«Estamos viviendo el peor de los fines posibles… Es muy difícil pensar que podíamos estar peor”, ha apuntado el escritor Antonio Ortuño en una mesa convocada por EL PAÍS, en la Feria Internacional del Libro (FIL), Guadalajara.

AQUELLOS BEATLES

Netflix estrenó una cinta del joven John Lennon, Mi nombre es John Lennon (Nowhere boy). Los Beatles se acercan a mi vida, muchísimos años después que, desde La Caverna en Liverpool, comenzaban sus inicios de grandes músicos, que cambiaron no solo el rock and roll sino que crearon una nueva forma de expresar la música, con poesía y muchísimas notas que, hasta la fecha, lideran en cuanto se les comienza a escuchar, Hey Jude o Let it be, o cientos de canciones que pusieron en las listas del Bilboard. Fueron los únicos músicos, ni Elvis Presley, que fijaban seis canciones en los primeros lugares, por meses. Nace un nuevo libro. El libro de Philip Norman, Paul, la biografía, es uno de 745 páginas cuyo precio es caro, 700 y pico de pesos, pero lo vale. Alguna vez él mismo hizo la biografía de Los Beatles y una de Lennon, y se fue a los altares. El libro es de esos que desde el principio te atrapa, y como a Sabina, cuando comienzo a leerlo en horario nocturno desde mi camita y mi querida almohada, me dan las diez y las once y las tres. Narra los comienzos de su vida joven, de cuando pierde a su madre y se acercó a Paul el autor, para pedirle si autorizaba cruzar algunos aspectos de su vida. Paul le dijo que con gusto, y le dio el correo de su secretaria particular, para que comenzaran ese idilio en el libro. Solo dos Beatles viven. Y Paul es el grande junto a John Lennon. Sus inicios en la música, sus pobrezas, sus cuartos donde en Hamburgo, en su primera gira musical, los metían a unos cuartos con solo dos camas, que parecían chiqueros, aguantaron pobreza porque ya escalaban la inmortalidad en la música. Tiempo después llegaron las grandes recompensas. El libro es maravilloso, al estilo del escritor. La otra cinta, también bella, es la de Netflix, esa escribe la parte del John Lennon joven, cuando desde el grupo Quarrymen conoció a Paul McCartney y comenzaron a formar el inmortal cuarteto, tiempo que no tenían al baterista y se les apareció Ringo Starr. La vida con su madre, y con la tía que lo adoptó cuando tenía 5 años escasos y siempre amó a la madre, que un mal día muere atropellada por un auto, cuando Lennon comenzaba a conocerla y amarla. Cinta que da cuenta de la juventud de ese otro talento de la música. Lo crió su tía, pero cuando empezó su relación con su madre, la amo más que a nadie. Su muerte fue una tragedia de su vida, comenzaba a amarla cuando el destino se la llevó. Netflix: “El joven John Lennon está peleado con su tía Mimi después de la muerte repentina de su tío George. Angustiado y triste, John sale a buscar a su madre biológica, Julia, que le deslumbra por su impulsivo espíritu libre y su manera despreocupada de vivir. Julia le anima a seguir sus sueños, al tiempo que le inicia en las nuevas formas musicales representadas por Elvis. Sin embargo, Julia oculta una fuerte tendencia depresiva y el joven John se encuentra dividido entre las dos mujeres”. La película de Netflix termina con la inmortal canción de Lennon. Madre, cuando le canta: “Madre, me tenías pero nunca te tenía / te deseé pero no me deseaste / tan

conseguí decirte adiós”. Busquen el libro y vean la cinta en Netflix, una buena cinta británica. Un buen sabor de boca.

A MI MANERA

Gabriel García Márquez admiraba a los compositores de música, decía que ellos en tres minutos relataban una historia o una vida, lo que a los escritores les llevaba días o meses para plasmarlo en cien o más páginas escritas. Oscar Wilde señalaba que ‘El arte de la música es el que más cercano se encuentra de las lágrimas y los recuerdos’. Hay canciones inmortales. Muchas. Aquella francesa, My way, a la cual Paul Anka puso letra y le llevó una mañana al entonces casi viejo, Frank Sinatra, y Paul Anka se la tarareó, sentados ambos frente a frente, pegadas rodillas a rodillas, y le dijo: “Óyela, es la historia de tu vida”, y cuando Sinatra escuchó aquella parte que decía: “Cuando tuve dudas me encaré con todo y no me hundí, lo hice a mi manera”. O esa otra: “Viajé por todos y cada uno de los caminos. Y más, mucho más que esto, y lo hice a mi manera”, al viejo se le escurrieron las lágrimas, le dio un abrazo fraterno y ese tema vivió en su inmortalidad y la nuestra, y, además, le sirvió a Frank como su canción de despedida de todos los conciertos porque la vida, como lo dijo el mismo Nobel García Márquez, es la mejor cosa que se ha inventado. No solo se despedía con ella en sus galas de los escenarios, se despedía del tiempo inexorable que no perdona el calendario de los inviernos. Ahora la escucho en lo que escribo este párrafo, es la historia de las caídas y formas de levantarse, su orgullo y sus derrotas, del amar y perder, de las malas experiencias, del reír, llorar y sufrir para volver a levantarse a su manera. Hoy, quizá inspirado en ella, uno piense que con el viento del otoño pegando de lleno en mi ventanal abierto de mi azotea orizabeña, se tenga mejor futuro y porvenir, que logremos esos sueños a veces interrumpidos, que nos levantemos cuando una piedra donde se tropieza nos haga caer, o un muro se ponga frente a uno y lo brinquemos para así, como le cantó Paul Anka a Sinatra, vivir A Mi Manera.

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