*Descubrí algo que nunca había sabido. Descubrí que mi mundo no era real. Bobby Kennedy (1968). Camelot.

DALLAS DIA DOS

Pido al Concierge nos indique cómo llegar al lugar donde fue acribillado el presidente Kennedy, un 22 de noviembre de 1963. Me dice cómo. Sugiere tome un tren que va a ras de piso, nada de Metro ni elevado. A ras de piso. El ‘Transit Pass’. El boleto más barato vale 4 dólares, pero es por todo el día, uno puede andar enchicualado o tristeando arriba de ese tren que mueve al millón y pico de personas que aquí viven. Meto ocho dólares a la máquina y entrega dos boletos. La rareza comienza cuando arriba del tren o tranvía medio rápido, nadie te pide el tiquet. Me explican que, como en Europa, de repente suben inspectores y si te agarran fuera de base, las multas son fuertes, de 75 a 100 dólares. Hay alerta roja, el calor pega. Camino al tren, un alto y un par de Coronas, las cervezas mexicanas, si voy a pagar 4 dólares por una, prefiero que sea mexicana. Voy a la esquina donde balearon a JFK. Veo el edificio donde dicen que Lee Harvey Oswald le disparo solito. Mentira de muchos.

EN LA PLAZA DEALEY

Un día antes del Thanskgiving Day. Hace frio, la temperatura está a dos grados. Prendemos el GPS, le programamos la Plaza Dealey, donde emboscaron al presidente Kennedy. En el Downtown, en pleno centro, en las calles Main, Houston y Elm, donde la caravana presidencial llegó, dobló la esquina y sonaron varios balazos que cambiaron el rumbo de la historia. Desde ese día Dallas ya no fue la misma. Siempre hay gente en ese sitio, a cualquier hora. Cientos y cientos buscan el sitio donde falleció Kennedy. Llegamos y vemos todo: el montículo donde Zapruder filmó la única película que da cuenta del crimen. Si eso hubiera ocurrido hoy, 50 años después, sobrarían evidencia fílmicas de los teléfonos celulares de todo mundo. Pero en aquellos años no existían los celulares. Hay americanos con niños. La historia camina entre ellos. En la Plaza, donde hay una placa en su memoria, se dejan flores. Y fijan banderas, hay una inglesa y otra francesa, la muerte del presidente impactó al mundo. El tráfico pasa siempre con cuidado, suele la gente atravesar la calle y retratarse a la mitad, donde pintada una equis da cuenta del sitio donde balearon al presidente. El montículo está igual, desde allí se sospechó que otro tirador disparó. Cuando los primeros balazos, la policía corre a ese sitio, ya luego lo harían al depósito de libros.

RUMBO A LA LIBRERÍA

Dejamos la calle y nos formamos a comprar un tiquet para entrar al Sixth Floor Museum, el museo de ese crimen, el lugar donde Lee Harvey Oswald disparó, según los viejitos de la Comisión Warren. Nos formamos, el precio ahora es de 14 dólares la entrada. Hay que comprarlo y aguardar para que, dos horas después, se pueda entrar. Coordinan todo en orden. Es lugar no muy grande donde exhiben en retratos toda la secuencia del crimen y pasajes de JFK y Jaqueline. La esquina del sexto piso donde Oswald disparó y el rifle que aparece en otro rincón sobre cajas de cartón, como se suponía fue el día del tiro. Testigos mudos de aquella tragedia que enlutó a una nación. Exhiben además una película del funeral. Y está la cámara de Abraham Zapruder y el teletipo de la Asociated Press, que dio la noticia al mundo. No había internet ni tecnología de primera, como ahora.

Dos horas después, bajamos. A caminar entre el frio. Un café en un local que cerrará en media hora por las fiestas y porque, al otro día no trabajan. Luego de regreso a un tentempié, buscar un sitio donde comer, resguardarse del frio y esperar mañana que es día feriado, su día de guardar y el juego de los vaqueros de Dallas, el mismo día jueves.

EL SITIO DE LA EMBOSCADA

El calor pega durísimo. 42 grados, suda hasta aquellito. Me acerco a ese cruce de las calles Elm y Houston, estoy a minutos de ese sitio que juré algún día visitar. El tranvía nos deja a escasas cinco cuadras. El calor pega. Caminamos hacia la Plaza Dealey, escenario de aquella batalla de francotiradores. Cuando sorprendieron al mundo y al mismo Servicio Secreto, al que le aniquilaron a su Comandante en Jefe. Llego al parque. Veo el edificio de librería, el Texas School Book, que hoy sirve de Museo donde exhiben asuntos de ese día. Hay gente en la plaza. Todos se toman las fotos. Comienzo con las mías. Fijo los sitios dónde había los tres tiradores, el almacén ya muy famoso donde, según esto, Oswald lo hizo todo solito. La barda de madera donde le pegaron el tiro de frente, que hizo que el film de Zapruder pasara a la inmortalidad al captar como la cabeza del presidente era sacudida hacia atrás, producto del impacto de la bala, y el otro edificio aledaño, veo también el puente de la autopista, donde estaba un cuarto tirador, por si fallaban los otros tres.

Mañana: Dallas Día Tres. En un 22 de noviembre. 55 años después.

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