EL COLEGIO NACIONAL: 75 AÑOS. “LA LIBERTAD POR EL SABER.” (III)
“Ezequiel A. Chávez.”

Cuando El Colegio Nacional se fundó en 1943, el Doctor Ezequiel A. Chávez ya había sido Rector de la Universidad Nacional de México, Director de la Escuela Nacional Preparatoria, era miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1930, lo anterior nos da una idea del reconocido perfil y trayectoria que tenían los miembros fundadores de El Colegio Nacional. Ezequiel A. Chávez era originario del Estado de Aguascalientes, se tituló de Abogado, pero tuvo una gran formación humanística y su campo de especialización fue la filosofía, por muchos años desarrolló una destacada carrera como Maestro y como escritor, en esta ocasión nos acercaremos al universo intelectual de Ezequiel A. Chávez a través de su libro titulado: “Dios, el Universo y la Libertad:” Publicado por la Editorial JUS.
El Maestro Ezequiel fue un hombre de fe, sus profundos estudios de filosofía lo encaminaron a fortalecer la confianza en temas como la inmortalidad del alma, la existencia de Dios, la belleza como creación divina, la función ética del dolor, la intuición de lo infinito, y gran cantidad de temas relacionados con la filosofía y la teología. Esta temática se encuentra ampliamente desarrollada en el libro: “Dios, el Universo y la Libertad”, donde el Maestro escribió siete ensayos magistrales en los cuales discurre sobre la temática señalada.
Desde las primeras lecturas luego, luego, se percibe la enorme influencia que tuvieron en el Maestro Ezequiel, filósofos como Platón, Rene Descartes, agregando que todos los planteamientos y las discusiones abordadas en los ensayos, tienen el pensamiento y fundamento de distintos filósofos y al final el Maestro Ezequiel después de una larga disertación con ellos o contra ellos, culmina desarrollando su visión y posición del tema abordado, puntualizando desde un inicio que éste libro es para acercarse a Dios, para ir a Dios, pero no de manera cerrada o dogmática, sino de manera razonada.
Lo anterior se percibe de forma sencilla en los siete ensayos, y desarrollaré parte de lo planteado en el ensayo dos titulado: “Donde se trata de la existencia del alma como entidad inmortal irreductible a la materia y a toda energía de carácter mecánico.” Aquí la discusión central consiste en saber si el alma desaparece con el cuerpo o el alma tiene vida independiente a la materia, al ser, al objeto, sobre esta discusión el Maestro Ezequiel afirma que es una actitud anticientífica afirmar que el alma se reduce a la materia, y que prácticamente cuando desaparecemos quedamos en la nada, el Maestro cree racionalmente en el más allá, y en la inmortalidad del alma, sobre este temática fortalece su criterio citando al padre de la filosofía moderna, al filósofo francés Rene Descartes:
“Todo ello lleva a recordar la clara certidumbre razonada y fuerte, con la que Renato Descartes separo y distinguió la sustancia extensa, la divisible, la del mundo externo, de la inextensa, la indivisible, la pensante, la del espíritu, hasta resumirse así propio en el párrafo 2. De la 4ª. Parte de su “Discurso del Método”, diciendo: “Me hice cargo así de que soy una sustancia”, -Leamos ahora: Soy algo –; “cuya esencia toda, cuya naturaleza, no es más que pensar”, -mejor aún, tener fenómenos mentales… y de …”que este yo, -es decir, mi alma, -por la cual soy lo que soy –, es enteramente distinto de mi cuerpo.”
Partiendo del racionalismo puro representado en la figura de Descartes, el Maestro Ezequiel este ensayo lo concluye con su propia categorización: “34. –Acepto el postulado de la inmortalidad del alma sugerido por el de la libertad más alta de cada categoría de seres. Acepto el de la supervivencia del alma desvinculada del cuerpo, no sólo porque no hay demostración ninguna de que el alma no sea inmortal, -que todo, en un sentido, lo es –sino porque quienes niegan su inmortalidad se fundan para ello en su gratuita aceptación de los postulados metafísicos que tratan de reducirla a la hipotética existencia de la materia, con lo cual hacen trabajar una hipótesis, la de que el alma sea material, sobre otra, la de la existencia de la materia, y además, reducen a la inferior la superior categoría, con mengua del triunfo de las más altas, atestiguado por toda la creación.”
Hasta este segundo ensayo tenemos un tema central que es la inmortalidad del alma y dos argumentaciones, una de Rene Descartes y la propia del Maestro Ezequiel. La gran virtud consiste en que normalmente se piensa que entre más conocedor se es, más pragmáticos y alejados de Dios podemos estar, sin embargo, Ezequiel A. Chávez nos enseña utilizando a filósofos clásicos que el conocimiento profundo, pensado, razonado, también sirve para acercarse a Dios, a la belleza como sinónimo de armonía, a la fe no como un creer a ciegas, sino como un credo meditado, reflexionado, por eso el Maestro cuestionó duramente los sistemas filosóficos positivistas, materialistas, porque siempre han intentado eliminar una parte esencial del ser humano como es la fe, el espíritu, las ideas, la inmortalidad, y si bien es verdad que somos materia y sin ese ser corpóreo, el propio pensamiento no existe, es innegable que el ser humano es pensamiento, emociones, sentimientos, ideas, y ellas dirigen y ordenan la vida material, luego entonces, como para Ezequiel A. Chávez existe la inmortalidad del alma, en esta colección de ensayos reafirma su sentir presentándonos el pensamiento de otro gran filósofo idealista como lo fue Platón:
“Platón afirmaba que la vida entera del filósofo no es ni puede ser más que una preparación para la muerte, estaba ya también implícito en su pensamiento, puesto que, como lo decía en el Fedón, “El objeto propio del ejercicio de la filosofía es libertar el alma, llevándola a existir aparte del cuerpo”, y llamamos propiamente muerto aquel cuya alma está desprendida del cuerpo y separada de él.”
Basado en esta filosofía platónica el Maestro Ezequiel A. Chávez concluye el ensayo con la siguiente pregunta: “¿Cómo en efecto, unida un alma por el amor con el ser Infinito y Eterno podrá morir jamás?” La respuesta está en su fe y en la razón que la da a su existencia.
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