LA OTRA LEYENDA (ELVIS PRESLEY)
Hace 41 años, una estrella moría para convertirse en leyenda. Elvis Presley. Pero su leyenda fue mundial y urbana. El máximo cantante del rock moría para revivirse. Miles y miles de anécdotas se forjaron en su partida. De qué no estaba muerto, y que andaba de parranda, como la canción. Grandes han muerto para inmortalizarse, Elvis es uno de ellos. En la finca y mansión de Graceland, millones y millones de fans desfilan ante su tumba, como si se fuera a un parque de diversiones de Disneylandia. Allí Elvis vivió desde los 22 años a su muerte. Es la segunda casa más visitada de Estados Unidos, la primera es La Casa Blanca, donde Trump riñe con el que se le atraviese. Por las situaciones de las leyendas urbanas, algunos que allí han pasado juran y perjuran que han visto al rey del rock, contonearse por los pasillos. Sus discos siguen vendiéndose en el mundo. Hay tres muertos que generan muchas utilidades. El primero era Elvis, ahora desbancado por el otro rey, Michael Jackson, la otra es la eterna Marilyn. Y hubo algunos otros que ocuparon algunas tumbas visitadas, entre ellas las de James Dean, cuya muerte joven, con solo tres cintas en su haber pasó a formar parte del panteón de los ilustres hollywoodenses. Como Elvis. Como Michael. Como Marilyn. Hace 41 años el mundo se conmocionó con la muerte del rey del rock. La vida a mil por hora y las pastillas para dormir y tranquilizarse, lo llevaron a la muerte temprana. El poeta español Antonio Machado habló de la muerte: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”. El mundo de la música le lloró. Le lloraron en Las Vegas, donde acostumbraba presentarse. Le lloraron como le lloraron a John Lennon, en su momento, otro que muere joven a manos de un loco desequilibrado. Hay vidas que el destino se ha llevado en forma impactante. Michael, Marilyn y Elvis murieron así. Llenos de pastillas y temores. Llenos de incertidumbres, pese a ser los mejores en sus carreras, pese a ser los número uno en sus giros. Recobro algo que dijo James Dean, otro de ellos, de muerte joven imprevista: “Creo que sólo hay una forma de grandeza para el hombre. Es cuando un hombre puede salvar la brecha entre la vida y la muerte. Quiero decir, si puede vivir después de que ha muerto, entonces tal vez fue un gran hombre. Para mí el único éxito, la única grandeza, es la inmortalidad”.
LA TUMBA DE MARILYN
Al icono de la mujer sexy del mundo, no la dejan descansar en paz. Marilyn Monroe (1926-1962) yace en el cementerio Memorial Park, en la zona del Westwood Village de Los Ángeles, ese lugar mítico no solo es el santuario de una diosa, se ha convertido en un templo de adoración para sus fanáticos. La historia cuenta que su antiguo marido, Joe Di Maggio, compró un par de nichos para él y la diosa hollywoodense, ella murió antes de tiempo y el pelotero de béisbol vendió el otro, el que está encima de ella. Aquel que lo compró lo usó al estirar las patas, y pidió a su mujer lo enterrara boca abajo, para besar eternamente a Marilyn, ‘o te perseguiré desde el más allá y vendré a jalarte los pies’, se ignora si le hizo caso. Hace años, la mujer, viuda ahora, andaba apurada de pasta y decidió sacar al mueble viejo, o sea a los restos de su marido, y poner el nicho en venta por la cercanía con la diosa rubia, lo llevó a portal de Ebay, uno que vende de todo: desde unas canicas hasta un rascacielos, y la puja por estar arriba de Marilyn se convirtió en oferta multimillonaria y deseo supremo. Ese cementerio está bien lleno, allí descansan estrellas como el escritor Truman Capote, Dean Martin y Farrah Fawcet, y se dejan pedir por nicho, que aún quedan como tres, cantidades hasta de 250 mil dólares. Pero la viuda del arribeño de la Monroe lo puso a subasta y la puja llegó hasta los 4 millones de dólares, para enloquecer a cualquiera, las notas cuentan que un japonés, el mismo que pujó y ganó, se arrepintió porque no le alcanzaba tal cantidad. El promotor ya mandó de nuevo correos a los otros que habían llegado a la final, y el suspenso continúa. El mundo está muy loco. Bien decía Oscar Wilde: ‘El mundo ha sido hecho por los locos para los cuerdos’.
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