Amos Oz profesó, toda su vida, la escritura y un activismo por la paz y el destierro del fanatismo. Fue fundador del movimiento pacifista israelí Shalom Ajshav (Paz ahora) cuyo objetivo era acercar a Israel y Palestina a un acuerdo de paz y la fundación de dos Estados. Si alguien ha reflejado bien en su obra esa ambigua relación con su país, su cultura y su ideología fue Amos Oz, y él mismo lo señaló en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007: “Creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana. Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar realmente los amores, los miedos terribles, la ira, los instintos. Demasiada hostilidad impera entre nosotros y demasiada poca curiosidad”. Pero es difícil ser profeta en la tierra de los profetas, como el mismo escritor hebreo lo reconocía: el día que le dieron el Premio Nacional de Literatura de Israel, Amos Oz se ganó el título de traidor. El autor de Donde aúllan los chacales tomó a la ligera el ataque de sus coterráneos y dijo que era estupendo para su ego, porque además de que se le reconocía por algo que de todos modos seguiría haciendo, le permitió presenciar el “gran carnaval” que armó la derecha israelí para que no le otorgaran el premio y que incluso lo impugnaron ante el Tribunal Superior de Justicia, argumentando que sus escritos les causaban dolor. El caso fue desestimado y a sus opositores no les quedó otra que acusarlo de traidor. Oz respondió que ahora tenía dos condecoraciones: el Premio Nacional de Literatura y el título honorífico de traidor de su patria (“Amo a Israel incluso cuando no me cae bien, incluso cuando tengo ganas de enterrarlo”). Amos Klausner (cambió su apellido paterno a Oz tras dejar a su familia de inmigrantes judíos de Europa del este lituanos y ucranios para ingresar en un kibutz) nació el jueves 4 de mayo de 1939 en Jerusalén (“La amo pero necesito mantener una cierta distancia, es demasiado conservadora, en términos de ideología o religión. En Jerusalén casi todo el mundo tiene una fórmula personal para la salvación o la redención. Cristianos, musulmanes, judíos, pacifistas, ateos, racistas, todo el mundo”) y murió de cáncer en Tel Aviv este viernes 28 de diciembre a la edad de 79 años. En reconocimiento a la brillantez de su obra, su contribución a vislumbrar los problemas universales de nuestro tiempo y en la que aboga por la paz entre israelíes y palestinos y denuncia el fanatismo, fueron los argumentos de 19 miembros del jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras para otorgarle el galardón. La candidatura de Oz tuvo sólo un opositor que mantuvo su respaldo al escritor albanés Ismaíl Kadaré (ambos han sido candidatos al Nobel de Literatura). El jurado de Oviedo dijo que Oz “ha contribuido a hacer de la lengua hebrea un brillante instrumento para el arte literario y para la revelación certera de las realidades más acuciantes y universales de nuestro tiempo, con especial atención tanto a la defensa de la paz entre los pueblos como a la denuncia de todas las expresiones del fanatismo”. Oz es autor de una veintena de novelas traducidas a numerosas lenguas. “Si tuviera que decir en una palabra de qué trata mi obra literaria, diría: familias. Si fuera en dos, diría: familias infelices. Si fuera en más de dos palabras, tendrían que leer mis obras”, decía el autor de Una pantera en el sótano. El prominente defensor de una solución pacífica al conflicto israelí-palestino expresaba: “Durante cuarenta años he luchado por un acuerdo histórico entre Israel y Palestina, basado en la fórmula de los dos estados nacionales: Israel al lado de Palestina en paz y respeto mutuo”. Considerado uno de los maestros de la prosa hebrea moderna, Oz estudió Filosofía y Letras en la Universidad Hebrea. Compaginó la escritura con la docencia y participó como profesor visitante en la Universidad de Oxford y titular de Literatura en la Universidad Ben Gurión en Beer Sheva, Israel, donde era catedrático de Literatura Hebrea Moderna. A los 14 años, Amos se cambió el apellido Klausner por el de Oz (fortaleza, en hebreo) y se mudó a un kibutz, las granjas colectivas que simbolizaron el socialismo sionista, donde vivió por más de 30 años y en las que trabajaba de día y escribía de noche, aunque después criticó el estilo de vida en esos asentamientos agrícolas israelíes. También sirvió al ejército durante la Guerra de los Seis Días y la Guerra de Yom Kipur. “No sólo es uno de nuestros grandes escritores, sino una de las figuras públicas más importantes de los últimos 50 años, que ha contribuido a formular la identidad de los israelíes, nuestra compleja existencia, de una forma extraordinaria”, dijo David Grossman, quien junto a Oz y A. B. Yehoshua integra el triunvirato de intelectuales israelíes de referencia en la actualidad. Apenas un mes después de la Guerra de los Seis Días, los tres se atrevieron a reclamar la retirada de los territorios ocupados en Palestina, por eso para el autor de Tú serás mi cuchillo el compromiso político es inevitable en Israel: “Aquí, uno no se enfrenta a ideas o dilemas morales abstractos: uno debe plantar cara todos los días a la realidad; lo más importante es mantener la convicción de que podemos cambiar las cosas”, afirma Grossman, quien reconoce en Oz “una caja de resonancia de la nación israelí”. Para Mario Vargas Llosa, su amigo, a quien conoció antes de que Oz ganara fama mundial, representa a un tipo de intelectual comprometido “no muy de moda en esta época de literatura Light”, y lo enmarca en la corriente de pensamiento que da por hecho que el escritor no sólo tiene una responsabilidad artística, sino también cívica y moral, y que a través de su escritura participa en el debate y aporta una voz libre, independiente y justa en medio de los grandes conflictos. El autor de La ciudad y los perros ha celebrado la implicación de Oz y rechaza las acusaciones de que el compromiso es una actitud arrogante o pretenciosa y menos en el caso de un escritor como él, israelí y laico, lo que lo llevaba al borde del precipicio interior: “Significa un desgarro, y eso está presente en su obra novelística y ensayística”. Oz, quien desde hace tres décadas vivía en Arad, una ciudad creada para poblar el desierto del Negev, aseguraba que se convirtió en escritor por las historias que le contaba su madre cuando era niño y gracias a la erudición de su padre: “Hubiera sido escritor de haber nacido en cualquier lugar del mundo, siempre que hubiera tenido los mismos padres”, expresaba el autor de Una historia de amor y oscuridad, novela autobiográfica y para muchos su gran obra, en la que cuenta su niñez en un ambiente de amor, por la familia, los libros y la lengua hebrea, y oscuridad, por la pérdida de su madre, que se suicidó cuando él tenía 12 años. Y desde entonces escribía y lo seguía haciendo aunque tuviera que pagar por ello, porque para él la literatura era la mejor agencia de viajes: “Si comprara un billete para un viaje de cuatro semanas a Colombia, pongamos por caso, vería sus monumentos, sus museos, el paisaje. Pero si leyera a García Márquez, visitaría también sus habitaciones, me metería dentro de ellas. Mucho mejor que cualquier tour organizado. La literatura te introduce en la vida privada de las cosas, en sus secretos, y entonces es mucho más difícil odiar”. Y su compromiso cívico y moral con la paz entre Israel y Palestina lo mantenía con el dedo en el renglón: “Tenemos oscuridad, amor y esperanza. Veo una oportunidad real de que haya progresos entre los israelíes y los palestinos. El divorcio entre los palestinos extremistas y moderados hace posible que Israel haga la paz con los palestinos moderados. Creo que hay una oportunidad de lograr un compromiso histórico”. Y la paz la vislumbraba en la creación de dos Estados y la dibujaba en la división de la casa en dos departamentos: “Habrá que intercambiar tierras para reconocer la realidad demográfica en los territorios palestinos y en Israel. Jerusalén será la capital de ambos Estados. La capital israelí en el oeste de la ciudad y la palestina, en el este”. Y cuando lo calificaban de iluso o traidor, Oz resistía y arremetía: “Yo creo que defiendo los derechos de ambas partes. Nunca he sido propalestino, al estilo de Jane Fonda cuando durante una época fue provietcong. Nunca he visto el conflicto como una película del Oeste, con buenos y malos. Yo creo que tanto los judíos como los palestinos tienen una reivindicación muy fundamentada. Una causa muy justa, que ambos defienden a veces de forma equivocada. Lo triste es que esas dos reivindicaciones justas tienen que ver con la misma tierra. Esto es una tragedia porque ambas partes no poseen más territorio, no tienen ningún otro lugar al que dirigirse. Lo que yo siempre he tratado de hacer ha sido describir la dimensión trágica de un conflicto entre lo justo y lo justo”. Pero es difícil ser profeta en la tierra de los profetas, como el mismo Amos Oz decía: “Hay demasiada competencia”. En octubre pasado, en una entrevista con motivo del Premio Tolstoi que recibió en Rusia (la presea ha sido entregada al turco Orhan Pamuk y al peruano Mario Vargas Llosa, ambos ganadores del Nobel de Literatura) por su última obra de ficción publicada en 2014: El Evangelio según Judas, la periodista Antonia Yamin de la cadena pública israelí Kan citada por la página web enlacejudiomexico, le cuestionó si le temía a la muerte a lo que Oz le respondió: “Por supuesto que tengo miedo de la muerte. Tengo un terrible miedo a la muerte. Pienso mucho en ello. Recibí en la vida muchos golpes, tanto personales, como públicos. Pero si contemplo las décadas de mi vida, recibí muchos regalos. Amor, libros, melodías, lugares. Realmente no merezco nada ello, nadie me firmó un contrato. Soy un hombre muy agradecido. Yo creo que lo única cosa irreversible en esta vida es la muerte. Y aún así quiero comprobarlo personalmente antes de que esté por completo seguro de esto”. El escritor también dejó en claro qué es lo más significativo por lo cual quisiera que lo recordaran justo después del momento en que abandonara esta vida, lo que sucedió este viernes 29 de diciembre: “Quisiera irme de aquí con el sentimiento de que no herí a nadie con un daño innecesario. Quiero irme de aquí con el sentimiento de que algunas de las palabras que dejé detrás de mí, le hayan hecho bien a alguien, o que le hayan pesado a alguien. Que hayan movido a alguien. Si supiera que parte de las decenas de miles de palabras que escribí movió algo hacia alguien, me daré por servido, y tendré algo que mostrar en la entrada de allá arriba”.