Juana de Arco o Jeanne d’Arc en francés, fue una campesina que vivió en la Francia medieval, creyendo que Dios la había elegido para llevar a su país a la victoria en su larga guerra contra Inglaterra.
Nació el 6 de enero de 1412 en la pequeña comuna francesa de Domrémy, en el seno de una familia campesina acomodada. Su infancia quedó marcada por Guerra de los Cien Años, conflicto armado que sostuvieron Inglaterra y Francia entre los años 1337 y 1453 por el control del trono francés.
FORTUNA MILITAR O INSPIRACIÓN DIVINA
Juana le decía a las personas que a veces oía voces y que veía a distintos santos como Santa Catalina o Santa Margarita. A los 18 años, su misión de expulsar a los ingleses de Francia y de coronar a Carlos VII fue una de las razones por las que Dios la llamó.
En 1430 viajó desde la región de Lorena en el noreste de Francia, a Chion, con el objetivo de hablar con el hijo y sucesor de Carlos VI y dar el siguiente mensaje:
“EL REY DE LOS CIELOS ME ENVÍA PARA DECIROS QUE VOS SERÉIS CONSAGRADO Y CORONADO EN LA CIUDAD DE REIMS Y SERÉIS EL LEGADO DEL REY DE LOS CIELOS QUE ES EL REY DE FRANCIA…”, DIJO EN UN DESAFÍO MIENTRAS ABRAZABA LAS RODILLAS DE CARLOS VII SU PALACIO EN CHION, FRANCIA, ANTES DE IR A LA BATALLA EN ORLÉANS.
La corte del rey manifestó sus dudas y obligaron a Juana de Arco a comparecer delante de la corte de Poitiers, una ciudad de la Francia central. Ellos decidieron si Juana era una bruja o una iluminada. Fue interrogada durante tres semanas. Finalmente, su don de la palabra, inmediatez de réplica y confianza en la intervención del Altísimo, convencieron a los más escépticos, quienes la declararon enviada de Dios.
Devuelta en Chinon, Juana nuevamente se entrevistó con Carlos VII, quien le proporcionó un grupo de militares el 25 de febrero de 1429. El 20 de abril del mismo año, Juana se marchó para cumplir trágico destino.
La batalla de Orleans, fue uno de los enfrentamientos librados en la fase final de la guerra de los Cien Años, en los que participó Juana de Arco, y por la que fue llamada “Doncella de Orleans”.
Jehannette, como la llamaban en su pueblo, lideró una milicia de más de cinco mil hombres, quienes consiguieron derrotar al enemigo y levantar el cerco de Orleans. Una importante victoria que permitió en 1429 la coronación de Carlos VII de Francia.
EL FINAL DE UNA HEROÍNA
Después de salir victoriosa, Juana ya no tenía nada más que hacer en el ejército. Había cumplido las órdenes que le habían asignado sus voces. Pero después de coronar al rey los pactos paz no dieron frutos y pequeñas guerras continuaron.
Sin el respaldo del ahora monarca, Juana de Arco no pudo lanzar más ataques importantes. En mayo de 1430, volvió al campo de batalla, en dirección a Compiègne con un modesto batallón y lo hizo sin esperar a que el rey se lo permitiera. Lamentablemente fue capturada por los borgoñones.
Cuando Juana supo que la iban a entregar a Enrique VI, se tiró de una torre, aparentemente en un intento de suicidio. Ella sobrevivió y fue llevada a Rouen para enfrentar la ley. Posteriormente fue entregada a las fuerzas leales del rey inglés y, tras su juicio, fue acusada de ser una bruja y una hereje y condenada a morir en la hoguera en mayo de 1431.
Su proceso e interrogatorios se prolongaron durante los primeros cuatro meses de 1431. Durante ese tiempo, Carlos VII, el rey francés a quien ella había ayudado a coronar, no intentó recuperarla a través del rescate o el intercambio de prisioneros.
Algunos historiadores debaten el grado de control que tuvo sobre las campañas en las que se integró. Varios comentan que elevó la moral de Francia y su tiempo de acción significó una recuperación de la fortuna militar francesa. En la actualidad, se especula que pudo haber padecido una afección médica, como la esquizofrenia o una forma de epilepsia, que la hizo oír voces.
CANONIZACIÓN DE JUANA DE ARCO
Sus cenizas fueron arrojadas al Sena. Veintitrés años después su madre y dos de sus hermanos pidieron que se examinara nuevamente el caso, y el Papa Calixto III nombró a una comisión encargada de hacerlo. El 7 de julio de 1456, el veredicto de la comisión declaró herejes a los jueces que la habían condenado. Más de cuatro siglos y medio después, en 1909 fue beatificada por el papa san Pío X y posteriormente declarada santa en 1920 por el papa Benedicto XV. Ese mismo año fue declarada como la santa patrona de Francia.
El New York Times informó que su ceremonia de canonización en la Basílica de San Pedro en Roma atrajo a “60,000 a 70,000 personas” y “fue la función más grande e impresionante realizada en la histórica basílica no solo por el actual Pontífice sino por varios siglos pasados”.
Fuentes: nationalgeographic.com / britannica.com