No se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Salvador Allende
Las democracias occidentales se caracterizan por ser regímenes cada vez más flexibles, en constante transformación; por eso los cambios políticos pueden permitir sendas modificaciones en las perspectivas de hacia dónde dirigir las acciones del Estado en lo social, económico y de seguridad.
Convencionalmente, en el inicio de un gobierno, los pronósticos de la euforia son halagüeños, es más, considero que en cierta medida son naturales, y más en el caso mexicano, donde después de luchas fratricidas por alcanzar una representación social fuerte, un movimiento emanado de la izquierda acude a la máxima representación política.
La conducción administrativa desde el año 2000 hasta el 1 de diciembre de 2018 había generado un caldo de cultivo poco alentador por los excesos en los saqueos públicos, la corrupción, la impunidad y el incremento sustancial en el número de desaparecidos y ejecuciones en la geografía mexicana, significando un espacio idóneo para los movimientos sociales de quienes exponen una manera menos reactiva para la resolución de dichos problemas.
Evidentemente la manera en la cual se venía llevando el país, no podía seguir ni mucho menos; lo que sí queda a discusión, es si se deba modificar los esquemas que en materia de política monetaria quieren hacer, ya que la estabilidad macroeconómica de México en esos 18 años es una de las más solventes del mundo.
Esta reflexión nos marca dos hechos siu géneris, por un lado el sistema político y administrativos se había comportado insensible y alejando, pero por el otro ha habido buen manejo macroeconómico del Estado; ante ello, vale mucho la pena reflexionar sobre qué se debe al respecto, ya que en ello versará el éxito de la naciente administración federal.
Hago votos para que en dichas reflexiones se tome en cuenta tanto la visión de sensibilidad social, como la técnica, porque la experiencia histórica nos ha demostrado que a los países no le va bien cuando los ejercicios de gobierno se realizan diametralmente ajeno uno del otro.
Al tiempo de la sed de un discurso oficial centrado en la posibilidad y oportunidad de unir más que de generar frentes, porque al final 130 millones producen y generan más prosperidad que solo 30.
Con ello, se pondría al gobierno en acción, a través políticas públicas, ya que antes de materializarse serán un discurso, un planteamiento, una convicción. Sobre todo cuando el tamaño de las promesas de campaña representan grandes desafíos sobre los cuales todos los mexicanos convergeremos, al tiempo que se requerirá innovación gubernamental, a fin de trasladar las buenas intenciones en hechos materiales.
Esa tendencia podría ir generando certeza para invertir, producir y comercializar por parte principalmente de nuestros hermanos mexicanos, y en un segundo momento que llegué inversión y talento para llevar a México a mayores nivel de crecimiento.
Dicha tesitura es importante, porque en un principio, la mayoría de los activos financieros mexicanos (tasas de interés, tipo de cambio y mercado accionario, por mencionar algunos) han tenido un desempeño pobre durante las últimas semanas, una vez que el mercado ha percibido mayores y nuevos riesgos alrededor de la política económica que podría ser aplicada.
El abaratamiento de los activos locales fue inducido por factores externos. Hay mucha incertidumbre alrededor de que no exista una política fiscal prudente. Al menos en las finanzas de México está entrando en un régimen donde la volatilidad y el riesgo prima, aún falta que la Reserva Federal (Fed) suba 3 veces más la tasa de interés en 2019 .
Es importante esto porque una mayor o menor oportunidad de inversión( empleo y crecimiento) al final será dictada por la dirección que tome la política económica durante los próximos años.
Ya hay en México demasiadas fuerzas que nos conducen a campos separados, que nos aíslan, y nos hacen desconfiar unos con otros. Pero ese no es el modo de construir un país. Mucho menos este.