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Excélsior / JUAN CARLOS TALAVERA

Con fotografías poco conocidas, datos inéditos, referencias desconocidas y claves para leer, releer y entender mejor la obra literaria de Juan Rulfo, aparece un volumen que permite separar la paja del trigo y que será considerado la guía crítica más completa en torno al autor tapatío. Bajo el sello editorial RM, Juan Rulfo y su obra. Una guía crítica, es coordinado por Víctor Jiménez y Jorge Zepeda.

El volumen no sólo cuenta con una treintena de ensayos, sino también con una cronología completa del autor, notas sobre su biblioteca, una entrevista en la que se define como un aficionado a la literatura, su relación con la historia y la música, así como una guía de personajes y un léxico para comprender su narrativa.

Varios tipos de lectores pueden acercarse a este tipo de libro. Por ejemplo, un estudiante de bachillerato que tiene su primera aproximación a Rulfo y todo será nuevo para él, pero también habrá aspectos nuevos para quienes llevan 40 años estudiando a Rulfo”, detalla Jiménez.

El volumen incluye un texto de Juan Francisco Rulfo, donde revela detalles sobre la biblioteca de su padre que comprende poco más de 15 mil volúmenes, de los cuales la mitad está dedicada a la literatura y el resto a estudios de culturas precolombinas, crónicas de viajeros, estudios sobre la Edad Media y arte.

 

De los primeros  explica que el género más numeroso es el de novela, con un 48%; le sigue el cuento con un 22% y el ensayo con 9%; a la poesía corresponde el 8%, al teatro 4% y el resto va de la biografía a las memorias y la crónica.

También aporta los nombres de los autores mexicanos que ocupan un lugar predominante, como Mauricio Magdaleno, Rafael F.
Muñoz, José Revueltas, Ramón Rubín, Agustín Yáñez y Julio Torri entre otros. O extranjeros como Erskine Caldwell, Faulkner, Greene, Dostoievsky, Pavese, D.H. Lawrence, Nabokov y Henry Miller.

Como tantas bibliotecas, la de mi padre se acrecentaba poco a poco y tuvo diversas sedes: una de las primeras en la casa de su tía Lola en Guadalajara, para trasladarla después a la Ciudad de México y, en algún momento la dejó al cuidado de Efrén Hernández”, describe.

Cuando se casó con Clara Aparicio, Rulfo se reunió de nuevo con sus libros, primero en la calle de Dresde y, posteriormente, en la de Tigris, donde escribió muchos de sus cuentos y Pedro Páramo. “Más tarde trasladó sus libros a la calle Nazas y nuevamente regresaron a Guadalajara, a la calle José Rolón. Pocos años después, retornaron a la Ciudad de México, a la calle de Chilpancingo, y de ahí se fueron a la calle Felipe Villanueva. Actualmente están al cuidado de mi madre”, agrega Juan Francisco.

La guía crítica también incluye una entrevista realizada por Ignacio Ezquerra y Ramón Artiach, publicada en el suplemento Disidencias, en Madrid, donde Rulfo se define como un aficionado de la narrativa.

Mi verdadera vocación es la historia. Lo de la literatura vino como algo que tenía que vivir, como una cosa aparte; tantas lecturas que tuve de chico terminaron influyéndome. Así que un buen día me dio por hacer algo por mí mismo; pero, para mí, escribir ha sido por siempre un entretenimiento. Yo no soy más que un aficionado”.

Ahí -explica Jiménez- Rulfo aborda temas que ninguna otra entrevista abordó jamás, como que él quería ser historiador, y estos españoles no le dan importancia y se lo llevan por otros lados, aunque él insiste en la historia”.

 

LÉXICO RULFIANO

 

Jiménez dice que cuando todos leemos a Rulfo por primera vez, siempre hemos tenido dudas; la guía aclara el significado de palabras y expresiones como: “ahí se lo haiga”, “damajuana”, “faldisterio” o “hacer pelos”.

Algunas palabras corresponden a plantas y sólo vienen en diccionarios botánicos, pero no en los de léxico normal. También recogemos algunas conversaciones que tuve con Rulfo, como cuando a él le gustaba comparar el nombre de los platillos o de alguna expresión entre una región y otra”, explica el también director de la Fundación Juan Rulfo.

El gallo de oro es un libro delicado en su léxico porque está lleno de palabras relacionadas con las peleas de gallos, los juegos de cartas y el tema del azar. Así que debimos buscar reglamentos de peleas de gallos desde Filipinas en el siglo XIX y muchos otros en la República Mexicana”. Así, aparecen términos como “cocolote” (gallo al que le han cortado las plumas de la cola) o “golilla” (conjunto de plumas delgadas del cuello de los gallos que pueden expandirse para impresionar a un contrincante).

El libro desentraña detalles de su vida, como su paso por el seminario. “La abuela lo inscribe porque quiere que sea cura, pero es una época en que los seminarios son clandestinos. Ella muere muy poco después y entonces él sale disparado y se va a inscribir a la preparatoria”. También aporta el dato de que el primer viaje de Rulfo al extranjero fue a Guatemala, en 1954, donde estuvo una semana, tal como se ve en su primer pasaporte.

Por su parte, Jorge Zepeda explica que otra aportación es que se aclara la importancia de la fotografía de Rulfo, “él fue importante dentro de la historia de la fotografía en México, en América Latina y en la historia mundial de la fotografía como arte”. Además, aclara que su trabajo en el Instituto Nacional Indigenista no fue el de un burócrata más, sino que fueron trabajos que exigían conocimiento de las comunidades indígenas.