Cada tiempo, etapa, ciclo, coyuntura y momento de una sociedad tiene sus definiciones y dirección. En México, vivimos algo inédito, un próximo gobierno federal, además de una recomposición del Congreso y Entidades federativas, que surge del impulso profundo de los ciudadanos que abrazan una figura salvadora y provocan una ruptura con las élites. Las condiciones encaminan hacia un cambio de régimen pero puede ser más simbólico que real y limitarse a la esfera del poder político. La concentración de poder suele llevar a su ejercicio monopólico y, a la larga, a su descomposición en forma de intereses propios y simulación para hacer carreras, mantenerlo y competir por la sucesión. Sin contrapesos y desahogo plural es seguro un camino de excesos y corrupción. No hay virtud en si misma, exhibe al que lo celebra y aprovecha, en ser mayoría para aplastar a las minorías y no abrirse a los consensos; es la repetición de conductas alejadas de la democracia, el clásico «ojo por ojo y diente por diente».

Los roles políticos se derivan del veredicto electoral reciente, hay mandatos, anhelos e intereses de por medio. Cada quien jugará de acuerdo a su visión y peso. Unos, aprenderán a ser oposición mientras que, otros, se las tendrán que ver con las responsabilidades de ser Gobierno. No puede haber uniformidad ni apelación a añejas figuras de «unidad nacional» pero sí cooperación y coincidencias en lo básico del interés general. Vamos en el mismo barco, las desgracias del de enfrente no significan mi felicidad. El nuevo bloque gobernante tiene una gran oportunidad de hacer algo muy bueno para todos, es nuestro deber estar vigilantes de sus actos, eso no cambia. Así como no debe unirse el poder político con el económico tampoco debe absorberse a la ciudadanía; son una tercia de esferas conectadas pero con autonomía para garantizar la vida republicana y democrática. Sin sociedad civil vigorosa, independiente y participativa solo habrá autoritarismo y retroceso, se vista del color que sea.

Ya se ha visto algo similar en la historia mundial, hay curiosidad actualizada, pero la experiencia propia está por vivirse en México. Me refiero a los anuncios grandilocuentes de una cuarta transformación que puede servir de guía y discurso o quedarse en mera retórica. Como planteamiento teórico y basamento ideológico que de rumbo al partido mayoritario se entiende la formulación pero a analistas serios y de alto nivel les resulta un recurso propagandístico y de poca incidencia en la vida real de la gente. Es un derecho que tienen quienes ganaron las elecciones, habría que confiar por algún tiempo en sus cálculos y mesura. No deben destruir los cimientos de las estructuras por el riesgo de que les caigan encima. El cambio gira en torno a ciertas políticas públicas y la eficacia del aparato Estatal. Ir más allá, sin considerar otros muchos factores, puede ser riesgoso. Cambios sí pero con un profundo respeto por la diversidad.

Cada quien estará en el lugar que escoja, lo importante es participar y asumir el rol que quiera. La máxima esperanza descansa en la participación de la gente, en su involucramiento en la vida pública. Hay banderas y causas muy actuales, más allá de hombres de poder y factores políticos. Es la esencia y actitud del ciudadano común, el que, con voz, puede hacer mucho más por la colectividad. Hay cambio si respetamos las reglas, si toleramos al vecino, si impulsamos diálogo permanente, si nos involucramos en la vida pública, si nos informamos, si exigimos cuentas y damos algo por los demás. No estamos en la lucha de clases, buscamos que haya auténticos servidores públicos y que el gobierno funcione, obviamente sin que exista la tentación del poder de imponer, aplastar y desconocer. Hay causas concretas y vitales para unirnos, más allá de siglas, como es la lucha contra la explotación sexual de las mujeres, el cuidado del medio ambiente, el trabajo cultural, las ideas del consumo, los derechos humanos, etc.

Recadito : no habrá pensamiento único si nos expresamos en plural y con valor.

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