la camiseta número 10 será siempre mía”.
AQUEL BOCA-RIVER
Un día del año 2008, de cuya fecha si quiero acordarme, visité Buenos Aires, en Argentina, todas las cosas buenas que me han ocurrido en mis viajes intergalácticos, han sido gracias a la suerte y al azar. Estando en Nueva York, sin saberlo, me fui a ver el juego donde los Yankees se coronaban en su liga, ganando su juego 100. Experiencia inolvidable. Otra vez en Barcelona, en un agosto de 2005, presente lo tengo yo, vi debutar a un chamaco llamado Lionel Messi, que a los años se convertiría en el mejor del mundo, en un juego amistoso contra la Juventus. Allí mismo, un día después, en el hotel ART, encontré a nuestro central Rafa Márquez, que con Pujol cerraban esa defensa, una de las mejores de Europa. Otra vez en un lunes en Washington, vi un juego de futbol americano perrón, de los que terminan en la última jugada. De puritita suerte. El azar trabajando a mi favor.
LA OTRA AVENTURA
La otra aventura fue que, estando en Buenos Aires, con mi hermano Enrique, sin saberlo, el concierge del hotel nos preguntó si no iríamos a ver el juego Boca-River, que se jugaba un domingo o sábado de esa semana, no recuerdo bien. Allí en ese Boca donde Diego Armando Maradona creó su magia, que lo hizo el mejor del mundo. Me dijo ese concierge, que había una compañía de estudiantes que se dedicaban a ir por ti al hotel, llevarte las entradas, regresarte y caerte con 5 mil pesotes, no recuerdo el tipo de cambio mexicano contra Argentina, pero para nosotros eran 5 mil pesos mexicanos. Para no hacerla muy larga y cansada, en la mañana ya estábamos bien bañaditos y listos con nuestra gorra del Boca, hay que irle siempre a los locales, una camioneta pequeña con unos 12 pasajeros pasó por nosotros y nos fuimos al estadio. Un colombiano que allí iba, me preguntó si había visto un clásico de estos, le dije que lo más que ha dado mi conciencia es un clásico América-Chivas, y eso por la tele. Me dijo que era un espectáculo que no olvidaría. No por el juego, que su calidad nada tiene que ver con los juegos europeos o de Champions, por la pasión que despierta ese clásico, que es un clásico de odio y a veces de muerte entre los hinchas de ambos equipos, que los 90 minutos no paran de brincar y de gritar: “La madre que te parió”. O “La concha de tu madre”. Leperones. Es un estadio no muy grande, en forma de herradura como una bombonera, de allí el nombre de La Bombonera, como le copiaron los de Toluca al Nemesio Diez. La propaganda dice que aunque es solo una vez al año ese clásico, es una experiencia que hay que ver antes de morir. Y pues yo la vi, y la viví. Aunque aún no quiero morirme.
EN EL BARRIO DE BOCA
Para no hacerla muy cansada, llegamos, el barrio de La Boca es un barrio de Buenos Aires, en Argentina. Está situado en el límite sudeste de la ciudad. Su nombre se debe a que se ubica en la desembocadura del Riachuelo en el Río de la Plata. Entre otras razones, el barrio es conocido por albergar el famoso estadio de Boca Juniors, ‘La Bombonera’. Wikipedia. En la cancha, los guerreros velan sus armas. Aparecen los genios, los carasucia (Eduardo Galeano dixit), aquellos que hacen que el balón vaya pegado a sus pies y los olés en las tribunas, cuando dribla a quiénes se le ponen enfrente, hace que la perrada delire. Hay también broncas y desaires. Cuando caminábamos nos parecía Tepito, nos alertaron, guarden bien sus carteras y pónganse buzos caperuzos. Entramos, el juego ni recuerdo cómo terminó. La pasión era la lucha guerrera en las canchas, más bien en las porterías, donde de un lado están las porras de Boca y del otro las de River Plate, brincan y brincan y no dejan de cantar, como los peces en el rio. Se mientan la madre bien bonito. Sacan sus fierros como queriendo pelear. Son esculcados al entrar y allí no llevan nada, las navajas y los cuchillos cebolleros los deben tener afuera, para cuando salgan. Al terminar el juego, y lo hacen desde hace muchos años, sale primero la porra visitante, la perrada de enfrente, se esperan unos 20 minutos a que desalojen y entonces salimos los civiles, los de en medio, nosotros, ese fenómeno de sacarlos en partes es por los odios deportivos, y porque ha habido casos donde se apuñalan a la salida y a veces hay muertes, hay más policías que aficionados, luego, al final, casi una hora después sale la porra de casa. Afuera, como en Tepito, hay vendedores ambulantes que exhiben camisetas y balones y los llaveros y souvenirs. Es el estadio de Boca, una de las visitas obligadas a Buenos Aires, más cuando hay juego clásico como el que jugaron apenas el domingo pasado. Vivencias de aquella Argentina y, no llores por mí, Argentina.
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